Las sábanas flameaban como banderas de victoria. Me insultabas por la forma animal en la que cogíamos.

Rasguñaste, mordiste, gruñiste, jadeaste, acabaste. Dejaste caer una mano por fuera del colchón.

Observo el encuadre que podría haberse logrado: una toma desde abajo de la cama y tu mano sobresaliendo, con los dedos frágiles moviéndose lento, dibujando en el aire una coda de lo que había sucedido sobre el ringside.

(todo sucede ahí, incluso cuando ocurra en cualquier otro lado)

Adhiero a la forma en que explicitamos lo indecible, apoyo toda declaración de amor y calentura en momentos de amor y calentura. Me sumo a toda movilización que emprendamos en favor de un polvo legendario.

No deseo bajar de ese podio en el que nos turnamos para ocupar el lugar del que domina.

Te lo permito, ahora subí vos, quedate ahí.

Sigue, sigamos, pisemos el acelerador.

Hasta que nos hartemos de ser felices.