Este enésimo debate por la legalización del aborto en condiciones de sanidad, recuerda otros previos en este país, que salvo los diez años de Perón y el tiempo de los Kirchner, nunca dejó de ser una Colonia. Memoremos el de 1954 por la legalización del divorcio, que estaba vigente en todos los países más o menos civilizados, incluso Uruguay. Lo ganó el peronismo y sólo estuvo vigente un año. En 1956, la Dictadura de Aramburu y Cía. lo anuló por más de…¡30 años! Había 18 millones de habitantes (no 44) y nada menos que 132.000 camas en los hospitales, duplicadas por ese primer Ministro de Salud, Ramón Carrillo. El que construyó 234 hospitales y policlínicos, mientras las autoridades de la ciudad de Buenos Aires querían hace dos años anular 4 de la calle Caseros para dejar…¡1!¿ Se imagina el lector que hubiese ocurrido con la pandemia? ¿Y cuántas camas había aquí a principios de 2020?

Menos de 10.000, incluyendo las privadas. ¿Dónde están aquellas 132.000? Las fueron destruyendo. Tampoco cantemos victoria. Tenemos ya 40 mil muertos, mientras Rusia, con 147 millones de habitantes, suma 43.000. Claro que en Italia, España y el Reino Unido, rige el toque de queda desde las 22 horas. En Alemania, la Canciller habló duramente por la tele, advirtiendo que espera no sea el último año que la gente disfrute de sus abuelos. Nadie dice, como los inútiles que afirman ser periodistas en nuestra tele, “hay que ver si la gente aquí acepta los controles”. ¿Por qué los toleran allá? ¿Bondad? No, por multas desde 200 a 1.000 euros. Quien no acepte pagarlas, irá preso. “La víscera que más le duele al hombre es el bolsillo”, dijo Perón. Y no hay fiestas que terminan a las 4 o 7 de la mañana mientras la policía mira hacia otro lado, como se ve en Argentina. Ni vacaciones previstas en la costa, para ganar dinero, sin distancia ni control. La salud pública y el deber, en Europa son primordiales. He visto en España que para ser un policía los cursos duran 3 años, y si un policía es descubierto infringiendo la ley, lo paga caro. Aquí se limita a mirar su celular durante horas y no vigilar lo que sucede al costado. Y es tolerado.

Ocurre que la gente cree que el mundo fue siempre de la forma en que la educaron a ella. No es así. Usanzas y verdades cambian. La censura de la sexualidad fue inaugurada por los romanos (dueños del planeta por más de 300 años) hace dos mil años. Sus reglas limitaban la vida sexual a la procreación (lo cual asimiló la Iglesia Católica) aunque sin culpa practicaban la homosexualidad, que el papa Francisco declaró ha verificado en exceso en el Vaticano. El cristianismo adoptó, ya que provenía del judaísmo, una vastísima sexualidad puritana, similar a la de la Torá: sostiene que la madre de Cristo lo parió virgen y él murió soltero a una edad (33) en que todos los hombres estaban casados. Pero aún ahora se oculta que los reyes hacían caso omiso de las reglas. Sin culpa, hasta el año 1223 los reyes francos fueron polígamos, lo cual indica que esta rígida moral que define hoy a las costumbres cristianas se impuso con lentitud, a través de los siglos. Ejemplo: el matrimonio casi no existía, las parejas vivían juntas. Porque era un contrato civil limitado a la Europa estimada progresista y rica. A tal punto que sólo a partir del siglo XII (1200) la Iglesia instituyó el matrimonio como sacramento, imponiendo la monogamia e indisolubilidad.

Más aún, sólo desde el siglo XV (año 1523) se celebra dentro de una Iglesia y no fuera. Como en la democracia ateniense la mujer no tenía ningún derecho (parecido al actual debate por el aborto), el cristianismo le dio a la mujer un pequeño derecho: consentir o no en la ceremonia matrimonial. Para la época fue un logro, ya que su tarea se limitaba a obedecer, callar y la crianza de los hijos.

El culto a la Vírgen María, por 1.200 años fue ignorado y surgió en el siglo XII, es decir 1.200 años luego de la muerte de Cristo. Su carácter místico y sentimental la convirtió en la mediadora de sabiduría e imagen de salvación universal. Antes, ni ella ni las madres, dadoras de vida, tenían excesivo prestigio, porque gran parte de los niños morían al nacer, hasta que a mediados del siglo XIX surgieron las medidas de higiene de Pasteur. Fue en el siglo XX cuando el prestigio maternal aumentó, pues al disminuir la mortalidad infantil gracias a la alimentación, la mayoría de los niños llegaban a adultos. A fines del siglo XIX muchas mujeres tenían 10 o más hijos, que dejaban en manos de nodrizas para que los amamantaran. Y menos se ocupaban de ellos las de clase alta.

Pero su opresión siguió. Hace apenas 30 años que se condena al hombre golpeador: el hábito de castigar a la mujer era aceptado, incluso por ellas, debido al machismo oculto. Y en el cine, hasta los años ´70. Galanes como Clark Gable, Alan Ladd y Jean Gabin pegaban cachetazos en los films y eran venerados por las mujeres. Alguna amante –como Marlene Dietrich, quien vivió 5 años con Jean Gabin- dijo feliz: “Me pegaba como sólo un francés puede pegarle a una alemana”. Otra sumisión, desde 1215: se proclamó para los cristianos la obligación de confesarse al menos una vez al año a partir de los 14, lo que derivaría en el examen de conciencia el control social de pensamiento y el psicoanálisis. La Iglesia, que posa de democrática hoy, no vaciló en castigar discrepancias con acusaciones de brujería, y quema en la hoguera con la Inquisición, amén de las “posesiones satánicas” que terminaban en muerte y el film polaco “Santa Madre de los Angeles” (1961, director Jerzy Kawalerowicz) retrata basado en las monjas ursulinas en 1621: el autocastigo físico de algunas y también de hombres, y el deseo carnal de una monja que goza sin temores. La dualidad humana.

 Los papas son un caso aparte. Hubo niños, o guerreros (Julio II, que pidió a Michelángelo hacerle la tumba más lujosa y original) e incluso asesinos (como Pío IX, que no le dirigía la palabra a sus sirvientes, y era el rey del Reino de las Dos Sicilias, abarcando desde Sicilia hasta Nápoles y desde el Mediterráneo hasta el mar Adriático) y antes de huir por la llegada de Garibaldi y sus 1033, fusiló a dos jóvenes rebeldes, como testifica el film “En nombre del Papa Rey” (de Luigi Magni). Cuando Garibaldi cedió el poder al Rey Víctor Manuel II en 1861, éste dio el Vaticano a la Iglesia, que si bien desde entonces arguye que su poder es “espiritual y no terrenal”, se publicó posee el 20 % de las propiedades de Italia. Mi abuela paterna, a la que no conocí, trabajaba desde principios del siglo XX una tierra alquilada a la Iglesia. Debía darle el 50 %.

Aquí se discute, en un país que está en el trasero del mundo, si el aborto en condiciones higiénicas es conveniente o no. Le cuesta al Estado 5.000 millones de pesos al año salvar a las pobres víctimas que se lo han hecho mal y van a parar al hospital. Incluso un 4 % de ellas, fallece. El film británico “El secreto de Vera Drake”, de 2004 y dirigido por el prestigioso Mike Leigh, relata el caso real de la realización de abortos clandestinos en un barrio muy pobre de Londres en los años 1950. Por una mujer buena y humilde, que no les cobra a sus vecinas casadas. Sólo las ayuda, mientras vive con su marido e hijos mayores. ¿Final? Será ejecutada. El film recibió el León de Oro en el Festival de cine de Venecia y la Copa Volpi a la mejor actriz. ¿Esta historia tapa de diarios tuvo alguna consecuencia? Como existía allí el voto para la mujer desde 1914 (aquí gracias a Eva Perón desde 1947, si bien fue vilipendiada por mujeres de las clases alta y media favorecidas por aquel derecho) se votó el derecho al aborto en los hospitales públicos en 1967, es decir hace 53 años. Sin la excusa de la objeción de conciencia que siempre esgrimen aquí los que de mañana en el hospital se niegan a hacerlo, y de tarde en su consultorio cobran mucho y lo realizan.

¿Estoy inventando? No, lo viví. Tenía 23 años y una chica con la que salía, 18. No sólo pagué sino que la acompañé. Allí vi varias mujeres casadas (solas), una enfermera que trató a mi compañera como si fuese puta (el único consejo que dio fue hacerla caminar y con tacos bajos) y ninguna otra jovencita. Me pasó lo mismo un par de años después, a pesar de mis cuidados con las fechas de la regla y los días posteriores en los que se podía hacer el amor sin peligro. Yo había sido hasta los 15 años de la Acción Católica, y dejé cuando intuí que un cura quería aprovecharse. Como tenía mucha calle y era campeón deportivo, le conté a otro y pidió que no me confesara más con el primero. Ni con ninguno, respondí. Sí, había pedófilos en los años ´60. Lo refleja el film de EE.UU. “Spotlight” (2015) que la Iglesia intentó se exhibiera poco aquí, y muestra al final una lista de 600 iglesias de ese país con pedófilos. ¿Cómo hace la derecha, tan antiabortista, para no abortar, negarse a usar preservativos y tener uno o dos hijos? ¿No hará el amor?

A pesar de que se supone que la Iglesia Católica ha progresado, en 2017 se descubrieron en un convento de Irlanda 800 cadáveres de niños de entre 4 meses de gestación y 2 años. Casa de acogida de jóvenes pobres, abrió la investigación a diversos conventos, pues no pertenecían a otra época. Fueron datados entre 1925/71. Los preferían muertos, antes que nacidos de esas madres solteras. Aparentemente, matar y enterrar niños no es un crimen católico.

Lo raro es que los sacerdotes y sus acólitos, que en el Congreso defienden “la vida”, son los mismos que vieron morir a 30.000 personas durante la última Dictadura. Ellos esperaban a los que en aviones llevaban personas al mar, las desnudaban, les aplicaban pentotal, las tiraban al mar y al volver, los bendecían. ¿Qué pasó,  esas vidas valían menos que la de una mujer que aborta? Hace ya casi medio siglo, en 1971 en Francia, hubo un juicio contra cinco mujeres y una menor que abortaron tras ser violadas. Las mujeres se rebelaron y elevaron a un juicio político a la ley de 1920 que penalizaba a la mujer por abortar. La escritora (compañera de J. P. Sartre) Simone de Beauvoir, junto a conocidas actrices (Jeanne Moreau, Catherine Deneuve) firmó unida a famosas el histórico documento “Manifiesto de las 343 salopes” (algo así como putas).

Fue un escándalo no sólo en Francia, sino mundial al salir el 5 de abril de 1971 publicado en el nª 334 de “Le Nouvel Observateur”. Por declarar haber abortado, se expusieron a procesos legales y a terminar presas. Reclamaban que el aborto fuera gratuito y libre durante las diez primeras semanas de gestación. “Un millón de mujeres abortan cada año en Francia. Lo hacen en condiciones peligrosas a causa de la clandestinidad a la cual están condenadas, cuando esta operación practicada bajo control médico es de las más simples. Se sume en el silencio a este millón de mujeres. Yo declaro ser una de ellas. Yo declaro haber abortado. De la misma manera que nosotras reclamamos el libre acceso a los métodos antinconceptivos, reclamamos el aborto libre”. A seis mujeres se las juzgó en Aix. Tres fueron acusadas de “tentativa de aborto” y “ejercicio ilegal de la medicina”, y otras tres por complicidad.

Esto produjo que se abrieran clínicas abortistas como en EE.UU, y se publicó un manifiesto de 331 médicos que declaraban haber practicado abortos, proclamándose a favor de interrumpir los embarazos en hospitales públicos. Durante la presidencia del derechista Valéry Giscard d´Estaing, la abogada y sobreviviente del Holocausto, Simone Veil, al frente del Ministerio de Sanidad, presentó un proyecto. Usó el argumento de la salud pública y no el del derecho de la mujer a decidir sobre sí misma, aunque si los hombres podemos hacer con cualquier parte de nuestro cuerpo lo que queremos, no hay razón para que la mujer no haga lo mismo. En ese momento la sociedad no esperaba oír su alegato: “Ninguna mujer recurre al aborto livianamente. Basta con oírlas: siempre es un drama, y lo seguirá siendo”, recalcó con tono persuasivo. “Por eso, si el proyecto que se les presenta toma en cuenta la situación de hecho existente, es para controlarla, y en lo posible, disuadir a la mujer”, terminó la Ministra. Tras 3 días de intensos debates, la Ley Veil fue votada por la Cámara de Diputados, con 284 votos a favor (en su mayoría, de izquierda y de centro) y 189 en contra.

Se promulgó el 17 de enero de 1975. En Italia rige desde 1978, así como se permite en Alemania, Reino Unido, España desde 1981, con modificaciones en 2010, y en el país más católico del planeta, Irlanda, desde 2013, luego que muriera una mujer a la que se le prohibió hacerlo. Ahora que tenemos el mismo Ministro de Salud que hace 15 años (2005) Ginés González García, vale recordar que el vicario castrense Antonio Baseotto señaló en una homilía durante la peregrinación de militares a Luján, que García  “merecía que le cuelguen una piedra de molino al cuello y lo tiren al mar”. Parece que añoraba otra época no muy lejana. Y lo más absurdo, es que mientras el papa Francisco hace lo inimaginable para que esta ley nunca se apruebe, si él sale del Vaticano, cruza el puente y se sienta enfrente, en el barrio Trastevere, a comer una pizza, existe derecho al aborto. Higiénico, gratuito, con derechos. Allí es el Obispo de Roma, debe saberlo. Pero aquí, no lo acepta.

Dios no te pide aceptar vivir. Vives o no. Vida del desheredado, no serás nunca libre. O por hambre o por carencia de derechos; uno, elegir lo que deseas hacer con tu cuerpo: el libre albedrío. Sobre todo, si atas tu proceder a lo que le dicta cualquier iglesia. O al “derecho natural”, paradoja que nadie sabe de dónde nace. “El hombre nace libre, pero vive encadenado”, señaló Rousseau.