Según indicó Lombardi, el Papa le hizo varios regalos al comandante: dos libros de Alessandro Ponzato (uno sobre humor y la religión), un libro del padre Llorente -el jesuita que fue educador de Fidel- y 2 CDs con sermones de su ex tutor. También le regaló la exhortación apostólica Evangelii Gaudium y la encíclica Laudato Si.

El ex presidente cubano, por su parte, le obsequió el libro "Fidel y la religión", de Fray Betto, con una dedicatoria "muy respetuosa", según el vocero, y le hizo preguntas "sobre humanidad de hoy y de mañana y sobre medio ambiente".

Fue el cuarto encuentro de Castro -que el pasado 13 de agosto cumplió 89 años- con un pontífice: ya se reunió con Juan Pablo II en dos oportunidades, el 19 de noviembre de 1996 en el Vaticano y el 23 de enero de 1998 en La Habana, y con Benedicto XVI en marzo de 2012.

Tras arribar al aeropuerto de La Habana, y luego de las palabras de bienvenida que le propinó el presidente Raúl Castro, Francisco le hizo un pedido al mandatario: "Quisiera pedirle, señor presidente, que transmita mis sentimientos de especial consideración y respeto a su hermano Fidel". El ex presidente cubano y el pontífice tienen en común su formación jesuita, al igual que Raúl.

Cuando Juan Pablo II visitó Cuba en 1998, Jorge Bergoglio escribió un texto llamado "Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro" en el que recoge todos los discursos de ambos líderes durante la visita de Wojtyla a la isla. "Desde que en 1990 Fidel Castro propone 'una alianza estratégica entre cristianos y marxistas', no ha cesado en sus intentos por encontrar y demostrar convergencias o puntos de conexión entre el catolicismo y los postulados de la revolución", escribió en uno de los pasajes.

"Pareciera que el discurso oficial de Fidel Castro revela una inclinación a mostrar posiciones de coincidencia entre los mensajes de Juan Pablo II y las preocupaciones sociales del régimen. Según Fidel, las profundas diferencias que existen entre él y el Papa en el terreno filosófico y religioso no excluyen una convergencia, teórica y práctica, en el terreno moral y social", agregó.

No obstante, manifestó su escepticismo sobre las intenciones del líder de la revolución cubana: "Lo que habría que desentrañar es si esa actitud asumida por Castro encierra una intencionalidad propagandística, la necesidad de obtener un interlocutor válido ante las dificultades económicas que hoy afectan al pueblo cubano, o una postura de acercamiento, de conciliación, que la Iglesia está siempre dispuesta a ofrecer y recibir".