Se notaba que Wiñazki había arrancado su discurso sin rumbo definido y daba vueltas tratando de cerrar una idea general que abarcara la decadencia de la sociedad moderna, la injusticia del capitalismo, el mal del populismo y la necesidad de que al final de todo, esa perorata le sirviera al discurso opositor.

Pero Leandro Santoro no lo dejó pasar y tomó impulso en esa misma argumentación para saltar sobre Wiñazki y, referenciándose en una película, demostrarle que no solo ese fenómeno no es local sino que además encierra peligros muy concretos.