El caso Nisman fue un terremoto que languidece. Constituyó el intento de arrodillar al gobierno y colocarlo como mínimo contra las cuerdas; y de máxima, bajar del escenario a la Presidenta con su renuncia o adelantamiento de las elecciones. Sus consecuencias externas tardarán mucho más en disiparse.

Luego de la caída de la imagen presidencial en varios puntos, su recuperación forma parte de esa capacidad notable del kirchnerismo que constituye la pesadilla de ese poder económico que en buena medida ha sido muy beneficiado, pero que no soporta la fijación de ciertos límites, que no tenga a su disposición las alfombras rojas y que los políticos elegidos no le rindan pleitesía cada cuatro años. Incluso el síndrome del pato rengo a seis meses de las elecciones, lo viene sorteando con un éxito desconocido. Eso no debe impedir visualizar que unos cuantos índices macro económicos están desalineados y hay cierto agotamiento del modelo que se lo revitaliza con medidas keynesianas paliativas, debiéndose encararse indefectiblemente lo que Jorge Taiana denominó con fuerza expresiva como “un segundo tomo”. Administrar lo conseguido y conservar los mejores avances concretados, por el momento es la máxima expectativa en caso de un triunfo del probable candidato oficialista Daniel Scioli. Será un camino dificultoso. Sólo la profundización de lo bueno que se ha realizado, la corrección de errores que dificultan los avances, afrontar problemas que se han omitido y cambiar muchos de los aspectos de la matriz económica, permitirá salir de cierto encierro y ahogo que se puede percibir para las miradas agudas y sinceras.  Pero lo cierto es que las primeras cuatro elecciones realizadas en las PASO en Salta, Neuquén, Mendoza (donde se pronosticaba una catástrofe y perdió por sólo 7 puntos), y Santa Fe, demuestran que el kirchnerismo tiene posibilidades renacidas hoy de ganar en primera vuelta. El tema de las PASO de la Capital y un desempeño por debajo de lo esperado, lo tratamos por separado.

La paradoja es que si bien las expresiones del kirchnerismo más duro no es la que gana sino que  lo hace con sus expresiones más moderadas y opacas, es la única fuerza que se distribuye territorialmente con un piso del 20% y un techo que en algunas provincias históricamente supera largamente el 50%. Un informe de Poliarquía encargado por el diario La Nación, si se lo lee sin la intencionalidad sesgada del medio, permite detectar que si las elecciones fueran hoy, Daniel Scioli ganaría en primera vuelta. Esto es lo que lleva al poder económico a presionar para repetir el acuerdo mendocino de prácticamente todos los partidos políticos con excepción del trotskismo para derrotar al kirchnerismo. Este es el proyecto de máxima que intenta concretar Paolo Rocca de Techint y Héctor Magnetto de Clarín para terminar con la pesadilla que los atormenta. Pero tropieza con las ambiciones personales de Macri y Massa.

UNA ANÉCDOTA DEMOSTRATIVA

Jorge Asis, un crítico ácido del gobierno que varias veces anunció el fin de ciclo, en uno de sus habituales informes escribió:  “No aguanto cuatro años más de peronismo”, confirma la Garganta. “Prefiero irme del país”.

La posibilidad que el cristinismo permanezca, inquieta y atormenta. A través de Scioli. Con La Doctora detrás y La Cámpora a los costados.

“¿Hasta cuándo el populismo? ¡Por favor!”, insiste otra Garganta.

Un coro pío de lamentos complementa el final del ciclo que a lo mejor se extiende. Cómo se extiende el temor a la confirmación de la continuidad. El incentivado sentimiento antiperonista atraviesa, en la actualidad, por uno de los períodos más intensos.”

No es un caso aislado. Los principales columnistas de los diarios opositores traducen junto a un malestar pronunciado, las aprensiones propias y de sectores del poder económico que expresan.

LOS DILEMAS DE LA OPOSICIÓN

El macrismo carece no sólo de votos en la Provincia de Buenos Aires: ni siquiera tiene personería.  Su aliado radical no tiene una figura importante y taquillera. Es imposible ganar una elección nacional sin un importante desempeño electoral en la provincia que tiene el 38% del padrón. A su vez Sergio Massa sólo tiene inserción en esa provincia, aunque haya reducido en forma considerable, posiblemente a la mitad, o aún menos, su caudal electoral con relación a su excelente elección bonaerense en las  legislativas del 2013. No trasciende los límites de la provincia como ha quedado demostrado en las elecciones celebradas hasta ahora; y en algunas directamente no existe, como se verificó en un distrito importante como la Capital Federal.

Desde un primer momento el establishment consideró su candidato a Mauricio Macri, una especie de seguro a prueba de cualquier sorpresa. Apoyó a Sergio Massa cuando éste aparecía como el  postulante mejor posicionado para derrotar al kirchnerismo. Cuando Macri realizó una jugada en principio arriesgada al proclamar como su candidato a Rodríguez Larreta, el establishment se sumió en cierto desasosiego ante la posibilidad de un triunfo de Gabriela Michetti. Es por eso que hubo una reunión entre Sergio Massa con Héctor Magnetto, desplazado en las preferencias de Clarín ante la diáspora de varios referentes del ex intendente de Tigre y el crecimiento de Macri.  El astuto mentor del grupo económico mediático le prometió volver a ayudarlo y eso se tradujo en las columnas editoriales de Julio Blank.



Así escribió el domingo 5 de abril, página 6, bajo el título “Cambio de estilo o cambio de modelo”: “Sergio Massa fue el primero en transitar la senda de un cambio que no fuera ni cosmético ni drástico. Lo hizo con un notable éxito hace dos años. Hoy, mientras trata de ordenar su alborotada tropa bonaerense, aspira a recuperar músculo en las próximas semanas  para no perder más terreno ante sus adversarios. Se le desarmaron alianzas interesantes, por peso electoral y valor simbólico, en el interior del país.  Pero  su vitalidad política es notable.” El viernes  10 de abril insistió en  página 18 bajo el título de  “El techo de Macri y el piso de Massa”: “Massa viene de atravesar un interminable semestre de sombras y titubeos….Pero ahora que  bajó  la espuma, que el  caso Nisman entró en la pasmosa zona del olvido que tan fácil abrazamos los argentinos, se repara en que Massa sigue conservando una notoria fortaleza en la provincia de Buenos Aires, donde forjó el triunfo de 2013 que lo proyectó a esta pelea presidencial.” Y contra lo que es habitual en ese medio dominante donde están vedadas las críticas al hijo de Franco, el viernes 17 de abril, Julio Blank escribió con el título de “Macri y el Pro debutaron en el barro”: “El PRO todavía se parece más a una ONG que a un partido político, pero en medio de un mesurado fragor dejó de ser un tema el ascenso de Macri en el escenario nacional. Lo que había sido tendencia sostenida en los últimos diez meses se estancó, hasta retrocedió algún punto en favor de Daniel Scioli y de Sergio Massa según mediciones preliminares. Mal negocio. Macri tuvo que cortarlo de cuajo haciéndose cargo del error de cálculo original”.

Todo indica que después del   importante y categórico triunfo  del macrismo en la Capital, habiendo superado ampliamente “el error de cálculo original”, el poder económico volverá a la carga para que la alianza Macri-Massa, en ese orden, complemente las potencialidades y supere las pronunciadas carencias: Macri a la presidencia, Massa a la gobernación. Los egoísmos y dificultades personales constituyen el obstáculo que el poder económico encuentra en la idea del amontonamiento electoral, que puede facilitar un triunfo a costa de impedir luego gobernar. La cuestión es derrotar al kirchnerismo, esa pesadilla inaguantable, y luego se verá cómo el mercado y Dios proveerá. Aunque la fórmula esperada es al revés: el mercado es el Dios que esperan como los judíos ortodoxos al Mesías. Claro que estos sólo rezan y aquellos operan para que vuelva.

Por eso también Sergio Massa siempre ha tenido una relación cercana y estrecha con Clarín, lo que llevó a que Néstor Kirchner lo llamara Rendito por su amistad con el ex director de Relaciones Institucionales del Grupo Clarín, Jorge Carlos Rendo, que hace pocos meses ha asumido como presidente del Multimedios. En la muy buena biografía no autorizada del periodista Diego Genoud sobre Massa puede leerse: “En la primera jornada del ciclo Democracia y Desarrollo (realizado por Clarín en el Malba) ….lo más destacado de la jornada no salió publicado en las páginas de Clarín ni en ningún otro medio: fue el encuentro a solas entre el dueño del multimedios y el ex jefe de Gabinete de Cristina Fernández. Al término del panel sobre “El nuevo agro argentino”, el empresario de 70 años y el candidato de 42 se quedaron cara a cara, acompañados únicamente por María Laura Santillán, que ofició de presentadora y se lleva muy bien con el matrimonio Massa. M y M estuvieron reunidos durante cuarenta minutos en un auditorio con capacidad para 224 personas. Durante ese lapso, el que monopolizó la palabra fue Magnetto, el anfitrión. Los dos conocían detalles de su interlocutor a través del embajador Rendo. Sergio reconoce que quedó impactado, a mitad de camino entre la sorpresa y la fascinación, por la personalidad de Magnetto. Lo envolvió la seguridad con la que el CEO se expresaba, pese a las dificultades para hablar a causa de un cáncer en la garganta.”

EL KICHNERISMO  Y LA INCOMPRENSIÓN DE LOS ANALISTAS



Si se observa la precariedad de los análisis que los principales columnistas efectúan sobre kirchnerismo, es fácil llegar a la conclusión que su sorpresa y perplejidad sobre los buenos índices de popularidad presidencial  son absolutamente explicables. Así  Joaquín Morales Solá escribió en La NACIÓN del 21-04-2015  bajo el título “El fin de un ciclo de autoritarismo”: “La pregunta que corresponde hacer es por qué la Presidenta tiene buenos niveles de aceptación popular cuando la sociedad (o un sector mayoritario de ella) parece cansada de su estilo y sus políticas. La explicación más común que se encuentra consiste en que esa popularidad se debe a que ella se va. Después de diciembre podrá ser legisladora nacional o del Parlamento del Mercosur (posibilidades que la gente común no asumió todavía), pero lo cierto es que no será presidenta. El adiós de una mujer viuda (que hizo de su viudez una importante herramienta electoral y publicitaria) puede sensibilizar a importantes sectores sociales.  Cierto nivel de consumo y cierta preservación del empleo podrían explicar otra parte de aquella simpatía. No puede desecharse tampoco el efecto que produce en la sociedad una indiscutible autoridad política. Otra cosa, que a veces le juega en contra, es que ella convierta la necesaria autoridad política en autoritarismo a secas.”

Al analista de la “Tribuna de Doctrina” con sus herramientas analíticas, una retahíla de prejuicios, le cuesta entender que los gobiernos populares logran con sus avances, establecer una fuerte sintonía con las demandas de los sectores populares. Son las políticas concretas y los beneficios que se obtienen los que logran perforar la colonización cultural y el cerco mediático. Que en algunos distritos, fundamentalmente en las grandes ciudades, donde el populismo no consigue buenos resultados electorales, los beneficios obtenidos por los que le votan en contra es consecuencia de un cócktel de errores propios (aspectos formales desprolijos, cerrazón ideológica, imposición sistemática antes que persuasión) y ajenos (los prejuicios ideológicos y culturales de los sectores medios, una educación impartida para acumular información, más que para tener elementos para desbrozar la realidad, y la guerra de zapa mediática).

La confusión que originan en una clase dominante pero no dirigente los gobiernos populares, que intentan una transformación capitalista de la sociedad con mejoras en la distribución del ingreso,  avance en la conquistas de derechos y política exterior con cierta autonomía del poder del imperio dominante, son vividas como identificables a otras experiencias históricas en forma absolutamente antojadizas. Así Sergio Berensztein escribió en Perfil 11 de enero del 2015:  “Nada más parecido a Cuba de los Castro que la de Fulgencio Batista. Lo mismo ocurre con la Rusia de Putin y la de los zares. Y con la Argentina de Menem y los K”

Los ejemplos de interpretación antojadiza de la realidad son infinitos y se pueden leer y escuchar diariamente. En la misma línea, el escritor Marcos Aguinis escribió en La Nación del martes 21 de abril: “En la Argentina existen y han existido muchos necios en todos los escenarios imaginables, aún en áreas de decisión que afectan la vida nacional. Se ha dicho que si todos ellos levantaran vuelo al mismo tiempo, taparían la luz del sol. Pero también persisten recursos humanos excepcionales que  pese a tantos cepos, esperan su turno…..La hipocresía, el estímulo incesante del odio entre los ciudadanos. Esto fue predominante en los tiempos de Rosas, las dictaduras militares  y parte de los gobiernos peronistas (cualquiera haya sido su tendencia)……La realidad que padece la Argentina excede el disparate. El gobierno (o desgobierno) actual, pese a su agonía convulsa, es aún apoyado por millones. Continúa “el lavado de cerebro” inventado por la genial maquinaria de propaganda de Goebbels. Y continúa atornillándose con ñoquis, más empleados públicos y más promesas. Es penoso observar los discursos presidenciales por cadena nacional. Digo  observar y no escuchar, porque lo que ella dice –contradicciones, soberbia y el esfuerzo de delimitación de la vocinglería tropical de Hugo Chávez- será material de realismo mágico dentro de poco”

El odio y la bronca obnubilan profundamente la comprensión de la realidad. Por eso es precisa y pertinente a estos analistas, la frase que dice: “El enojo es un estado en que la lengua funciona más rápido que la mente”

EL MACRISMO Y LA INCOMPRENSIÓN DESDE EL KIRCHNERISMO

Para abordar situaciones contrarias a los deseos políticos, es bueno tener como brújula una sabia frase del filósofo Baruj Spinoza: “En política no hay que reír ni llorar, solo comprender”

El macrismo y el kirchnerismo son dos ramas del clivaje histórico del 19 y 20 de diciembre del 2001. El primero tuvo su expresión en las elecciones del 27 de abril del 2003 donde la suma de los votos obtenidos por Carlos Menem y Ricardo López Murphy alcanzaron un 41%. Macri opera sobre ese terreno dándole un nuevo envase al viejo discurso neoliberal. Con mucho marketing, algunos logros, figuras jóvenes, protección mediática,  se consolidó en la Capital Federal luego de un paso exitoso en términos deportivos y de popularidad por la presidencia de Boca. Aunque es la vieja política, la envasa en un estuche que resulta atractivo para franjas importantes de la población.

Y sus avances de gestión  toman en cuenta el escenario del principal distrito del país con la renta per cápita de un país del primer mundo. Ahí donde el 50% de los ciudadanos va a la escuela privada y un 75% tienen prepaga. Por eso inteligentemente se aboca a levantar la bandera de la seguridad con la creación de la policía metropolitana, atiende las dificultades del transporte con las bicisendas y el metrobus, con la solución de los problemas del arroyo Maldonado y las inundaciones, con el mantenimiento vistoso del espacio público de las plazas y parques. Para los sectores populares que lo votan (gana en todas las comunas) hay un fuerte trabajo territorial de su pata peronista (Ritondo- Santilli) que indudablemente le reporta el éxito que obtiene. Ese electorado no percibe que muchas de las ventajas conseguidas tienen la cobertura del éxito de las políticas nacionales. Es el mismo electorado que no tiene como preocupación el deterioro de la salud pública, el endeudamiento  en dólares para afrontar gastos corrientes que es una hipoteca de cara al futuro, de la ausencia de prolongaciones de las líneas de subte, de la falta de construcción de viviendas y escuelas, de las concesiones enormes al poder económico..

El macrismo sí ha mejorado la infraestructura de las escuelas existentes y ha distribuido las notebooks como política educacional.



El periodista Martín Rodríguez ha escrito un agudo artículo sobre el macrismo, en el suplemento “Ni a palos” del diario oficialista “Tiempo Argentino”, el 19 de abril,  que va en el mismo sentido: “Sin embargo, la política de transporte (Metrobús, y también bicisendas, en una ciudad con 20 mil usuarios que las transitan) fue la huella estructural que dejó el Estado. Los cartoneros, el sujeto amenazado por excelencia, fueron tratados como parte de la solución de la recolección diferenciada, y con eso el macrismo gambeteó un problema por izquierda…….¿En qué lugar ponemos la creación de una policía metropolitana? En el que se merece: dotó a la ciudad de algo que no tenía. ¿Qué es más progresista: llenar de activistas de los derechos humanos y anticuerpos el Estado (Ibarra) o crear una nueva fuerza policial? Lo segundo es producir poder civil. El macrismo no tuvo una oposición capaz de intervenir y provocar una masa crítica, sino una oposición que se limitó a decir blanco donde el macrismo dijo negro, en el marco de una tensión negociada en la legislatura. El anti macrismo fue una versión remozada del peor anti menemismo: testimonialidad pública a viva voz y negocios entre bambalinas que le aseguraron a Macri una gobernabilidad por la simple rutina de toma y daca.

¿Y qué fue el macrismo? Como fuerza política fue constituyendo una identidad conservadora capaz de innovar y traducir su gestión en hechos concretos y contundentes. A su primera versión, un liberalismo económico y un conservadurismo político, la fue invirtiendo hasta esta versión “nacional”. De cara a las elecciones presidenciales y en el proceso de poder de estos años, fue en camino de una metamorfosis hacia un liberalismo político y un conservacionismo económico. Al menos, en economía, callar a sus economistas y poner a Macri en público a seleccionar cuánto de ruptura pero también cuánto de continuidad es la apuesta para mostrar cierta “prudencia” que no explica cómo va a gobernar, claramente, pero sí dónde o cómo construye el consenso que lo alza. Macri ya tuvo las dos fotos: una con el Papa (¿el que limitará sus giros a la derecha?) y otra con Galluccio, los páteres del cielo y el subsuelo de la patria sublevada.

En definitiva, podemos decir que el PRO y el kirchnerismo son las dos grandes identidades políticas nacidas de la crisis. Es decir: no existían antes del 2001/2003. Y convocan a las capas medias, el centro del malón.”

Precisamente el kirchnerismo fue el que mejor entendió esas jornadas y así fue en muchos aspectos una ruptura con los noventa y de ahí su progresividad y en otros una continuidad como en aspectos profundos de la matriz económica que son los que cíclicamente pasan su factura.

Si el kirchnerismo en algún momento intenta recuperar la Capital, deberá atenerse a sus particularidades, ocuparse de las preocupaciones del antiguo electorado radical que hoy es macrista y darle su sello diferenciador en todos los aspectos que el PRO no le interesa y descuida y que son muy caros a las propuestas populares. La política de realizar una oposición en la Capital en espejo del que padece a nivel nacional, es una táctica equivocada.

Las PASO en la Capital han manifestado un retroceso del kirchnerismo con relación a elecciones anteriores que no se pueden minimizar denostando al electorado capitalino.

Como dice el Talmud: “Es mejor prender una vela que maldecir a la oscuridad”.

Mención aparte merece el deplorable blooper de salir a festejar un segundo puesto, dando Aníbal Fernández  diferencias de cinco puntos sobre el tercero,  que a las pocas horas se reveló como un grosero error.

LA  PESADILLA DEL PODER ECONÓMICO

El triunfo contundente de Macri en la Capital, su muy buena elección en Santa Fe y los acuerdos en Córdoba que lo dejan bien posicionado, lo convierten en el candidato al que el establishment apostará todas sus fichas. Pero su carencia enorme en la Provincia de Buenos Aires, intensificará las presiones del poder económico para la alianza con Massa cuya inexistencia electoral nacional resulta posiblemente  irreversible. Macri parece ensoberbecido y cree que la ola opositora arrastrará a su posible candidato bonaerense, fruto de una alianza con el radicalismo, que acompañe a María Eugenia Vidal,  como sucedió con Alejandro Armendáriz, en el aluvión alfonsinista. Como bien apunta el periodista Alberto Dearriba “Massa es la mortadela del sándwich. Por derecha, Macri le come alfiles y peones y por la otra punta, lo hace Scioli, quién acentuó la defensa del modelo kirchnerista.”

Cada buena elección del gobierno nacional por encima de lo esperado por el poder económico, acentuará los temores del establishment. Eso intensificará las presiones sobre la sigla MA-MA( Macri- Massa), siempre y cuando el desinfle de Massa no se acentúe.

Cristina Fernández es la pesadilla de ambos candidatos, expresiones políticas del poder económico.