Intercambios unas breves preguntas con María Rosa Lojo, acerca de su novela "Todos éramos hijos", editada por Susamericana en 2014,  y que vuelve a presentarse a través de un debate que excede lo meramente literario.

- Religión y dictadura es una temática tabú para muchos ¿Cómo surge la idea de crear una trama a partir de esa relación?

María Rosa Lojo (MRL)- Sí, puede ser tabú para quienes piensan las cosas en bloque o quedan pegados a la idea de una iglesia reaccionaria y conservadora que avaló a la dictadura militar. Pero el panorama es mucho más complejo. Hubo otra iglesia, la tercermundista, surgida bajo la inspiración del Concilio Vaticano II, impulsada por la Encíclica Populorum Progressio y el Cónclave de los Obispos en Medellín. De allí sale el Movimiento de los Sacerdotes del Tercer Mundo, y esa nueva visión del Evangelio y del compromiso social de los cristianos repercute directamente en buena parte de las escuelas católicas. La conozco de primera mano, porque ese fue el clima que viví en mi adolescencia. Del cruce entre ese cristianismo y las ideas revolucionarias emerge buena parte de la militancia juvenil peronista, y de la militancia juvenil montonera.

- En una entrevista reciente señalás que "Los sobrevivientes tenemos una culpa social muy fuerte" ¿qué tanto de esa culpa hay en tu relato?

MRL- Podría decirse que el mismo relato está motivado por esa “culpa del sobreviviente”. Cuando una familia, o en este caso, una generación, han sido diezmadas, los miembros que sobreviven no pueden evitar preguntarse ¿Y yo por qué me salvé?, ¿qué méritos hice?, ¿no es casi un delito seguir vivo mientras tantos murieron? Y una de las respuestas, precisamente, es que uno vivió para dar testimonio, para contar la historia. Sobre todo, para entender esa historia, desde otra posición y con la perspectiva que da el tiempo transcurrido. En esos años, algunos que no éramos militantes, o creyentes católicos convencidos, nos sentíamos en buena medida, inútiles, al margen de todo. ¿Qué hacíamos dándole vueltas a las cosas, pensando, cuestionándonos, dudando de la posibilidad y también de la legitimidad de la revolución que se pensaba hacer, sobre todo cuando, por fin, hubo en el poder autoridades democráticamente elegidas? ¿Tenía algún valor esa postura reflexiva ante la vida, que no se canalizaba en la acción inmediata de servicio social, o de militancia revolucionaria?

Finalmente, se termina comprendiendo que hay muchas maneras de servicio. Y que el servicio prestado a los demás por la reflexión y por la crítica de la acción violenta, es mucho más importante de lo que uno cree. Que no solo tiene valor, sino que, de haber constituido una actitud más habitual, podría haber evitado al menos parte de la tragedia de nuestra generación, sin que ello implicase renunciar al reclamo de solidaridad y de justicia.    

- ¿Cómo es Frik el personaje de tu novela? ¿Te sentís identificada con ella con esa idea de "hija exiliada"?

MRL- Sí, claro. En la construcción de esa chica adolescente seguramente hay mucho de la adolescente que fui, tal como yo la veo ahora, y de su historia familiar. Frik puede tomar distancia, en parte, del conflicto que está incendiando el país donde ha nacido, porque es la hija del exilio y de la derrota. No puede “comprar” así no más, la idea de la revolución, tan sencillamente planteada. Porque el padre es el perdedor de la Guerra Civil española, porque la familia de la madre, aunque estaba del otro lado, también se cuenta entre las víctimas. Porque todos perdieron algo y muchos perdieron irreparablemente y los costos fueron incalculables. Porque, como le dice su padre a Esteban “no siempre dar la vida basta o sirve, no siempre surte los efectos que deseamos”.


Frik tiene las raíces al aire. No puede “volver” a una tierra que no es la suya sino la de sus padres. Pero tampoco termina de arraigarse en la tierra donde la parieron. O en el mundo donde cayó, como una alien migrada de algún planeta incierto, que se siente agredida y extraña en la patria humana (cualquier patria humana, a decir verdad) traspasada por el daño y sufrimiento, aunque también, a veces, por el deslumbramiento y el destello de la belleza.


- Hablás de la novela como una memoria ¿Por qué necesitaste traer estos recuerdos al plano de la ficción?


MRL- Porque se necesita recordar, y recordar proyectando desde la imaginación creadora, para asumir y comprender el pasado. Para que el pasado sea de verdad pasado, y se pueda seguir viviendo sin que el trauma, el golpe inmovilizado en el puro dolor, detenga el flujo de la vida.

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Presentación

"Todos éramos hijos" de María Rosa Lojo

Debate entre la autora, Marcelo Figueras, Elsa Drucaroff, Federico Lorenz y Valentino Cappelloni.

Viernes  17 de abril 19 hs

Librería Gandhi Malabia 1784- Palermo

Entrada libre y gratuita.

Ejes del debate

-Los conflictos de llevar la historia reciente a la ficción.
-La biografía del autor como posibilitador y obstáculo de la ficción.
-El discurso de la memoria (y cómo cambia y se adecúa con el paso del tiempo).
-La adolescencia y el problema de las representaciones artísticas en la dictadura.
-El exilio de los que se fueron y las dificultades de los que se quedaron.
-Qué hacen los hijos con la herencia simbólica de sus padres cuando la ideología se interpone.

Más info: Una brecha