Entre 1965 y 1967, Gabriel García Márquez, todos los días, de nueve de la mañana a tres de la tarde,  gestó una de las novelas que forma parte de la literatura universal.

Esa dedicación extrema hizo que Gabo decidiera eliminar sus originales para  que “nadie pudiera descubrir los trucos ni la carpintería secreta”.

Pero sobre las pruebas de galerada, García Márquez anotó de su puño y letra 1.026 correcciones, dejando a la luz cambios e reflexiones que salieron a luz mostrando el "detrás de escena" de una de las novelas más aclamadas de la historia.

El País de España accedió a esas pruebas que el escritor había regalado  al cineasta exiliado Luis Alcoriza y a su esposa Janet. Tras sus muertes, fueron subastados dos veces sin éxito y ahora, buscan un nuevo dueño. “Prefiero que estén en una biblioteca o un museo que conmigo”, dice el mexicano Héctor Delgado, heredero de los Alcoriza.

Las galeradas, de editorial Sudamericana, suman 181 hojas de doble folio, numeradas a mano, con acotaciones del autor en bolígrafo o rotulador. En las que pueden observarse anotaciones como el comienzo de un capítulo, reordenamiento de párrafos, cambios de frases, alerta de erratas.

"A veces, se trata de sutilezas: de amedrentar se pasa a “intimidar”, de “obstruir” a “cegar”, o de “completar” a “complementar”, señala el periodista Jans Martin Ahrens. Y agrega que en "otras, la mano del escritor va mucho más lejos: las mariposas se vuelven “amarillas”, las sanguijuelas se sacan “achicharrándolas” con tizones, el troglodita queda convertido en un “atarván".

Gabo decidió regalar las pruebas a su amigo cineasta con una gran mensaje de cariño: “Para Luis y Janet, una dedicatoria repetida, pero que es la única verdadera: del amigo que más les quiere en este mundo. Gabo. 1967”.

El matrimonio atesoró esas páginas llenas de realismo mágico. Incluso en 1985 cuando la novela ya era un clásico  “Janet las sacó del baúl y las exhibió en la sala, hasta que se hicieron la broma de que con eso podían salir de pobres. Alcoriza hizo entonces una escena muy suya, dándose golpes con ambos puños en el pecho, y gritando con su vozarrón bien impostado y su determinación carpetovetónica: ‘Pues yo prefiero morirme que vender esa joya dedicada por un amigo”. García Márquez reconfirmó esa amistad escribiendo debajo de la primera dedicatoria: “Confirmado. Gabo. 1985”.

Un tesoro literario que por el momento no encuentra dueño.

Fuente: El País.