Un gran temporal se desató en Buenos Aires, pero no nos importó. Como pudimos nos fuimos para Palermo Club porque tocaba una banda que conocí hace poco y a la que le ví algo, ese 'no se qué' que me incentivó hasta incluso dejar de ver el partido de mi River Plate querido por cuartos de final de la Copa Argentina. Pensé, a veces hay que dejar el fútbol por la música, y ¡qué bien que hice!

Con Leonchalón de antesala, los Green Valley salieron a escena alrededor de las 21:30 con un medley de intros reggae muy bueno, y el grito de las chicas vaticinaba la llegada al escenario del cantante, Ander Valverde.

Así salieron con el tema que abre su último disco, 'La Cura', y seguido otro tema del reciente trabajo discográfico que me conquistó para bailar y mover las caderas como un adolescente: 'El regalo de vivir'.

No hace falta aclarar el mensaje de positividad que tiene esta banda, y cómo lo interpretan, por eso lograron llegar al hueso y sacar una sonrisa no solo en mí, sino en todos los presentes. Entre tanta ciudad, distorsión y rock, este reggae sin duda dio una pincelada verde al gris del cielo porteño.

Desde el primer momento propusieron un sonido agradable, tranquilo, sin quemar cabezas. Las luces iban en sintonía, acompañando cada acorde. Dejemos algo en claro: no por nada Green Valley "mostró todo lo que está bien en una banda", ¿si?

A esto me refiero: show prolijo, mensaje claro, sonidista e iluminador propios, pantallas simples con el nombre de la banda, un invitado (ahora les cuento), una lista no tan extensa y mucho carisma. Con todos esos condimentos puedo decir que cualquiera que haya estado en el Club de Palermo los volvería a ver una segunda vez. Y no solo eso, sino que llevaría a todos sus amigos. Es que, ¡yo lo haría! Por eso destaco el profesionalismo de este grupo, que no falló a mis intuiciones y a lo que pude ver por Internet.

Párrafo aparte para la onda de los españoles con la gente. De hecho me hizo acordar mucho al primer show que vi de Dub Incorporation, donde uno va esperando algo y se lleva mucho más. Es algo así como ir a un cumpleaños esperando un souvenir y termina llevándose el souvenir, la torta, y mucho más.

Esto se evidenció cuando dividieron al público en tres para gritar en sílabas "Green Va-lley" hasta formar un coro casi perfecto. O por ejemplo cuando hicieron sentar a absolutamente todos los presentes (aunque me quejara de la cintura, ya una cuestión de edad) para después saltar descontrolados.

El ida y vuelta con el show es constante, hasta en detalles como las sirenas de policía emuladas con las luces del escenario durante el tema 'No vengas al barrio', o cuando el vocalista cambia la letra para en vez de decir "por el río de la vida voy plantando una semilla positiva", cantar: "Por el Río de la Plata voy plantando una semilla en Argentina". Y cada uno de esos detalles sumó a un show más que completo, en medio de una gira por Latinoamérica y-seguramente- sin las facilidades que tendrán en su país natal. ¿Qué nos deja esto? que a veces no hace falta tener el súper escenario, la súper escenografía, sino basta con tener talento y buen gusto.

La influencia de hip hop en Ander Valverde se nota, es obvia. Y hablando de ritmos y estilos, qué mejor embajador que Fidel Nadal, quien se hizo presente en el escenario para raggamuffiar violentamente y levantar aún más (sí, aún más) a un público que estaba como loco.

"Es increíble esto, muchas gracias", dijo el cantante quien seguramente escuchó del calor del público local, pero no lo había podido sentir. Incluso, en otros países del continente tocaron en festivales grandes, pero humildemente creo que este show más personal, más íntimo, los hizo moverse y divertirse más. Además de ser un desafío mayor, sobre todo, estando tan cerca de la gente como en Palermo Club (lo sé por experiencia personal tocando con Asesinos Cereales).

Después de un pogo de otro planeta -círculo en medio incluido- en el tema 'Estamos ready' y de agradecer el apoyo de Pelagatos (genios del reggae si los hay) se iba terminando el show. Como dije anteriormente, un recital de hora y media, lo justo y necesario para un miércoles, que culminó con toda la banda saludando y un trap-hiphop-eléctrico para finalizar bien arriba.

¿Conclusión? la banda me gusta más que antes. Ahora me hice fanático, y eso no sucede con frecuencia. Mostraron un nivel de profesionalismo muy bueno que no encuentro en todos los shows a los que voy. Me fui saludando viejos compañeros de ruta del reggae y con una sonrisa, porque no hay otra manera de irte de un show así que no sea con buenas vibraciones.