Boca vive época de wines, de armar el ataque del equipo a partir de la velocidad y el desequilibrio que le pueda dar ese puntero. Pavón fue el estandarte de aquella Copa del 2016, cuando entre Orión y el Cata Díaz se encargaron de perder una semifinal insólita ante Independiente del Valle en la Bombonera.

Luego llegó el turno de Villa, que aun sigue vigente y generando una dependencia tóxica en el equipo. Y ahora la aparición fulgurante del Changuito Zeballos, con apodo querible y sonrisa amplia, que se ganó a los hinchas con su frescura.

En esa lista se metió Eduardo Salvio, aunque nunca con la preponderancia de los otros. Eso es lo que los dirigentes le quieren hacer pagar. Convertir su salario de estrella, de los mejor pagos del plantel, en uno muy bueno, pero no tan alto.

De plata están hablando y todavía no se pusieron de acuerdo. El viernes es el límite y Vélez husmeó a ver cómo está la cosa, aunque su manager Christian Bassedas lo desmienta.