"No me gustan los panes, pero mamá cocina con ellos", relata la pequeña mientras en el pasillo la mamá hace maravillas con un calentador improvisado para preparar el 'kulicha', un dulce sirio.

Desde hace 5 meses, Nalin está con su madre en el campo de refugiados de Harmanli, en una habitación que comparten cuatro familias con sus niños: unas trece personas. Acaban de recibir el desayuno y los niños traen a la habitación unos panes dulces y un poco de leche.

"He venido sola con mamá. Mi padre y mi hermano están en Estambul. Mamá me dijo que íbamos a un lugar que era como Siria antes: 'sin boom-boom'", cuenta Nalin.

Su futuro destino sería Alemania, donde espera volver a la escuela después de que "un día hizo boom en el patio de la guardería y papá no me dejó ir más".

"Pero yo sólo quiero que la guerra acabe y que volvamos a nuestra casa, con papá y mi hermano. Aquí no salgo del campo, estoy en la escuela con los otros niños. Me gusta la escuela. Bailamos. Pero he estado en un lugar que no es bonito y que olía muy mal", le relató la niña a la cronista del periódico español 'Público.es'.

Nalin recuerda un centro de internamiento de extranjeros con régimen cerrado en Elhovo, una ciudad a pocos kilómetros de Harmanli, el primer lugar donde son llevados los refugiados cuando se encuentran con la policía búlgara, niños y bebes incluidos.

Con su madre pasaron allí una semana tras cruzar la frontera: "Antes oía los aviones muy bajos. Aquí se está bien, los aviones no se acercan a las casas para hacer boom como en Siria. Los últimos meses no salíamos de casa. Hago dibujos a mis amigos, pero desde que me he ido no sé nada de ellos. Siria me da miedo ahora, pero es el país más bonito del mundo sin boom-boom".

Ellas cruzaron la frontera escondidas en un camión, junto con tres familias más y una mujer embarazada: "Pasé mucho tiempo en el camión, no sé cuantas horas. Era oscuro y hacía frío. Ahora por las noches me despierto y tengo frío. Pienso que estoy en aquel camión. Mamá no tenía miedo, yo sí"

La madre de Nalin explica que algunas familias dan somníferos a los niños para que no se angustien dentro del camión mientras pasan la frontera. Durante el viaje las puertas permanecen cerradas y el interior está a oscuras. El calvario de Nalin y su madre duró unas veintiocho horas.

Sin embargo, la madre de Nalin cree que el camión es una vía de entrada a la Unión Europea, más segura que la ruta a pie por el bosque, a través de los pocos kilómetros que todavía no están vallados, o por el mar. Otra vía legal no existe: "Más de la mitad de los niños que ves en Harmanli han entrado en camión. Dentro no ven nada, es como un camión fantasma para ellos".

La familia de Nalin huyó de Siria a pie. Partió de Qamishli, una ciudad al norte del país habitada por familias kurdas, y cruzó Turquía caminando. En cuanto se reúnan con el padre y el otro hijo, continuaran todos juntos el camino hacia Alemania a pie, por la ruta Serbia-Hungría. Nalin llevará más de 3.000 kilómetros en la mochila.