Graciela Sosa, la mamá de Fernando, apenas se podía mantener en pie y era sostenida, literalmente, por Silvino quien, también con el corazón partido ya había dirigido unas palabras al auditorio que los escuchaba entre pedidos de justicia y al grito de “cadena perpetua”.

Pero Graciela no hizo más que recordar con amor a su hijo, sus valores, su esfuerzo y el pedido de que lo ayudaran a irse de vacaciones con sus amigos ya que seguramente sería la última vez porque cada uno tomaría caminos diferentes.

Fue la última vez porque Fernando se cruzó con un grupo de rugbiers que habían salido a pelearse como única manera de divertirse y le pegaron hasta matarlo.

Graciela y Silvino tuvieron que revivir el asesinato de su único hijo una y otra vez durante el juicio al que aún le faltan los alegatos y la condena.

Una condena que la sociedad espera sea ejemplificadora para que no vuelva a ser gratis asesinar a una persona a sangre fría.