El Museo de Orsay, ubicado en la ciudad de París, se negó a pronunciarse sobre la performance de una artista ejecutada en una de sus salas frente al cuadro de Gustavo Courbet El origen del mundo.

Se trata de la artista luxemburguesa Deborah de Robertis quien decidió llevar a la "corporalidad" el cuadro de Courbet pintado en 1866 y que permaneció oculto "por su excesivo realismo" hasta que fue recibida en 1981 por el Estado Francés y almacenada hasta 1995 cuando pasó a estar exhibida en el Museo de Orsay.

Con un vestido corto de lentejuelas doradas y sin ropa interior, De Robertis se sentó en el piso ante el cuadro y abrió las piernas mostrando su vagina a todos los visitantes durante varios minutos, mientras intentaba ser retirada de la sala por personal del Orsay.

Al no poder desalojarla inmediatamente, los encargados del museo decidieron sacar a todos los visitantes de la sala.

"Mi obra -bautizada Espejo del origen- no refleja el sexo, sino el ojo del sexo, el agujero negro. Mantuve mi sexo abierto con las dos manos para revelarlo, para mostrar lo que no se ve en el cuadro original", apuntó la artista al diario Le Monde.

"Actúo con mucha naturalidad, lo que hace que incluso cuando hay vigilantes a veces no digan nada. Lo ven como algo que no es chocante. Intento siempre transmitir algo muy puro", concluye la artista, que acompaña el vídeo de su último espectáculo con la música del Ave María de Schubert de fondo.

Para algunos es exhibicionismo mientras que para otros es arte. La pregunta que uno puede hacerse, independientemente de este caso puntual,  es ¿Por qué sí podemos admirar el sexo femenino en un cuadro y no podemos mirarlo en un cuerpo que se nos ofrece al ojo del espectador?