Los lectores de Casciari sabemos que sus historias están repletas de teatralidad: sin embargo, el exgordo no es actor. Hernán tiene el talento de configurar sus escenas plasmadas en papel, con la misma exactitud que lo hace su propia voz en el relato, en sus pausas y en sus gestos. Al igual que ocurre cuando uno se interna en sus textos, las risas te toman por asalto -en promedio- cada tres o cuatro líneas, o cada dos o tres minutos, si es que estás sentado en Santos 4040, luego de haber firmado el "Contrato de Buena Fe entre el autor y el Espectador". 

Las estrellas en escena sobrepasan al propio autor. Su mamá 'Chichita' se llevó la mayor ovación con sus precisas intervenciones chillonas y el perfecto timing para golpear a su hijo sobre el escenario. Su hermana, su cuñado, sus primos, todos brillan -algunos ejecutando instrumentos de una manera muy bella y otros diciendo los parlamentos que ya pronunciaron cuando Hernán era un niño o un adolescente- dándole vida a esas intervenciones mentales que los lectores evocamos al seguir sus líneas. Y justamente ahí está el fuerte de este biodrama: la realidad que le otorgan los personajes en carne, hueso y DNI.

Peretti apareció en escena para personificar al diablo, ese que tocó a la puerta en casa de los Casciari -en Mercedes, provincia de Buenos Aires- para intentar convencerlo de que el Rastafarismo o el Panteísmo, ofrecen muchos más beneficios que el Catolicismo. En el caso de Chatruc, el futbolista le puso cuerpo al sentido texto que el creador de la revista Orsai le dedicó al campeonato racinguista de 2001 -aguante la Acadé- y a la memoria de su padre.

Los cuentos del periodista que renunció públicamente a las grandes editoriales y a varios de los periódicos más importantes de habla hispana trazaron puentes entre lectores de todo el mundo. Pero desde que comenzó a interpretarlos con su propia voz y leerlos frente a sus lectores, esa trayectoria imaginaria se ha vuelto más y más concreta, casi asfaltada. Bravo por los autores que se animan a salir de sus páginas, a jugar con los sentimientos que provocan, a mostrarse tal y como son. 

Aquí únicamente se pueden comprar las localidades. La obra seguirá en cartel todos los jueves de mayo y junio en Santos Dumont 4040, Chacarita.

Hernán Casciari y su familia le dan vida a sus cuentos arriba del escenario