Hernán Lombardi claramente es un caradura. O al menos eso fue lo que demostró al asegurar que durante su gestión se trabajaba con absoluta libertad.

El diputado electo de Juntos por el Cambio negó que hubiera habido presiones sobre los periodistas durante el macrismo.

Hasta Claudio Savoia de Clarín habló de las presiones recibidas hasta que finalmente le dieron el pase a Diego Brancatelli que parecía estar esperando agazapado y se limitó a solidarizarse no sólo con los colegas de Télam despedidos sin causa por el mismo Lombardi, sino también con los miles de periodistas que perdieron sus trabajos durante el macrismo por el cierre de sus medios o las complicaciones que tuvieron los empleados del Grupo Indalo para cobrar en tiempo y forma sus salarios gracias a la utilización de la Justicia para tratar de destruir la empresa.