Cuando Franz Kafka falleció el 3 de junio de 1924, a los 40 años de edad, a causa de las complicaciones provocadas por la tuberculosis explicitó que deseaba que quemaran todos sus escritos. Sin embargo Max Brod, mejor amigo del escritor, decidió no cumplir con ese último pedido y el mundo conoció el valor literario del escritor judío nacido en Praga. 

Brod terminó con los textos de Kafka en Palestina bajo administración británica, luego de huir de los nazis en 1939. A su muerte, en Israel en 1968, legó todos sus papeles, incluidos los del autor de La metamorfosis a su secretaria personal, Esther Hoffe, con la obligación de que los entregara a un archivo público. Hecho que no ocurrió. 

Fue ahora, y tras la recuperación de las memorias del escritor, que la Corte Suprema de Israel decidió que los textos deben quedar en poder de la Biblioteca Nacional ubicada en Tel Aviv. 

El máximo tribunal, puse  fin a las disputas entre la justicia local y las hijas de Esther Hoffe iniciadas en 2009, centrándose en el pedido de Max Brod de donar los escritos originales a "La Universidad Hebrea de Jerusalén, la Biblioteca de Tel Aviv o cualquier otra institución de Israel". 

Los originales valuados en millones de dólares son piezas históricas que, según determinó la Corte israelí, "Max Brod no deseaba que se vendieran sino que fueran guardadas en una institución literaria o cultural". Hasta el momento, Hoffe había vendido el original de "El juicio" en dos millones de dólares en el mercado negro, además de otros papeles de Kafka a coleccionistas privados que tal vez algún día puedan recuperarse como patrimonio literario público.