La vida es como un partido de fútbol. A veces gana uno, a veces otro. ¿Quién ganará en 2015? ¿El  proyecto de las mayorías? ¿O el de las minorías antipopulares? Se está con uno u otro. Aquí le quitaremos la máscara al Mercado, pues sigue en guerra con la Democracia. Como es una ideología, el Neoliberalismo busca crear descalabro financiero. Para imponerse en el mundo, tuvo y tiene que restringir las libertades democráticas y civiles. Lo probaremos. La oposición dice que en 2015 termina el “relato”. Fin de ciclo. Pero nunca debate sobre lo realizado.

Porque quienes “controlan” los poderes fácticos son los que designan a los candidatos, según miden en las encuestas. El elegido cumple después lo pactado. Las instrucciones que ha recibido para mantener el dominio de las corporaciones. Para ello, se vale de la hegemonía de los medios, de la credulidad o de la esperanza de los pueblos, de los dobles discursos y difamadoras acciones secretas de la “Inteligencia”. Busca doblegar a cualquier persona o grupo indócil. Hay excepciones.

De pronto surge alguien como Kirchner, que no continúa la política del “controlador” que lo designó (Duhalde, controlado por el grupo Clarín y otros gerentes corporativos). Produce, con su compañera, la igualdad social por más de una década, que sin borrar del todo la pobreza logró mejores condiciones de vida para todos, y alzó los índices de avance del país. Otros, por no poder rebatirlo, no debaten jamás lo que harán.

Ni la derecha ni la izquierda lo hacen. Chismean sobre las personas. Encaran la elección como un concurso de popularidad. El más rico, el más lindo, el que pone más cámaras, el que sale con una vedette, la que está tostada y afirma que morirá en Punta del Este, el que filmó películas memorables y disfruta atado al carro de los poderosos, o el recipiente vacío que no es progresista, al que llenaron sucesivamente Menem, Duhalde y los Kirchner. En tanto, el país soportó en el 2014 decenas de semanas cacareando sobre el dólar blue y un diciembre que preanunciaban catastrófico, sin reservas. Hubo 70 días seguidos de tapas elogiando el picnic de los fondos buitre. Argentina cerró el año con menos inflación de la esperada y 31 mil millones de reservas.

Nada de lo que realiza la oposición  es casual. Lo premedita, alevosa. Habla de pagarles a los buitres y de retornar, “obligada”, a privatizar. Quizás parte de lo mucho que se logró en estos años lo tolere por un tiempo: la AUH, el plan Trabajar, el plan Progresar, etc. Pero, tras la amplia devaluación que ya propone y la Deuda que amenaza tomar, respetando las condiciones leoninas de los prestamistas (para cobrar sus altas comisiones, convertir el trabajo en explotación y permitir a los tribunales de EE:UU. dominar en nuestra soberanía) intentará que se privaticen YPF, Aerolíneas, el gas. Y volver al negociado de las AFJP.

Según WikiLeaks, en secreto, negocian un tratado TTIP entre EE.UU y la UE. Los americanos buscan quedarse (con el eufemismo “Apertura del mercado de servicios”) con la privatización de todos los servicios públicos europeos. Y postularse en igualdad para la salud, transportes y telecomunicaciones. Las reglas las saben los asesores corporativos. Los congresistas de ambas partes, no. O los frenamos, o vienen aquí.

¿Cómo lo harían? Los “controladores”, unidos al poder fáctico, usan a medios de comunicación para convencer a la gente con acusaciones (selectas) de corrupción, de inseguridad o descalabro de las finanzas. El recorte mundial prosigue las excusas usuales del FMI. En 2012, tras dos años de “ajustes”, la deuda de Grecia, en lugar de bajar (era antes el 115% del PIB) subió al 160%. Igual a la de la Argentina cuando en 2003 asumió el gobierno Néstor Kirchner. En Grecia ahora es el 177%.

Hoy nuestro país la bajó, con políticas heterodoxas, al 39%, y al 9% en dólares con los privados. El capital de la deuda se pagará desde 2024.  Pero en Grecia el paro es del 40 % y en jóvenes, 50%. En España aún más: el 56 %. Miles emigraron de Grecia o viven malamente, con 500 euros. Los sin techo crecen y la Constitución no es respetada. En poco tiempo los suicidios crecieron el 20%. Los banqueros y los seguidores de la vieja dictadura ocupan los principales cargos. Nace otra tragedia, pero no como las de Sófocles o Eurípides: la venta total de esa nación.

¿Cuándo surgió esta práctica? En los ´70, con la Escuela de Chicago, que dirigía un nefasto Nobel, Milton Friedman. A él lo seguía fiel el jefe de nuestra dictadura, Martínez de Hoz. Profesores como Friedrich Von Hayek (quien socialmente podría ser definido como un criminal serial, aunque lo alaben economistas argentinos) tantearon países para forjar un laboratorio del “mercado libre” y de regulación estatal mínima. Ello ahora se acepta como lógico y razonable en cualquier país, sobre todo por las clases más educadas y sus epígonos de la radio y la televisión.

En canales de la tele machacan como un martillo: “El Estado debe ser mínimo” indican los economistas. Y “nunca intervenir regulando”. Dólar libre, compra libre de cuanto uno desee, impuestos ínfimos a dueños de múltiples propiedades, como ocurre en las provincias. Sin control a formadores de precios. Decidir retener la siembra. Ganan mucho y son antigobierno. Pero toleran rutas con peaje privatizado y que la ficha de estacionar, privada, crezca 114 % en 2014; así, cuadriplicó la inflación. En los ´70 ningún gobierno democrático habría admitido esos abusos.

Por eso comenzaron en 1974 con el Chile de Pinochet. La televisión argentina soporta desde hace tres décadas el elogio semanal de ese proyecto (y su “teoría del derrame posterior hacia los de abajo”, jamás cumplida) por parte de Mariano Grondona. También en Turquía (aún hoy en dictadura) lo continuó el general Evren. Cita Naomí Klein en su libro “La doctrina del shock” una charla entre Von Hayek y Thatcher. Dijo Hayek: “Acabo de regresar de Chile. Es maravilloso lo que hace Pinochet. Creo que debes hacer lo mismo”. Thatcher le replicó que ello no era factible en una “democracia constitucional”. Esta era la verdad.

Pero luego se ingenió para abrir ese camino en Europa. Tuvo suerte. Fue con dos guerras. Una, la innecesaria por las Malvinas, que salvó su carrera, le permitió la reelección cuando era dudosa y le causó (sin que nuestros compatriotas se hayan dado aún por enterados) un daño enorme a la sociedad mundial, como hoy se advierte. Ella: “Ganamos la guerra exterior y ahora ganaremos la interna”. ¿Contra quién era?

Contra los mineros y los sindicatos, opuestos a innumerables, salvajes despidos. Los redujo violenta, reprimiendo como hacía en Irlanda con el IRA, que luchaba por su libertad. Fue el más duro ataque contra los sindicatos hecho en un país desarrollado. Clase práctica que copiaría Berlusconi en Italia. Luego Gran Bretaña agradeció a Pinochet (por su apoyo secreto en Malvinas) al liberarlo con excusas de la extradición a España y prisión. Las privatizaciones masivas surgieron en dictaduras y continuaron con gobiernos electos en los 80. Fue la era de Reagan y aquí de Alfonsín, que tras recibir la deuda sextuplicada por la dictadura pagó 20 mil millones de dólares, la subió otros 25 mil, generó temible inflación y jaqueado, partió seis meses antes. Llegó Menem y puso al país de rodillas, en línea con los de América Latina, sumisa a EE.UU.

Incapaz, Reagan había dejado que la maquinaria estatal reventara. Y fue una paradoja: el Neoliberalismo de recortes y miedo sólo funciona con el control regulador del Estado. Control a los pobres, nunca a los poseedores. Regula que la gente no salte iracunda ante los despidos, el avasallamiento de sus derechos, o ganar menos que sus padres. La empresa privada no significa empresa libre, sino controlada por elites.

¿Qué ayudó? Lo que todo el planeta festejó este 9 de noviembre y lo reverencia como una gesta de libertad: la caída del Muro de Berlín en 1989, el año en que Menem llegó al gobierno. La política de Thatcher estallaba, pero la caída del Muro despertó a un original mecanismo: la privatización, con mayor deuda. El “fin de la Historia”, decretó el ignoto Fukuyama. De golpe, había poco freno para el imperialismo capitalista.

¿Cómo es posible que, primero los ingleses (lo reflejan grandes films de Ken Loach) y luego otros países europeos (en Italia los afiliados al Partido Comunista bajaron del 40 % en 1968 al 3% en 1992) toleraran volver a las duras condiciones laborales del siglo XIX? Golpes y cárcel paliaron su rebeldía. Distraídos con los amoríos de Lady Di mientras el paro y los mendigos pululaban en las ciudades europeas. Aún ahora está prohibido que se reúnan más de 4 personas frente a una fábrica en Gran Bretaña, pues pueden “influir en la moral de los trabajadores”.

En Rusia, Gorbachov abría una luz mediante la “perestroika”. Pero dos años después, adiós a la apertura. En 1991 fue el final del comunismo. El golpe contra Gorbachov (que estaba fuera de Moscú) lo generaron EE.UU y Boris Yeltsin, un burócrata “liberal” que ordenó disparar con tanques al Parlamento y se hizo del poder con el planeta mirando por la tele. Los derechos sociales a la basura. Lo titularon la “catastroika”. Las leyes las dicta un solo Imperio. Yeltsin dejó una fortuna a los hijos.

Con la música que repetirán aquí, si ganan: crecer sin cesar la Deuda. El único modo de mantener lo logrado es elegir alguien que lo amplíe.

En Rusia ocurrió la disolución de un país. Algo jamás visto. No fue la Argentina el mayor experimento de privatización, sino Rusia. Aquellos “comisarios políticos” soviéticos que mandaban, se convirtieron en los tecnócratas de las privatizaciones, para hacerse ricos. Otro laboratorio autoritario (aún dirige Putin, que era jefe de la KGB, su policía secreta) que armó un descalabro financiero y sumió a las masas en la pobreza.

De un día para otro quedó sin trabajo el 20 %. Mendigar para subsistir. Las empresas las compraba gente sin respaldo financiero, testaferros. Sin dinero, participaban en remates, tomaban la plata de la compañía comprada, la pagaban y disolvían, como en los filmes yanquis. Luego algunos jóvenes de 30 años aparecieron hace 15 años en el Mercado para blanquear dinero comprando los caros clubes de fútbol europeos.

“Libertad” para morir de hambre. Se impuso un estilo: el consumismo, superficialmente democrático. Con libertad, sí, para ganarse el pan de cualquier manera. Así surgió la mafia rusa. Y el default ruso, en 1998. Al memorar cada año la caída del bloque oriental en 1991, cubren los negociados. El lujoso hotel Grand Central de Moscú, del siglo XIX, fue vendido en 1994, en rublos, por mil dólares. Valor de uno sólo de sus candelabros, según tasó después un experto. La destrucción de Rusia la ideó EE.UU y la dirigió la burocracia, su “nomenklatura”. Si mueren los Castro, buscarán hacer caer el régimen e enriquecerse con Cuba.

Los alemanes colocaron en la Alemania Oriental el similar caballo de Troya que utilizaron en la 2da. Guerra: su Ministerio de Finanzas, que funciona aún en la misma sala en que la Luftwaffe armó su estrategia para bombardear Europa. En 1992 bombardeaban con el marco. Hoy  la bombardean con el euro. Fue la empresa Treuhand (la cual remata ya los bienes de Grecia) la que liquidó el patrimonio público de Europa Oriental, dejó a millones en la calle y a su pedestal industrial destruido.

Se convirtió Treuhand en Berlín en un Estado dentro del Estado. Fue similar a un ejército de ocupación económica. Usaba el equipamiento de las Fuerzas Armadas (de Alemania Oriental). Gratuitamente. Y los tiburones de la economía -que están aquí, como Singer, a la espera de lograr ser más ricos- compraban todo. El eslogan era el mismo de hoy en Europa: “No hay alternativa”. El premier español Rajoy es quien lo repite. Aunque parezca mentira, el retrato de Thatcher, “la dama de hierro”, colgaba en oficinas alemanas, antes comunistas. ¿Habrá un Dios? Porque ella terminó como Reagan, demente por el Alzheimer.

En esa época, Treuhand adquirió 8.000 compañías y 40 mil fábricas de lo que fue Alemania Oriental, con 4 millones de km. de bosques y tierras cultivables. El saqueo fue total. Aún en los fines de semana se remataban diez o quince empresas. Trajo a sus 4 millones y medio de trabajadores el caos, seguido de un fraude: despidieron a 3 millones.

Y muchas compañías quebraron. No siempre por criterios financieros. Influyó la política. Cerraron las empresas que exportaban al Oeste y competían con las de Alemania Occidental. Sin rival, éstas subían el precio de su mercadería. Como Clarín con sus 260 canales de cable, sin rival en miles de pueblos del interior. Se acusó a partidos políticos de recibir sobornos para favorecer privatizaciones. Algunas fábricas fueron destruidas, a pesar de existir inversores interesados en ellas. Y más empleos anulados. Las víctimas nunca se han podido cuantificar.

En otros países del bloque del Este pasaba lo mismo, ante el regocijo del hoy “santo” Juan Pablo II. Una tragedia para la gente. Desamparo, despidos, muerte. Tardíamente, el pueblo de Alemania Oriental se dio cuenta de que la Reunificación era una simple adquisición de bienes por Alemania Occidental. No había nada bueno para la gente de a pie.

Debido a Menem creció el poder del economista Cavallo, que decidió llevar el Neoliberalismo a su cúspide, con la vanidad de buscar igualar (verbalmente, pues no lo aceptaban siquiera en Brasil) al peso con el dólar. Su impiedad anhela copiarla un candidato a presidente, devoto de Thatcher y de Menem. Occidente ha cambiado: pasó del Estado de Bienestar de Keynes, al Estado de Desamparo. E incumplió las leyes laborales (lo describimos hace años en un diario) anulando numerosos derechos del trabajador. Menem (bajo su fatal disfraz de “peronista”) le agregó un toque maquiavélico: firmó convenios contra los obreros un 17 de octubre, besó al Almirante Rojas (culpable con Aramburu de los fusilamientos de 1955), congeló las magras jubilaciones por diez años.

Cambió él a un aplaudido “peronismo de derecha”. Como cambiaron variados izquierdistas que conocimos. En la tele, Bernardo Neustadt despotricaba contra Entel, que tomó la condenada M. Julia Alsogaray, hija de otro enemigo de los empleados. Menem dijo sobre los 47 mil kms. de ferrocarriles: “Ramal que para, ramal que cierra”. Y dejó al país con sólo 5.000 kms. de vetustos trenes, sus vías en mal estado, pues los privatizadores las vendían. Los camioneros celebraron. Y los militares cipayos a los que Menem indultaría. Luego vendió el país por monedas y regaló el enorme patrimonio de YPF. Acentuó la crisis otro incapaz, De la Rúa. Sucedió la tragedia de 2001, que actualmente los jóvenes olvidan: pobreza: 54%; indigencia: 27%; 39 muertos y cinco presidentes. El broche de oro fue la devaluación del 300% que realizó Duhalde para licuar las deudas en dólares de Clarín y otras empresas.

En áreas de Alemania Oriental el PBI bajó el 30% y el desempleo pasó del 0% al 20%. Tras comprar ese país entero, Treuhand presentó sus balances con miles de millones de pérdidas. Creó una deuda de 300 mil millones (como aquí Cavallo haría con el Blindaje y el Megacanje) y una ganancia de 60 mil millones. Asombro en todos. Esperaban que las privatizaciones le brindaran al país 600 mil millones y en cambio la Treuhand aseguró que perdía plata y debía todavía cinco veces más.

Se hizo cargo de esa deuda el Presupuesto Nacional, como aquí en 1982, en plena dictadura: el siempre alabado Cavallo nacionalizó las deudas privadas de las empresas. Ése es el proyecto que postula hoy Alemania (con una deuda de 250 mil millones) para la Unión Europea. Exhibe que la caída del Muro no sólo trajo libertad: también la miseria.

Ahora todos son escépticos en Alemania, y existe también tristeza en este Berlín unido. La gente vive mal, sin ahorrar, y se queja de tantos impuestos y ajustes. Ya no parece tener ilusiones. Notó como EE.UU. destrozó Irak matando a un millón de civiles (hombres, mujeres, niños) y se quedó con su petróleo e incluso con las riquezas de su Biblioteca.

El Eurogroup presentó a Treuhand como “modelo” ideal para Grecia. Se repite la historia. Tres partidos los acompañan en las políticas de austeridad. Nombraron a periodistas famosos como sus voceros y en posiciones claves colocaron a sus ejecutivos amigos. La troika (FMI, BCE y Banco Mundial) creó un Fondo, que está detrás del Parlamento. Es controlado por expertos franceses, holandeses y tres del FMI. Las condiciones exigidas a Grecia se parecen a las de un país ocupado.

Los costos de las privatizaciones los pagan los contribuyentes griegos. Pero las ganancias, estimadas al principio en 50 mil millones de euros, van al bolsillo de los acreedores. Pueden decidir, con hermetismo, la venta o concesión de edificios, tierras y paquetes accionarios. Pueden explotar la maravillosa costa de las dos mil islas griegas y las decenas de monumentos. ¿Cuál es la condición? Que no los muevan del lugar. ¿Es que alguien pensaría llevarse de allí el Partenón? Volvió a ser la Grecia de “Zorba el griego” (1964), de multinacionales extranjeras que la controlaban: pobre, endeudada, y con un sistema político corrupto.

¿Recuerda a Martín Redrado atrincherándose en el Banco Central y negándose a renunciar para defender su “independencia”? Lo mismo pasó en Grecia. Esta “independencia” es una ficción de la oligarquía para informarles a los políticos que las finanzas son un juguete que los demás no pueden tocar. Así, las elites financieras griegas nombraron en 2012 como primer ministro del gobierno a Lukas Papadimos, un ex director de su Banco Central. Algo peor aún: Papadimos llamó para su gabinete a ejecutivos bancarios. El sueño de la oligarquía vernácula.

Es patético que Grecia, donde nació la democracia, haya sido elegida para matarla. Papadimos (y luego en su lugar Antonis Samarás, un ex ministro de finanzas) son la rueda del auto que conduce a la sumisión, al control financiero extranjero. Similar a la vieja Roma, un Procónsul alemán dirige la política fiscal griega. Aquí en 2002 hubo algún amago: políticos exigían que la economía la dirigieran desde afuera. En Grecia surgió ahora el cambio: un partido nuevo de izquierda, Syriza, tiene un 30% de intención de voto. No le basta. Debe unirse a otro. ¿Vencerá?

Las relaciones entre el poder político y el financiero son en el mundo un negocio interbancario. Por eso la troika nombró a dedo en Italia en 2011-13 Primer Ministro a un economista, Mario Monti. Otro “experto” que fue a un tiempo, por siete meses, Premier y Ministro de Economía.

Eso soñaron Lavagna, Cavallo y otros. Según la oposición no hay más tiempo para perder: “La economía es una ciencia tan exacta como la ingeniería –mentía Von Hayek-. Sus reglas se pueden aplicar en todas partes”. Los argentinos sabemos que no es así. Ya lo hemos sufrido.

La recesión sigue. Esta semana se publicó que más de un tercio de la población rusa (el 34,7%) corre peligro de caer en la pobreza. Los que resisten son eliminados (¿Chaves?), o sufren golpes blandos (como Honduras y Paraguay), amén del tilde de “populistas”, que reemplaza al fenecido “comunista”. Pero hay periodistas que critican a Kiciloff por valorar a Marx. Nacieron tarde, hubieran sido delatores en el Proceso.

Un siglo y medio después de Marx, hace poco vimos un panorama de lo que ocurrirá si triunfa alguno de los opositores. El empresariado en pleno se opuso a la Ley de Abastecimiento (que rige en EE.UU. y en países desarrollados), sancionada pero que aún no está en vigencia.

Si la oposición gana y los montos de planes y haberes jubilatorios no se actualizan, perderán su poder adquisitivo. Ahora no existe, como en 2002, lugar a dónde emigrar. No hay trabajo en ningún país europeo y en esos países la salud no es gratuita para todos como aquí. Tampoco en América Latina: los hospitales cobran. Decía el Nobel Albert Camus que la ironía socrática es un arma ideal para combatir a los poderosos.

Conviene estar lúcidos y no dejarse vencer como la gente de España, Italia, Portugal, Irlanda. Esos países parecen habitados por niños a los que sus padres les quitaron las llaves de casa. Aquí saldremos igual.