En este suplemento somos fanáticos del surrealismo, término que a Franz Kafka le cabía por completo. De hecho, algo “kafkiano” es sinónimo de situaciones locas y con muchísimas interpretaciones.

Si seguimos con la línea de “cómo serán los grandes personajes de la historia en la cama”, Kafka gusta y atrae. Sobre todo porque el tipo estaba bastante loco y donde hay locura hay, al menos, intensidad.

La obra del autor es vasta, muchos relatos cortos, tres novelas largas y una corta. El proceso, El castillo, El desaparecido y La metamorfosis. Pero además de todo eso, hay mucha correspondencia con sus amigos y sus amores.

El tipo no publicó mucho pero sí su amigo el escritor, Max Brod, cuando el influyente escritor murió en 1924 por una tuberculosis en la garganta que empeoró porque no comía nada y sufría anorexia nerviosa. "Lo más elevado se conquista solo por el más elevado sacrificio y el más alto sacrificio es entre nosotros el hambre voluntaria", dice el protagonista del cuento Investigaciones de un perro.

Pero vamos a lo que vinimos. Le costaban mucho las relaciones y se negaba a casarse o tener pareja estable. Aún así no pudo evitarlo y tuvo amores, pero eran casi todos por carta, muchachas que vivían lejos y que le garantizaban escritura y un compromiso con menos entrega, al menos física.

La relación tormentosa con varias mujeres fue fundamental en su vida. Felice Bauer, su primer amor fue siempre por cartita porque ella vivía en Berlín y él en Praga. Se conocieron, se comprometieron dos veces pero nunca concretaron el coito.

Después conoció a la escritora y periodista checa Milena Jesenskà. Otra vez cartas. Las dos mujeres arrancan con esta correspondencia que después sirvió para entender algo del carácter de Franz que fácil no era.

“Soy espiritualmente incapaz de casarme. Desde el momento en que me comprometo, sufro insomnio, dolores de cabeza, me desespero, ni siquiera vivo y ando todo el día dando tumbos de un lado a otro”, supo escribir.

Si aseguraba eso es porque se animó y se comprometió varias veces, aunque como dijimos arriba, sus relaciones amorosas casi siempre fueron por carta. Con una de sus amantes llegó a escribirse 500 cartas en los cinco años que duró el amor.

Pero de sexo, poco y nada. O al menos todo lo que se encuentra de su sexualidad son suposiciones y pocas afirmaciones: le encantaba la pornografía y cogía con prostitutas.

Y con las mujeres con las que supo cultivar una relación, que fueron oficialmente tres, nunca, al parecer, incluso con Dora Diamant, quien fue su compañera durante sus últimos meses de vida, hizo la chanchada.

Las sospechas sobre su homosexualidad son remotas y sin sentido porque quienes intentan probarlo se basan en partes de sus novelas o relatos, en los que Kafka halagaba la belleza masculina.

Franz, que sufrió durante toda su vida por ser como era, que tuvo una relación tortuosa con su padre a quien le escribió una carta de odio de cien páginas de largo, no podía disfrutar del sexo.

El historiador Saul Friedlander estudió al escritor y también incurrió en su vida sexual. “El poeta de la vergüenza y la culpa”, lo llamó en su tesis y admite que el sexo fue una tortura. El propio Kafka le escribió una vez a su amigo el escritor: "Usted tiene razón al decir que el reino más profundo de la vida sexual está cerrado para mí". Y, por otro lado, en 1922, se preguntó a sí mismo en su diario: "¿Qué has hecho con tu don del sexo? Fue un fracaso, al final eso es todo lo que van a decir”.

Y tal vez sí, Kafka, tal vez, debido a la poquita información y al calibre de la que llega, tendremos que decir que fue un fracaso. Pero también debemos de reconocer que nada es más genial que enterarse de todos estos detalles que rodearon su vida. Su amor por las palabras, sus historias a distancia y su adicción y miedo al sexo, mantienen esa imagen que muchos tienen de Franz, el misterio y la psicodelia de un tipo que tuvo que pagar con su vida sexual su legado.

La fotito de entrada fue intervenida por, claro que sí, Andy Warhol.