Gritos, jadeos, imprecaciones, forman "una sustancia silenciosa". La de este subsuelo es maléfica. Sentada en su trono, la condesa mira torturar y oye gritar.

Si el acto sexual implica una suerte de muerte, Erzébet Báthory necesitaba de la muerte visible, elemental, grosera,  para poder,  a su vez, morir de esa muerte figurada que viene a ser el orgasmo.

A.P.

Así, Alejandra Pizarnik, describe a la persona real que fuera la condesa Erzébet Báthory, una mujer envuelta en ¿el mito? de la sangre derramada de más de 650 muchachas asesinadas por ella.

Erzébet Báthory (1560-1614) fue una aristócrata húngara, miembro de unas de las familias más poderosas  de Transilvania. A los trece años se casó con el conde Ferenc Nádasdy conocido como  el Caballero Negro de Hungría. Cuando el conde murió la condesa se convirtió en una poderosa señora feudal y sus "excentricidades" la llevaron al borde del mito y la locura. Incluso su admiración por la sangre y las torturas inspiraron a Bram Stocker para su novela "Drácula". Hay quienes quieren creer que en realidad la condesa no asesinaba y que fue un invento para quitarle su poder y dinero.
Pizarnik se basó para escribir La condesa sangrienta en el texto escrito por Valentine Penrose (‘La Comtesse Sanglante’, 1957), que  desarrolla un vasto poema sobre, lo que Pizarnik definió como la  “belleza convulsa del personaje” de Erzébet, un aspecto que la autora argentina supo realzar con su propia prosa.

Erzébet Báthory (1560-1614) fue una aristócrata húngara, miembro de unas de las familias más poderosas  de Transilvania. A los trece años se casó con el conde Ferenc Nádasdy conocido como  el Caballero Negro de Hungría. Cuando el conde murió la condesa se convirtió en una poderosa señora feudal y sus "excentricidades" la llevaron al borde del mito y la locura. Incluso su admiración por la sangre y las torturas inspiraron a Bram Stoker para su novela "Drácula". Hay quienes quieren creer que en realidad la condesa no asesinaba y que fue un invento para quitarle su poder y dinero.


Pizarnik se basó, para escribir La condesa sangrienta, en el texto escrito por Valentine Penrose (‘La Comtesse Sanglante’, 1957), que desarrolla un vasto poema sobre, lo que Pizarnik definió como la  “belleza convulsa del personaje” de Erzébet; un aspecto que la autora argentina supo realzar con su propia prosa.

La edición de Libros del Zorro Rojo de este clásico llega a nuestras manos con el arte de Santiago Caruso. Un ilustrador que nos quita el aliento con imágenes que se entrelazan con ese morbo, eros y muerte del texto de Pizarnik que alguna vez definió como "lo más cercano a su estilo".

Hablamos con Santiago Caruso que nos cuenta sobre el proceso de  ilustrar un texto tan perturbador como fascinante.

- ¿Conocías este texto de Alejandra Pizarnik antes de que te convocaran para ilustrarlo? ¿O te tomó de sorpresa?

Santiago Caruso (SC) - Conocía ese texto antes de que me llamaran. Lo había leído cuando tenía quince, dieciséis años. Lo leí a partir de una conexión con el comic Hellboy de Mike Mignola;  ahí el autor reúne personajes históricos con estéticas de distintas épocas y mitos. Uno de los personajes es la dama de hierro que es una clara alusión a la condesa sangrienta. Y buscando acerca de la dama de hierro caí en el texto de Pizarnik.

Cuando empecé a hacer las ilustraciones para el libro de (H.P) Lovecraft (El horror de Dunwich), en el Zorro Rojo me propusieron hacer la condesa y dije que sí en seguida por que sabía que era muy denso.

- Este texto de Pizarnik es muy visual ¿cómo hiciste para despegarte de lo literal? Me parece que cuando uno ve tu trabajo en el libro,  las ilustraciones son como una historia que se agrega al texto...casi como algo más.

SC- Yo no diría que no acompañan al texto, no se despegan absolutamente. Son construcciones originales hechas a partir de una lectura profunda de esta obra.  En algunas ilustraciones hay una descripción de los procedimientos de tortura porque el texto va hacia eso. Se respetan bastante los momentos y las intenciones...

-Las imágenes van ganando una intensidad que se corresponde con el avance en la lectura.

SC- Claro, pero la idea era que esos procesos se convirtieran en otra cosa. El desafío estaba en que si bien las descripciones eran bastante precisas y armaban como esas miniaturas medievales del horror;  había que ver cómo hacer para representar ese horror, ese rigor de época,  pero más que nada anclado en lo que se siente sobre eso; la parte sensible de esa cuestión, no en la parte histórica descriptiva. Entonces los procedimientos de tortura aparecen convertidos en otra cosa.

Por ejemplo podés ver un reloj, una máquina, un mecanismo que acciona en el tiempo y que es como la industria de la muerte. Pareciera que todo fuera un capricho personal de la locura propia y algo de eso puede haber, pero no son un capricho mío  las ilustraciones (se sonríe).

-Uno puede pensar en la serie de los caprichos de Goya con esos "monstruos de la razón"...

SC- Pero fijáte que en Goya pasa lo mismo, es una idea sobre la sociedad y el espíritu humano que aparecen convertidas en otra cosa extraña que parece un capricho pero que en realidad es parte de la construcción personal de lo humano, de las cárceles de lo que hay fuera.

Acá es lo mismo, es cuando la realidad se subvierte en función de crear un lenguaje poético y artístico. Eso es lo que pude hacer en este libro a diferencia de mi trabajo con el de Lovecraft, y pensé en armar una especie de galería. Mostrar ese mundo interior de la condesa. Hacer un retrato de época pero que sea una excusa en el marco de situación de las imágenes para después convertirse en otra cosa.

Por ejemplo, en la escena de la cama cuando Pizarnik  habla de que a la condesa le traían jovencitas para que las mordiera, e incurriera en toda la tortura posterior; hay toda una cosa monstruosa de Báthory que está sobredimensionada en la luz sobre la boca con esos dientes.

-¿Tenías establecida una cantidad determinada de ilustraciones para el texto o dejaste que la lectura te fuera llevando con lo que querías contar con tu arte?

SC- Se pensó en una o dos imágenes por capítulo, digo capítulos pero en realidad no es una novela la obra de Pizarnik sino que es un texto muy personal. Al ser un texto corto había lugar para las imágenes.

-Más allá de la obra de Pizarnik lo que hace especial esta edición son las ilustraciones, el caudal de imágenes que se suceden...

SC- Esto fue idea de Alejandro García Schnetzer, uno de los editores del Zorro Rojo. La idea era rescatar este texto, ya que es difícil encontrarlo publicado sólo como en la edición original de 1971, y el proyecto era hacerlo ilustrado por que ese es el fuerte de la editorial y presentarlo de otra manera.

- Contáme sobre la técnica que utilizaste. Se llama esgrafiado ¿por qué decidiste trabajar de esta manera?

SC- Cuando empecé a trabajar hacía ilustraciones infantiles, esto fue por el año 2001, antes había hecho historietas. Vengo de ese palo de la gráfica, la historieta. La ilustración infantil tiene sus limitaciones y posibilidades y cuando empecé con otro estilo más editorial armé otro paradigma con otra paleta de color, una figuración más humorística, caricaturesca... para poder salirme de ahí, para poder ilustrar textos que me habían tocado profundamente como la poesía de Baudelaire, William Blake o Edgard Alan Poe.

Me parecía que había limitaciones en la técnica que yo manejaba para poder expresar el dramatismo de las obras de esos escritores y lo que yo también quería decir. Así pasé a otro tipo de figuración más realista, más clásica y unido un poco al amor por el grabado,  a pesar de que lo ejercí poco y nada cuando estudiaba.  La obra de Gustave Doré o de Max Klimberg me siguen gustando mucho, e hicieron que me interesara trabajar en esta técnica de raspar la tinta donde se va de lo oscuro a lo claro y permite generar un poco de luz en esa nebulosa. Tiene mucho que ver con indagar en los sueños y en todo ese mundo de símbolos, así aparece la realidad en la noche de cada uno trastocada en otra cosa.

- Además hay una elección de los colores que contribuye a ese clima opresivo, sangriento, erótico...

SC- El erotismo está en muchas de mis imágenes.  Si pensás en Baudelaire, en el mundo de lo femenino que amaneza lo estable.

Esta idea de la mujer fatal, no la mujer fatal del cine contemporáneo, sino la femme fatal de los simbolistas, de los escritores del siglo XIX, que está plagada de un erotismo feroz que calza perfecto con el texto de Pizarnik y el  personaje de Báthory. Yo también trabajé con el texto de (Valentine) Penrose, que Pizarnik cita. Es como una reescritura de ese libro lo que ella hace, es como una glosa, escribir otra cosa, una síntesis personal.

Penrose era poeta igual que Pizarnik, son dos mujeres poetas del siglo XX escribiendo sobre Báthory de manera diferente.  El libro de Penrose es excelente, de hecho la mandrágora que está en la tapa de esta edición de bolsillo no está en Pizarnik.

SC- La palabra mandrágora no aparece en ningún lugar del texto de Pizarnik y ese es un elemento interesante para hablar de la condesa como un ser vegetal arrancado antes de tiempo.  Ni siquiera es humana, por que la mandrágora tiene forma, con mucha voluntad, antropomórfica.

Si se conoce de dónde se dice que vienen las mandrágoras entendés la profundidad de la metáfora de Penrose. Las mandrágoras se decía que crecían en los patíbulos de los condenados a muerte. Cuando a un hombre lo ahorcan hay una erección y puede haber una eyaculación. Entonces esas plantas tenían forma humana por que crecían regadas con el semen de los condenados a muerte.  Si pensás en Báthory como una mandrágora, estás hablando de una mujer que fue engendrada por lo más abyecto de lo criminal. Y si además decís que fue arrancada antes de tiempo decís que no hay una maduración completa como ser.

- También trabajaste la obra de Pizarnik a partir de otra poesía visual distinta en Eco de mis muertes, hay otra técnica, algo más etéreo...

SC- Preferí no seguir en una estética tan dura, para poder expresar su poesía.  Esa serie de acuarelas se pintó para un homenaje que se le hizo a Alejandra en el 2012 a los 40 años de la muerte y me parecía poco que la prosa de Pizarnik quedara sólo representada en las imágenes de la condesa sangrienta.

Intenté hacer una síntesis bastante personal de los mundos que aparecen en la literatura de Alejandra, tomé algunos poemas y con eso construí relatos pensando en Lewis Carroll y Alicia a través del espejo.

- Hay algo también de El Bosco...

SC- Claro, es un jardín que empieza a crecer y pensando un poco en que a Pizarnik le gustaba El Bosco y Lewis Carroll.

- Es decir que uniste lo que sabías de la autora con tu lectura...

SC- Exactamente y también la idea de usar la acuarela como un medio más sutil, femenino. La presencia de lo etéreo, el mundo del poema. También estéticamente lo construí desde un mundo de la infancia, todos los personajes son niñas que es como la contracara de la condesa que asesinaba a esas jovencitas.

No había realmente una cosa mágica en los baños de sangre que hacía la condesa, sino que se desarrollaba una actividad artística que me parece que es la verdadera magia posible, construir un espejo del mundo como para poder copiarse de lo real. Ese otro mundo de El Eco de mis muertes es la contracara de la búsqueda artística del poema de Pizarnik. Es la infancia que se vuelve a manifestar desde otra mirada, también hay una carga erótica.  Es una Alejandra que pasa al otro lado del espejo.

- ¿En qué estás trabajando ahora?

SC- Estoy terminando de ilustrar El rey de Amarillo de Robert Chambers, que es un escritor de fines del siglo XIX que construye una serie de cuentos en torno a un libro maldito, una idea que se la robó Lovecraft después. Ese libro tuvo una nueva mirada ahora a partir de la serie True Detective con el culto de Carcosa, aunque en realidad no hay tanto del libro salvo lo sobrenatural del último capítulo. Igual la serie está buenísima ( se ríe)

Hago ilustraciones para portadas de discos, estoy con el poster de una película y estoy armando con Sri Lanka,  un grupo de músicos experimentales, un encuentro para ir a dibujar y pintar en las sesiones.  La idea es jugar con la música, aunque vamos a ver que sale. Igual, me gustaría agregar que La condesa sangrienta de Pizarnik es un libro interesante porque tiene una reflexión sobre el poder, es un retrato de época sobre la tiranía y el despotismo. Es una mujer que hizo lo que hizo por que podía, había castigos comunes pero ella llevo eso al paroxismo. Por eso Báthory  es un personaje que resulta más que atrapante.

Santiago Caruso tiene un talento no sólo en sus manos, sino también en la creación de universos que exceden lo que lee y que nos llevan al disfrute visual en su más alta expresión. Esperaremos ansiosos el nuevo trabajo de este artista e ilustrador.

Santiago Caruso (Quilmes- 1982) es un artista creador de un lenguaje de retórica vanguardista, aunque cimentado en valores estéticos ligados al simbolismo del siglo XIX. Dedicado al fantastique y la poesía, entre sus libros ilustrados más importantes se encuentan Jane Eyre ( Folio Society), El Horror de Dunwich, La Condesa Sangrienta y El Monje y la Hija del Verdugo (Zorro Rojo), El eco de mis  muertes (edición del autor), Historias de Vampiros (Longseller) y otros.

Entre 2005 y 2011  publicó imágenes en portadas y notas de la mítica revista Caras y Caretas además de portadas para Taurus Press, Nightshade Books, Ramdom House Mondadori, y otras. También desarrolló el concepto de álbumes musicales de distintas bandas de América y Europa