Se necesita siempre de una pasión. La vida sin pasión no vale la pena ser vivida, termina siendo una existencia opaca, de rutinas y costumbres mecánicas. Lo opuesto a la pasión es el apaciguamiento. Se envejece no solamente con el paso de los años sino con el reposo, con la quietud de los deseos. Una persona apasionada, tenga la edad que tenga, tiene ganas de hacer, de busca, de estar cerca de aquello que define su pasión. Hay diferentes tipo de pasiones: las personales, la de grupos selectos o minorías, y está el fútbol, que es la pasión de multitudes. El fútbol, como otras distracciones, divierte e incluso hace olvidar, aunque sea por un instante, las preocupaciones de la vida cotidiana. Ante las angustias del vivir, es bueno un poco de placer. Pero están los que hacen de las distracciones el centro de sus vidas. Hay quienes no soportan ver uno o dos capítulos de una serie y se quedan todo el día, hasta terminar la temporada, frente al televisor. Y a quienes del fútbol hacen el centro de su existencia. Personalidades  adictivas que convierten la distracción en adicción.

   La pasión es un motor, está ligada al deseo. Cuando la pasión desencadena un alto contenido de ansiedad, el psiquismo no tiene manera de responder y entonces responde el cuerpo. Una final de la copa Libertadores tan única y esperada con Boca y River como protagonistas, genera nerviosismo y ansiedad. Y allí puede desencadenarse el mecanismo del estrés. Hay una delgada línea que divide la pasión del fanatismo. El fanático tiene un entusiasmo desmedido, es impulsivo e intolerante con lo diferente. Si soy fanático de Boca no voy a reconocer el talento de Ponzio, por poner un ejemplo. El apasionado tiene en cuenta al otro, lo reconoce. El fanático, no. El fanático es cruel, anula lo que no se acomoda a su pensar y sentir.

   ¿Por qué se estresa el hincha de un equipo? Por el exceso de expectativas y por la intensidad con la que vive mientras sucede el partido. Mientras sucede el partido, el hincha crea un microclima, un aislamiento, una burbuja, y nada sucede fuera de ese partido, de ese momento. Si el equipo del que soy hincha va ganando por dos goles, difícilmente me estrese, o al menos bajan las probabilidades de que mi estrés. El estado de tensión hace que la pase mal, impide que disfrute. A mayor distancia entre lo que deseo que suceda y lo que sucede, aumenta la tensión, hay más adrenalina, más ansiedad, más nervios y, por lo tanto, aumenta el estrés. Hay crímenes, mal llamados pasionales, que son propios de los fanáticos. Cuando  la pasión se desborda, se torna loca, fanática, impulsiva y se liquida al otro porque es o piensa diferente. La pasión no es violenta, aunque sí intensa. La pasión no estresa, lo que estresa es el exceso de expectativas. No se muere ni se mata por pasión. La pasión reanima, orienta una búsqueda personal, aporta entusiasmo y nos eleva por encima de la vida rutinaria e impuesta.