Se ha hecho costumbre y se extiende. La idea es que nadie pueda completar una frase, que ya hay otro que le habla encima, interrumpiéndolo. Eso, se supone, que es ritmo televisivo, velocidad atractiva para el público, cuando lo único que logra es un griterío insoportable donde nadie sabe bien qué se dice ni quién tiene la razón.

Aníbal Fernández es un hombre ducho en debates televisivos y no se deja arriar fácilmente, por eso cortó de cuajo cualquier intento de llevarlo a ese terreno y así pudo explayarse sobre lo que tenia para decir desestimando las denuncias de la oposición y los medios hegemónicos.