El 8 de marzo de 1857, obreras textiles marchaban Nueva York para protestar por las miserables condiciones de trabajo. Ese mismo día pero en 1908, trabajadoras de la fábrica Cotton, de Nueva York, se declaraban en huelga por una jornada laboral de 10 horas, salario igual que el de los hombres y mejoras en las condiciones higiénicas.

El 8 de marzo de 1917 se celebraron en la entonces Rusia una serie de manifestaciones con motivo del Día Internacional de la Mujer, que derivaron en reclamos contra la monarquía y a favor del final de la guerra, preparando el terreno para la Revolución de Octubre.

En la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague en 1910, se proclamó entonces el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora, fecha que serviría de ahí en más para reivindicar los derechos femeninos en el trabajo y por el sufragio.

No obstante, fue el 19 de marzo del año siguiente cuando se conmemoró por primera vez con sendas manifestaciones en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, organizadas por los partidos socialistas de los respectivos países.

Una semana más tarde, el 25 de marzo de aquel año, más de 140 mujeres que trabajaban en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist, de Nueva York, morían en el incendio de la factoría producto de las terribles condiciones laborales que sufrían.

Finalmente, es en diciembre de 1977 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas proclama institucionaliza el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional, llamando a todos los Estados integrantes a establecer la conmemoración.

Así llegamos a este martes 8 de marzo: en medio de femicidios cotidianos y la discriminación laboral que afecta a miles de mujeres trabajadoras, sea en empresas o en el hogar, donde en la mayoría de los casos sigue reproduciéndose el carácter opresivo de las relaciones sociales.

Por esa razón, no se trata de un día apto para regalar flores, bombones o perfumes, o invitar a una cena o a una salida celebratoria, sino para defender junto a ellas sus derechos esenciales, muchos de ellos aún conculcados.