No se recuerda otro jugador tan decisivo en los últimos años del fútbol argentino, con tanta capacidad para el desequilibrio y tanto poder de fuego como el que exhibe Julián Álvarez en este momento.

River, una vez más, basó su triunfo en la jerarquía de su delantero estrella que aprovechó un excelente centro desde la derecha de Simón para abrir el marcador y acomodar una final que estaba trabado y donde los dirigidos por Eduardo Domínguez peleaban el centro del campo.

De allí en más todo fue para los de la banda roja. Paradela inventó una pared que devolvió Enzo Fernández, otro de muy buena actuación, y nuevamente Álvarez apareció para definir ante un azorado Burian.

Colón decidió jugarse el todo por el todo, metió delanteros y se desprotegió atrás, lo que fue un suicidio ante la capacidad del Millonario para contragolpear.

Rollheiser, aprovechando el rebote en el palo de otra gran jugada individual de Julián Álvarez, y Carrascal, controlando con categoría y definiendo contra un palo, pusieron cifras definitivas donde los dirigidos por marcelo Gallardo volvieron a decir presente en una final.