Según un conteo de The Washington Post, en 1.460 días en el cargo Trump dijo 30.558 afirmaciones falsas o engañosas, mintió al decir que su gobierno había creado “la mejor economía en la historia de EEUU”. Ese concepto lo repitió 492 veces, según el periódico. El tema del “recorte más grande de impuestos” es la segunda mentira favorita de Trump. La dijo 295 veces, según el mismo conteo. Estaría bueno que algún medio argentino cuente las mentiras del Gobierno de Mauricio Macri.

El dos meses (febrero-abril) el número de estadounidenses empleados bajó desde 153 millones a 130 millones, 23 millones de puestos de trabajo perdidos. En abril el empleo retrocedió a 1999. Veinte años perdidos por la pandemia. Para retornar a la pre pandemia, hay crear 11 millones de empleos, pero en diciembre quedaron cesantes 140.000 trabajadores. Trump ha sido el primer presidente después de la Segunda Guerra Mundial en ver caer el empleo, habiendo logrado previamente el récord de éxito (alrededor de 3% de desempleo).

La impericia para contener la pandemia constituyó uno de los fracasos presidenciales más catastróficos en la historia estadounidense. Hasta entonces las encuestas daban reelección. No sus constantes mentiras, pedanterías y provocaciones, ni la economía o el comercio mundial. No la muerte del moreno en manos de la policía. Ficciones insolentes, dichos indignantes sobre la letalidad y propagación del virus: “una gripecita”, “el virus chino”, denigrar mexicanos, deshonrar medios expulsando periodistas de sus conferencias, difamar expertos en salud, y la incalificable convocatoria al Capitolio, sus propios eventos ilustran el grado en que este personaje ha resignado su responsabilidad para la seguridad y la protección de la ciudadanía. La negativa a desarrollar una estrategia nacional para contener el virus en EEUU ha costado miles de muertes evitables y de todos modos no pudo evitar la crisis económica.

CUATRO AÑOS EN MANOS DE MENTIROSOS

Frente al colosal fracaso de Trump, Bolsonaro, Macri, Piñera, los países están sufriendo y seguirán. Pero hacer un balance del historial de las presidencias Trump, Bolsonaro, Macri, Piñera,  incluso antes de la pandemia deja en claro que estos países eligieron mal.

Heredaron economías estables, con buenos niveles de consumo, desempleo bajo, desperdiciaron  oportunidades para abordar desafíos de largo plazo. La producción y el empleo están cuantiosamente deprimidos, el mercado laboral y el aumento de las dificultades económicas traerán una recuperación muy desigual. Recuperar el consumo, la inversión y el empleo de los escombros que dejaron y dejaran Trump Bolsonaro, Macri, Piñera, requerirá un aliento fiscal agresivo y programas intrépidos de inversión pública. Para derrotar al COVID-19 los Gobiernos deberán proporcionar todos los recursos necesarios para contener el virus y mantener a las familias, las pequeñas empresas y los gobiernos provinciales. Es necesario no solo aliviar el sufrimiento, sino también salvar puestos de trabajo, e impulsar el crecimiento económico, acelerando la recuperación.

En la Argentina necesitaremos corregir la sub-inversión pública que financió el ajuste Macrista ofrendado al FMI-en infraestructura, salud, educación- que ha socavado nuestra prosperidad ciudadana, debilitado la seguridad, la economía de las familias, ampliando las previas disparidades económicas.

Trump se fue y, según estiman las consultoras privadas, la quinta parte más rica de los estadounidenses habrá recibido dos tercios de los beneficios totales de la ley tributaria en 2018, para el 2027 y solo el 1% superior recibiría el 83% de los beneficios totales. Esta tendencia de ayudar a los más ricos también aumentó las desigualdades raciales, los afroamericanos y los latinoamericanos obtienen desproporcionadamente menos beneficios de la ley fiscal en relación con la parte del ingreso total. La misma incapacidad de Macri, Bolsonaro y Piñera para garantizar un crecimiento económico para el conjunto de la ciudadanía.

El historial de priorización de los ricos y amigos sobre todos los demás ciudadanos, los une inequívocamente. Todos ellos le han fallado al pueblo. Llegaron con el pretexto de establecer “la racionalidad política y la racionalidad rectora” (Foucault), que los Gobiernos anteriores supuestamente no habían tenido. Y aunque el neoliberalismo como el coronavirus ha mutado a otra cepa, podemos partir de estos términos para comprender la manera en que llega a gobernar como una forma normativa de razón.

La racionalidad política neoliberal es un desarrollo donde la verdad, el conocimiento y las formas de juicio nunca son ajenos a las relaciones de poder. La racionalidad política es una condición de la practica constitutiva de sujetos como el “homo economicus”, y de objetos como “la gente”, un ensamble socio político particular de fuerzas (Callison). Esta racionalidad política no es un discurso, aunque inventan relatos y opera a través de ellos. El discurso puede detallar un orden o acople de actos normativos que introduce a los sujetos dentro del relato. Los cuentos de viejas se han vuelto dominantes, instalan mentiras que se convierten en sentido común. La racionalidad rectora (no la política) opera de modo discursivo, capturando el orden normativo en que la razón llega a gobernar legítimamente y nos dice como estructurar la vida y la actividad, en un todo.

Este es el más claro ejemplo de distanciamiento del concepto de soberanía que ejercen en forma impúdica los comunicadores y ecolobistas: “Miremos a los países serios”, dando a entender que a partir de hacer lo mismo que ellos un país es serio, y si no hace lo qué esos países hacen, es “poco serio” o “país inviable”. Ellos dicen cual es “la forma de vivir en el mundo” o la forma de “caer del mundo”.

Weber dice que hay dos tipos de acciones racionales, la que tiene arreglo a valores y la que tiene arreglo a fines. La acción racional con arreglo a valores, aunque siempre es irracional, nos permite elegir entre la acumulación de riqueza o la igualdad.

La acción con arreglo a fines son medios para obtener un valor que cargamos desde 1976: “la eficiencia” porque la silla argentina cuando te sientas se rompe, el ajuste frio de la planilla de cálculo para que los números cierren. Aunque haya racionalidad instrumental, es cruel porque se apodera de todo, incluyendo los valores. Puede ser eficiente y poderosa-poderosa en términos de poder-pero no tiene ningún otro fin que alcanzar un objetivo, y en ese camino no tiene restricción dice Weber, no lo dice Marx, Engels, Lenin ni Perón.

Sobresale destructivamente, lo hemos visto en tres oportunidades en los últimos cuarenta y cinco años. Aunque es solo un medio constituye un sistema de dominio y reproducción automática, colocando al ciudadano bajo esa fuerza que disuelve los valores más caros. Weber dice que el capitalismo y la burocracia comienzan como un medio para generar riqueza y buena administración pero se convierten luego en sistemas de dominio colocando a la humanidad en “un caparazón duro como el acero”. Se convierten en formas de poder y racionalidad que mutan en fuerzas, gobernando y dominando ciudadanos y países.

Macri utilizó varias veces la palabra gobernanza en sus peroratas. El concepto tiene origen en las escuelas de negocios. Hace tres décadas existe una innegable fusión entre la política y los negocios. Solo mencionar que la facturación de algunas corporaciones internacionales supera la suma de varios PBI de países emergentes.

Pero no estamos seguros si Macri utilizaba el término gobernanza estando muy al tanto de su significado, pero súper coacheado, lo intercalaba con Gobierno, gestión, educación, tecnología. Le sucedía lo mismo cuando mencionaba a las “instituciones”, nunca diferenciaba entre instituciones políticas, educativas, con fines de lucro u ONG.

No existe una definición de gobernanza, pero tal vez esté asociada a la gobernanza corporativa un concepto ochentoso como: “la nueva gestión pública”. Tenía como meta transferir métodos de la administración del sector privado a los servicios públicos. Algo que fracasó en forma rotunda en el mismo lugar que se originó, el Reino Unido. Pero Macri igual lo intentó desde 2015.

El ex presidente era un experto en leer prólogos, tomar frases hechas y mentir descaradamente. Hablar de gobernanza como “modernidad” tal vez le fuera funcional porque aplica a los procesos de gobierno donde se propugna “un Estado mínimo”. Esta forma administrativa primaria del neoliberalismo es la modalidad a través de la cual se crea la atmosfera, se estructuran las restricciones y los incentivos “de la normalidad neoliberal”

El neoliberalismo contemporáneo sobrevive gracias a la gobernanza esencial para  despolitizar la política y naturalizar la dominancia financiera, que incide en todas las aéreas de la vida. Por lo tanto aunque Macri ni se entera, existe una convergencia sinérgica entre la gobernanza mundial y la razón neoliberal (parafraseando el título de Laclau “La razón populista”). Macri solo fue un instrumento funcional que facilitó un gobierno sin Gobierno, la práctica que mejor implementó el mejor equipo de los últimos 50 años fue vaciar el Estado y saquear el país.

El presidente Biden prometió una respuesta acelerada a una serie de desafíos angustiosos, la economía muestra nuevos signos de debilidad, la pandemia mató a más estadounidenses que las guerras en el exterior. Mientras Washington sigue discutiendo el asalto al Capitolio, los esfuerzos para responsabilizar a Trump por su papel en la incitación a la violencia se reducen a la suspensión en Twitter.

Como decíamos, el Departamento de Trabajo informó que la economía perdió 140.000 puestos de trabajo en diciembre, poniendo fin a una serie de crecimiento de siete meses consecutivos. Biden se comprometió a actuar rápidamente para impulsar un paquete de estímulo de 1,3 billones de dólares a través del Congreso para brindar alivio a las personas con dificultades, las pequeñas empresas, los estudiantes, los gobiernos locales y las escuelas.