Si grande es la indignación que causa la negativa de los muy, muy  ricos argentinos a contribuir a aliviar las penurias causadas por la pandemia del Covid 19 al oponerse tenazmente a la sanción del “aporte solidario” no es menor la indignación provocada por el acaparamiento de las vacunas contra esa misma epidemia por parte de los países más ricos. Algunos como Canadá se aseguraron vacunas para cubrir seis veces a su población. Dado que la producción es limitada, por lo menos en el mediano plazo, eso significa un acto deliberado de dejar sin protección a los habitantes de los países pobres.

De ello se deduce que el tema de la desigualdad, que se produce dentro de cada país también se produce, y en escala aún mayor,  entre los distintos países.

No hay duda de la desigualdad que se experimenta al interior de cada país. Diferentes autores (probablemente el más importante y más documentado sea Piketty) nos señalan que la desigualdad se da en muchos países, pero ese análisis dentro de cada nación se  puede enriquecer al ampliar el enfoque y pasar de los estados/nación a una visión global e histórica. En el caso argentino la visión histórica de la desigualdad permite rastrear su desarrollo desde la colonia, con una sociedad estratificada entre cristianos viejos, conversos, indígenas, mestizos y  africanos. Sobre esta base se consumó en el siglo XIX un esquema de clases, en la que un pequeño grupo se apropió de gran parte de la riqueza del país, principalmente, pero no únicamente, de las tierras fértiles. Este esquema, con atenuaciones o retrocesos parciales durante los años con gobiernos populares, se mantiene vigente.   

Es conocido el procedimiento de dividir la población en deciles y clasificarlos según su nivel de ingresos, de manera que se ubican al 10 % más rico en la punta de la pirámide, luego al siguiente 10 % y así sucesivamente, De esta manera se calcula cuánto del ingreso total es absorbido por el 10 % más rico y hacer comparaciones con el ingreso de los niveles más bajos. Eso permite conocer, por ejemplo, que el 10 % más rico gana más que la mitad más pobre. Este tipo de análisis se hace para cada país. 

En la ampliación del enfoque del estado nación al nivel mundial es interesante el trabajo realizado por R.P. Korzeniewicz y T.P. Moran. Tomaron datos de 85 países y calcularon el ingreso promedio de cada decíl en los distintos países. Luego llevaron los deciles de ingreso al nivel de la suma de los 85 países. Por último ubicaron en cada 10 %  global los deciles de cada país. El resultado es sorprendente. En el primer decil, es decir en el que se encuentran los más ricos, se ubican la gran mayoría de los deciles de los países ricos, aunque al nivel nacional ellos correspondan a niveles bastante bajos. En sentido inverso en los deciles bajos del esquema global se ubican, además de los más pobres, deciles relativamente altos de países pobres. Esto es una muestra clara de la gran desigualdad existente entre los países.

Así en el nivel más alto del esquema global se ubican 7 de los deciles de Estados Unidos, lo que significa que una persona que en ese país está por debajo del promedio de ingresos, comparándola con el promedio de los 85 países de la muestra sería de los más ricos. También se muestra que el segundo nivel más pobre de México tiene ingresos superiores a los 7 niveles más pobres de Guatemala.

Estas desigualdades que se remontan a la época de las colonias europeas esparcidas en el mundo entero, se vieron reforzadas por la crisis del sistema neoliberal en los países desarrollados cuyas consecuencias están siendo trasladas a la periferia.

Hay más de un camino para disminuir estas inequidades. Por supuesto uno de ellos es una toma de conciencia de los países ricos de lo injusto que resulta la apropiación de un porcentaje desproporcionado de las riquezas mundiales y actuar en consecuencia, es decir adoptar estrategias para ayudar verdaderamente a los países periféricos a mejorar su posición relativa empezando por condonar todas las deudas sin ningún tipo de condicionalidades. Pero sabemos que esto es más una expresión de deseos que una alternativa posible.

Otra alternativa sería disminuir eliminar paulatinamente los sistemas institucionales que prohíben o restringen la movilidad de las personas entre los países. A finales del siglo XIX y principio del XX hubo procesos migratorios bastante numerosos, las barreras de ingreso de los países más pobres a los que ofrecían más posibilidades eran más laxas. Estados Unidos y Argentina son dos ejemplos. Pero a partir de la segunda mitad del siglo XX cambiaron las condiciones. Aún los estados en que las desigualdades son bajas tienen cerradas sus fronteras y en general se ve un esfuerzo por mantener o intensificar esas restricciones. Mientras que los capitales se mueven libremente por el mundo en forma prácticamente instantánea a los seres humanos se le crean muros físicos como el propiciado por Trump en la frontera entre EEUU y México, muros legales como los existentes en Europa o muros de discursos discriminatorios como los pronunciados por Pichetto y gran parte de la derecha. Se requeriría una campaña mundial que abrogara por el derecho de las personas a vivir en donde la vida sea mejor, especialmente aquellas que viven en países en que la miseria extrema, la violencia y la discriminación de etnias, religión o género la vuelve insoportable.

El desarrollo económico sostenido de los países pobres es una de las maneras en que se pueden disminuir las desigualdades entre países. Sin embargo pocos son los ejemplos de éxito (Suecia cuando terminaba el siglo XIX, Japón después de la guerra, Corea del Sur a fines del siglo pasado). Mientras tanto a través de distintos dispositivos los países centrales fueron ampliando las brechas, profundizándola con la hegemonía del neoliberalismo. Sin embargo tenemos un ejemplo de lo contrario que es el de China, que   con un proceso muy alejado de los cánones neoliberales, a partir de la planificación y la centralidad del rol del Estado, se convirtió de gran productor de bienes y en un temible competidor en sectores intensivos en tecnología y conocimiento. Dado el enorme peso demográfico de China este desarrollo económico influye drásticamente en los datos de desigualdad  a nivel mundial, más aún si se le suma otro peso pesado en términos de población como es India que parece estar siguiendo los pasos de China.

Por todo lo antedicho se concluye que los esfuerzos por reducir la desigualdad no debieran reducirse a hacerlo solamente dentro de las fronteras nacionales sino que requiere una visión global.