Una vez más en nuestro país somos testigos y víctimas de la aplicación, esta vez por parte del gobierno de Mauricio Macri, de políticas de transformación estructural encuadradas en el modelo económico neoliberal, que reduce todos los males al rol intervencionista del Estado. La única solución entonces es su reducción drástica. “Más mercado y menos estado” y se da inicio a un nuevo ciclo de achicamiento, posibles privatizaciones y una voluntad explícita de endeudamiento externo para financiar la fuga de capitales.

Este proceso está fuertemente sostenido por la subordinación de la economía y los trabajadores a los caprichos de los poderes concentrados, lo que justamente constituye el trasfondo socio político del vasto proceso de reformas estructurales iniciado recientemente por la nueva administración pública del PRO. El cachetazo inicial en este sentido es el despido de decenas de miles de trabajadores de diferentes organismos del Estado, que fueron estigmatizados por los mismos funcionarios y los medios afines a Clarín como “ñoquis” o  militantes kirchneristas sin auditoría alguna. Parece que esa es la forma de legitimar y extender al sector privado una medida ligada directamente al flagelo de la exclusión social.

Las consecuencias de este tipo de acciones serán la pérdida de recursos, la cancelación de la distribución del ingreso, la cristalización de nuevos niveles de desocupación y sub ocupación, y la sistemática pérdida de los derechos laborales en la clase trabajadora. Se volverá a extender la brecha entre ricos y  pobres, mientras se suspenderá la movilidad social ascendente tan característica de los últimos 12 años que el Kirchnerismo supo sostener a través de políticas inclusivas y conquista de nuevos derechos.

Pero los efectores del Disciplinamiento social son mucho más amplios y buscan generar reformas en la estructura de oportunidades individuales y el escenario donde se desarrollaban los conflictos y luchas sociales. La fragmentación y la exclusión social son procesos que pueden observarse no sólo desde las cifras económicas, sino desde la inscripción en los discursos de los sujetos, en la instrucción de los cuerpos, y desde allí  en las formas de comportamientos. Micheal Foucault explica que “lo propio de las disciplinas es que intentan definir respecto de las multiplicidades una táctica de poder que responde a tres criterios: hacer el ejercicio del poder lo menos costoso posible, hacer que los efectos de ese poder social alcance su máximo de intensidad y se extiendan lo más lejos posible...aumentar a la vez la docilidad y la utilidad de los cuerpos”.

No tengo dudas de que las medidas anunciadas durante las últimas semanas por el gobierno de Mauricio Macri tienen como objetivo central la consolidación  de un programa de reestructuración integral de la organización social cuyas bases son la paralización de la economía interna, el consecuente  aumento de la desocupación y una considerable “inyección de pasividad”. Si a esto le sumamos los mecanismos de persecución política sostenidos por la necesidad de “deskirchnerizar”,  la complicidad de la mayoría de los medios de comunicación corporativos que no hacen más que crear un sentido común revanchista, y la reciente declaración de la “Emergencia en Seguridad” por parte de la ministra Bullrich, lo que se consigue instalar es un caldo de cultivo perfecto para el disciplinamiento.  ¿Cuáles podrían ser las consecuencias a mediano plazo? En principio el desmantelamiento de las diversas modalidades de organización social y empoderamiento ciudadano, fortalecidas durante la última década; la desarticulación de identidades políticas y sociales fuertes; la invisibilización del bagaje ideológico que guía y acompaña las acciones; y el reemplazado del lenguaje político, por uno meramente moral (cuasi ONG) que exige por la purificación de la “cosa pública”.

La forma de enfrentar los movimientos del PRO en el poder para quebrar el disciplinamiento están muye lejos de la “Resistencia”. Dejemos el término para utilizarlo en referencia al 55 cuando las estructuras debieron actuar coordinadamente para desarrollar una suerte de democracia  basada en la cultura de fábrica, en relación a las nuevas condiciones de lucha, que los obligaban a moverse en la clandestinidad. Hoy, en un contexto que obliga al kirchnerismo a alejarse de  la endogamia militante y volver a ganar la calle, la única alternativa es la construcción de hegemonía real. Para ello será necesario consolidar la articulación política y comunicacional; dar la discusión dentro del propio peronismo y los sindicatos; fortalecer su lugar de primera fuerza opositora con Cristina Fernández de Kirchner a la cabeza; y la creación de un Frente para la Victoria maduro que capitalice las múltiples expresiones sociales y convocatorias ciudadanas que han surgido y surgirán ante los atropellos del macrismo.