Boca y River igualaron sin goles en una Bombonera repleta y un país en vilo que esperó mucho más de un superclásico que tuvo mucha fricción e intensidad pero careció de juego asociado y situaciones de riesgo.

El partido fue aburrido para los ojos ajenos, jugado de manera intensa y con ambos equipos imprecisos y sin poder hilvanar situación de riesgo alguna. Y aunque el complemento comenzó con atisbos de cambiar la tónica del primer tiempo, fue igual de ordinario.

De entrada, Boca maniató el juego de tenencia de River hasta los primeros quince minutos, en donde consiguió rematar desde los pies de Gago y forzar algún centro.

Luego el ‘Millonario’ encontró algún espacio a la espalda de Erbes, pero no supo acelerar y conectar en los últimos metros. La temprana salida de Martínez del campo por lesión a los 30 minutos, obligó a Arruabarrena a incluir a Fuenzalida.

Así, Boca perdió verticalidad por derecha y soltó a Vangioni en ataque. Pero el nervio escénico primó en los hombres que debieron generar fútbol de un lado o de otro.

El complemento amagó con cambiar su trámite, ambos dispusieron de aproximaciones y algún remate pero no mucho más. Al ajedrez táctico de los entrenadores por contener las aptitudes del rival, que trabaron el partido, se sumó que las individualidades de uno y otro no brillaron.

Por eso fue aburrido, porque jugaron de manera intensa e imprecisa. La premisa era que el rival no haga su juego y entonces eligieron cortar cada avance de movida, y por eso no hubo volumen en ataque ni en Boca ni en River.

En la revancha en el Monumental el jueves próximo dirimirán quién pasa a la final de la Copa Sudamericana. Se hablará durante la semana de a cuál de los dos lo beneficio no recibir goles, de que había que convertir, y bla, bla, bla...

Hasta que empiece a rodar la pelota otra vez, y disfrutemos o suframos de otro superclásico a todo o nada, como hace diez años.

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