El físico alemán Albert Einstein aparece en nuestra cotidianidad como uno de los científicos más importantes del siglo XX. El tipo, de origen judío, razón por la que tuvo que esquivarle al nazismo y nacionalizarse suizo y luego estadounidense, tiene en la historia casi el lugar que merece, su teoría de la relatividad, el Nobel en 1921, y un título algo incómodo que tal vez, si estuviera vivo, rechazaría: "El padre de la bomba atómica".

Pero además de todo esto, y como siempre decimos en esta sección, Einstein era un ser humano, con sangre, incomodidades, irritaciones, sueño, descomposturas, fiebre y sexo.

Y parece que este señorito de pelos blancos y cara simpática, a lo largo de sus 76 años escribió más de 4.000 cartas a sus amigos y familiares. Cartas que sirven para poder armar ese costadito que nos faltaba para hacerlo tridimensional.

Como describe Walter Isaacson en 'Einstein, su vida y su universo' (editorial Debate), en las misivas que enviaba se lee a un Einstein pasional que poco tenía que ver con la imagen con la que se asociaba a los científicos en esos años, ecuaciones, logaritmos y más ecuaciones.

Al parecer tuvo a lo largo de su vida algo así como diez amantes, además de sus dos esposas. No le costaba mucho la conquista. Imaginemos que su cerebro cotizó tanto que cuando él palmó, el patólogo que le realizó la autopsia se lo afanó y lo devolvió cuarenta y tres años después. Y ahí nomás los científicos estudiaron esa masa que parece un conjunto de fideos pegoteados milímetro a milímetro, para tratar de entender qué había ahí que marcaba tanto la diferencia con el resto.

Con su primera esposa, Mileva Maric, tuvo dos hijos. Ella se enamoró mucho y él vacilaba. Se conocieron en el Politécnico de Zurich. La muchacha tenía una dislocación congénita en la cadera que le hacía cojear y ese detalle hacía dificultoso el asunto del filtreo, pero era amante de las matemáticas y la ciencia y eso le resultó muy llamativo a Albert. Los rumores indican que sus aportes en el trabajo de su marido, ayudaron a que su marido sea quien fue.

Él tuvo que enfrentarse a sus padres, que lo querían casado con Marie Winterler, su primera novia oficial, a quien dejó después de empezar a citarse con Mileva. "Mis padres lloran por mí casi como si me hubiera muerto. Se quejan de que yo mismo me he acarreado la desgracia por mi devoción a ti. Creen que no eres sana", confesaba en una de sus cartas. Pero al año Mileva quedó embarazada. Decidieron dar, la que se sospecha fue una beba, en adopción y luego se casaron en Zurich.

Las relaciones amorosas entre estos personajes tan peculiares, no distan demasiado de las de cualquier mortal que anda por ahí, entonces acá también había celos. Ella notó que Eintein tenía una relación con su prima, no la de ella sino la de él, y cuando nació el segundo hijo y "decidieron" mudarse a Berlin, donde vivía esta primita, dicen que la relación se vino a pique. "Trato a mi esposa como a una empleada a la que no puedo despedir; tengo mi propio dormitorio y evito estar a solas con ella", lloraba en una de sus cartas.

Bueno, finalmente se separaron, ella se llevó a los pibes a Zurich después de una etapa de negociación interminable en la que él le había puesto condiciones para continuar juntos, ejemplo: solo podrían vivir juntos de nuevo si ella se encargaba de que su ropa se mantuviera limpia y él recibiera sus tres comidas en su habitación. Tranqui el tipo. Ella no aceptó.

Después, cuando ella se fue con los dos chicos, él escribió una carta que indicaba que esa tarde, en esa estación de tren en donde los despidió, un poquito el corazón se le rompió.

Su segunda esposa fue Elsa. Sí, su prima. Y en el medio de todo este quilombito marital, dedujo que la gravedad no era una fuerza, sino una deformación del espacio-tiempo en su teoría de la relatividad y se aproximaba un Nobel. ¿Le dieron el Nobel por esa teoría increíble? No, se lo dieron por algo que nada que ver, pero bueno. La idea de casarse con Elsa se hizo más real, Mileva le dio el divorcio a cambio de una pensión superior a la que recibía y todos más o menos contentos.

Con Elsa la cosa funcionó, aceitados, ella le decía cuándo comer y a dónde ir, le armaba la valija, manejaba el efectivo y le llevaba la agenda. Eso ayudaba a que el tipo esté dele que te dele en otra, cosmos, investigaciones, física, protones, neutrones y la mar en coche.

A Einstein también le quedaban algunos ratos libres para disfrutar de sus amantes, a las que visitaba en Caputh, cerca de Berlín, donde guardaba su barquito de trampa. Pero no lo ocultaba demasiado e iba al teatro y otros eventos públicos con alguna de sus amantes, cosa que a Elsa no le copaba, por supuesto.

Se pelearon horrible por esas cuestiones pero al año de que los dos registraran la residencia en Estados Unidos, Elsa murió y Einstein, según confesó Peter Bucky, un amigo muy cercano del científico, la pasó muy mal extrañánadola.

Fuentes: http://historiaybiografias.com/mujeres_einstein/, http://www.mujerhoy.com/corazon/famosos-vip/vida-privada-albert-einstein-769342022014.html.