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Desde Brasilia

“No hay arreglo” con Sergio Moro tronaron a las 17.05 horas desde el cordón de militantes formado en el Sindicato de Metalúrgicos de San Bernardo do Campo dentro del cual estaba Luiz Inácio Lula da Silva. A las 17 había expirado el plazo dado por el responsable de la causa Lava Jato para que el ex tornero mecánico se presente en la Superintendencia de la Policía Federal de Curitiba donde comenzaría a purgar una pena de doce años y un mes de prisión. A pesar de la intimidación morista el jefe del Partido de los Trabajadores no viajó a la sureña Curitiba, permaneció en San Bernardo do Campo y por lo pronto no fue arrestado por una policía  advertida de que sería arriesgado desafiar a los miles de personas que coreaban  “Lula guerrero del pueblo brasileño”, “Lula Inocente” y “Lula Presidente”. Lula participará hoy de una misa en recuerdo de su esposa Marisa Leticia Rocco, fallecida en febrero del año pasado. Según trascendidos de la prensa brasileña, el arresto podría concretarse luego de ese evento, o inlcuso el lunes. Desde el PT informaron que “los abogados continúan usando todos los instrumentos jurídicos disponibles para impedir que ocurra esa prisión ilegítima”. Por la noche Lula gradeció el apoyo a través de su cuenta de Twitter y dejó un mensaje: “La lucha continúa”.   

“Lula no irá al matadero con la cabeza gacha”, sostuvo Roberto Batochio, miembro del equipo de abogados que  a la mañana denunció las “arbitrariedades” del juez  ante Naciones Unidas y horas más presentó un recurso para anular la orden de prisión ante el Supremo Tribunal Federal. “El pueblo quiere un país de pie, no acostado”, fue otro de los mensajes de Lula. 

La Policía Federal, por su parte,  confirmó por la noche, a través de un comunicado,  que había desistido de llevar a cabo el  arresto por lo menos hasta hoy. 

“Quiero dejar en claro que no hay, por parte de Lula, ningún incumplimiento del mandato de prisión expedido por el juez Sérgio Moro. Él tenía la opción, dada por el juez, de ir a Curitiba: no ejerció esa opción”, explicó Gleisi Hoffmann, presidenta de PT (ver parate).  

“El mundo entero mirando esta prisión politica, de un juez que actúa impulsado por razones políticas como es Moro”, denunció la diputada petista Maria do Rosario Antunes. 

 “Yo creo que Lula no tiene que entregarse en Curitiba, yo le diría a Moro venga a acá para que vea que está pasando, le digo que no le vamos a entregar al principal líder de la historia del país”, machacó Maria do Rosario en la puerta del Sindicato luego de encontrarse con Lula.

La legisladora se preguntó “¿por qué Moro tiene tanta prisa, por que firmó en 22 minutos la orden (de detención) y no esperó que se cumplan las apelaciones?”.

Una respuesta a esa indagación la dio  el diario español El País, que tuvo acceso a un documento reservado firmado por un miembro del Ministerio Público que recomendó encarcelar rápido al “manipulador de masas” Lula, sin respetar los plazos procesales, antes de que haya una movilización popular.   

El refugio

A las 20 horas Lula cumplió su primer día en el mismo sindicato que comandó los años 70 y hasta principio de los ochenta, cuando fue preso por la policía política de la dictadura, el DOPS. 

“Este 5 de abril quedará en la historia”, resumió Guilherme Boulous, precandidato presidencial por el Partido Socialismo y Libertad.

 El segundo piso del gremio se convirtió ayer en un gabinete de crisis por donde pasaron Dilma Rousseff, Frei Betto, Gleisi Hoffmann tiular del PT,  Guilherme Boulous, que también es el jefe del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo. La última palabra sobre suspender el viaje a Curitiba fue de Lula, pero antes de tomar esa decisión ponderó la opinión de ese frente que se formó en el Comité Popular en Defensa de Lula y la Democracia.

Desde hace dos años que el estelar Moro aguarda, hasta ahora sin suceso, que el ex presidente sea encerrado por delitos no demostrados.

En marzo de 2016 ordenó que la policía allanara su departamento de San Bernardo do Campo y lo detuviera durante unas horas, pero la reacción inmediata de la población lo obligó a dejarlo en libertad.

Ayer Lula lucía cansado pero firme cuando por la madrugada bajó a saludar a los militantes que realizaban una vigilia con carpas improvisadas. “Estoy tranquilo, los que delinquen son ellos” dijo cuando comenzó a desafiar la orden del magistrado.

Lula se embarcó en una jugada de riesgo al plantarle cara a juez más poderoso del país que tiene de su lado a buena parte del partido judicial.

Y salió victorioso porque supo imponer el lugar del duelo: San Bernardo do Campo, donde le demostró a sus adversarios que conserva una capacidad de movilización superior a la de cualquier político, incluso los apadrinados por la cadena Globo.

Lula y Moro son dos duelistas recurrentes que catalizan fuerzas sociales y políticas antagónicas. El juez federal de primera instancia tiene de su lado, o cuenta con la simpatía, de los vencedores del golpe de 2016: banqueros, medios, corporación judicial, las clases medias blancas y “la” embajada (estadounidense, claro está). Su misión es cazar a Lula algo que lo une al cada vez más partidizado Ejército cuyo comandante, el general Eduardo Villas Boas, presionó públicamente al Supremo Tribunal Federal para que rechazara el hábeas corpus demandado por Lula.  El apriete castrense indicó hasta donde se degradó el régimen posdemocrático que tiene como premisa arrestar al líder del Partido de los Trabajadores y excluirlo de las elecciones presidenciales del 7 de octubre de las que sería un claro vencedor.

La batalla de San Bernardo vencida por Lula, no es un triunfo definitivo en esta guerra política de largo aliento que tiene como meta restablecer la democracia.

Las consultas del expresidente con los campesinos sin tierra y los trabajadores sin techo confirmaron el embrión de frente antifascista que comenzó a germinar con más bríos después del asesinato de la concejala Marielle Franco en Río de Janeiro, con balas desviadas de un depósito de la policía federal, y el ataque armado contra la caravana de Lula la semana pasada en el interior de Paraná, el estado de Sergio Moro y uno de los bastiones de la derecha.