Según Freud, en todo ser vivo conviven y batallan al mismo tiempo dos pulsiones fundamentales: la de vida y la de muerte; la primera se manifiesta en su deseo de vivir y la segunda en la tendencia natural a perecer.

En Elisa Carrió, la pulsión de muerte o destrucción –hacia adentro y hacia afuera respectivamente– parece preponderar, al menos en lo que respecta a sus declaraciones públicas.

Matar y morir son verbos que la diputada macrista no deja de pronunciar en cuanta ocasión se le presenta; son palabras de las que viene abusando desde hace algunas semanas, especialmente desde que el gobierno que ha ayudado a levantar muestra señales de deterioro prematuro.

Puede que responda a problemas psicológicos de la exégeta de Mauricio Macri, pero también a su necesidad de endilgarle al macrismo y a su gobierno un relato emocional o un rasgo épico que, por cierto, les son completamente ajenos.

"Si quieren hacer el golpe, a Macri y a mí nos van a sacar muertos de la Casa Rosada", sostuvo esta semana ante un auditorio de empresarios de CAME. "Sería divino (Luis) D'Elía matándome a mí", agregó a Joaquín Morales Solá por TN.

O pulsión de muerte freudiana o relato épico a lo Salvador Allende en La Moneda, lo cierto es que Carrió no es ni será una mártir de ninguna narración heróica ni Macri la acompañará al cementerio político si ella decide inmolarse por alguna oscura causa.

El macrismo carece de heroismo, no tiene ni tendrá carácter épico; por el contrario, es de manual: se trata de simples gestores gerenciales cuyo objetivo prioritario y último es derivar los recursos nacionales a la clase a la que pertenecen.