Apenas ganó, Macri ideó dos fotos: junto a su gabinete y los gobernadores. ¿El objetivo? La construcción de una imagen de diálogo, a la vez que avanzaba en medidas ejecutivas polémicas. El verde cesped de Olivos junto a la totalidad de los gobernadores del país iba a ser tapa de los principales medios del país, que comenzaban a editorializar sobre los valores republicanos. Luego vendrían los 29 Decretos de Necesidad de Urgencia, violentando legislaciones como la Ley de Medios, y algo (casi) inédito: el nombramiento de dos miembros de la Corte Suprema sin pasar por el Senado, lo que registra un antecedente sólo en el Siglo XIX. Con la mayor parte de los medios de comunicación a favor, Macri pensó que lo primero taparía a lo segundo. Pero esto no sucedió y un coro rutilante de voces (algunas incluso del propio espacio de Cambiemos) se posicionó contras las nuevas medidas. Sin embargo, el nuevo presidente prosiguió con dinámica: al quitar las retenciones al agro, Macri decidió disminuir subsidios a la luz y el gas, lo que se traducirá en subas de tarifas en enero próximo. Y falta la triste frutilla del postre, que impactará al conjunto de los trabajadores: la mega anunciada devaluación, planificada en estos momentos por el economista ortodoxo Alfonso Prat Gay. Cómo se ve, un cúmulo de decisiones orientadas a favorecer al sector más acaudalado de la sociedad.

 

En Venezuela, la derecha recibió el triunfo de la Asamblea Nacional con tres amenazas concretas: el cierre del canal televisivo de ese cuerpo (ANTV) y la derogación de dos importantes legislaciones, como son la Ley Orgánica de Trabajo y la Ley de Precios Justos. La reacción fue tal que los voceros de la MUD tuvieron que relativizar aquellas medidas, aunque sean pedidos concretos de parte de la principal cámara empresarial del país, Fedecamaras, que tuvo participación en el golpe de 2002. Y en Brasil, la poderosísima FIESP (Federación de Industrias del Estado de San Pablo) acaba de anunciar que se suma al pedido de impeachment -derrocamiento “legal”- sobre la presidenta Dilma Rousseff, propiciado por el diputado Cunha como contrapartida a las investigaciones que afronta por supuestas cuentas ilegales en Suiza. Sin embargo, las nuevas movilizaciones contra Dilma fueron notoriamente menores que las de principio de año, y la presidenta acaba de sumar el apoyo de los alcaldes de las principales 16 ciudades del país.

 

El breve recorrido nos muestra una idea lineal: la derecha latinoamericana ha salido con fuerza a intentar retomar el control político en las tres principales economías de la región, pero encuentra fuertes contrapesos de parte de la sociedad civil organizada. En Argentina, donde ya gobierna, y parcialmente en Venezuela, donde ha arribado con fuerza al parlamento, la derecha avanza torpemente en su intento de construir frente a lo ya construido. El traspié de Macri en relación a los nombramientos de jueces de la Corte Suprema sin ir al Senado demuestra además una incongruencia de discurso: la idea matriz de “institucionalidad” quedó allí rezagada, a tal punto de provocar el repentino disgusto de sus “pares republicanos”. Igual consideración amerita la amenaza de la derecha venezolana -quien permanentemente esgrime una supuesta “falta de libertad de expresión- de cerrar un canal de televisión.

 

En definitiva, América Latina vive un nuevo momento, de crecientes disputas. ¿Qué posición tomarán las mayorías populares de Argentina ante este conjunto de baterías “de shock” de la derecha gobernante? ¿Cubrirán los medios masivos de comunicación las pujas crecientes que habrá ante el intento de avanzar sobre legislaciones democráticas? ¿Cómo impactarán estas medidas en otros países, como Bolivia y Ecuador, donde las fuerzas posneoliberales aún siguen gobernando plenamente? Más dudas que certezas asoman sobre el cielo latinoamericano ante el avance de la “restauración conservadora”, tal como la definiera Rafael Correa.