"La vida es así, está llena de genialidades y cosas horripilantes" asevera el personaje de Tyrone que busca poner en palabras la obra de su vida;  "Yo me caigo mal a mi mismo" expresa Chester  a punto de estallar; Ramón se come la escena y a sí mismo con una violencia que necesita ser canalizada en el placer del dolor y el dolor del placer.  Amanda  pone en duda los límites entre la lujuria y el romanticismo ¿acaso no son parte de lo mismo? con un personaje complejo encerrado en una apariencia casi infantil. Pacientes a los que coordina Waldo un ex-adicto al sexo que comenzará a preguntarse qué tan "ex" es esa adicción.

"Semen en los ojitos" es la última pieza escrita y dirigida por Gonzalo Senestrari; en la que el espectador ingresa a las intimidades de cada uno de los cuatro, o en realidad ¿cinco?,    pacientes gozando y sufriendo en el laberinto del sexo como adicción.

Lenguaje y acciones que funcionan como espejo en un ambiente circular con el espectador; ubicado como parte de la escenografía.

Nicolás Albamonte, Demian Bello, Martín Crespo, Manuela Fernández Vivian, Claudio Garófalo

¿Cuál es el límite que define a la adicción?; ¿Cuál es la patología? ¿El vicio?; ¿La necesidad? son algunas de las preguntas que Senestrari desarrolla en esta obra que, narcisa, se piensa a sí misma con el recurso de una terapia y el humor negro dosificado.

Actuaciones que descollan, minimalismo en escenografía y vestuario; no así en lenguaje y sopresa, hacen de "Semen en los ojitos" una obra que agita interiores y nos obliga a vernos bajo el prisma de qué es aquello que necesitamos. El mensaje es claro: la autoayuda tiene vigencia plena.

Realizamos un breve intercambio de preguntas y respuestas con su autor.

— Dijiste que empezaste a escribir, te cito: "Buscando el significado de la palabra felicidad en mi diccionario mental".  "Semen en los ojitos" es presentada como una obra autoficciográfica ¿cuánto hubo de búsqueda de esa felicidad en el proceso de escribirla, hacer la puesta y dirigirla?



Gonzalo Senestrari (GS)— No lo sé. Realmente no lo sé. Sí sé que descubrí que soy muy feliz a través de los personajes que creo en mi cabeza. Y que en el proceso de escribirla, hacer la puesta y dirigirla, pasé mucho más tiempo en ese mundo de fantasía, que en el mundo real. Y fui muy feliz.


— Las adicciones funcionan como motores para cada uno de los personajes ¿cómo manejás las propias al estar en el proceso de escritura (lo previo) y la dirección (ese aquí y ahora)?



G.S. — No las manejo. Dejo que sean felices todas mis adicciones, e intento que nadie salga lastimado en el camino.



— La obra tiene un gran título que habilita a muchísimas lecturas ¿cómo nació la idea?

G.S. — No lo recuerdo. Pero sí sé el motivo por el cuál se llama así. El título “Semen en los ojitos” representa cada centímetro de la obra, y no solo metafóricamente, sino también cumple un rol dentro de uno de los objetivos principales de la misma, que juega constantemente con el límite de los prejuicios y los juicios, para destruir todos esos pensamientos preestablecidos de los cuales nos cuesta librarnos.


La pregunta está en qué simboliza la gente cuando lee esas cuatro palabras juntas y en ese orden: “Semen en los ojitos”. Y creo que cuando salen de ver la obra, se dan cuenta que las cosas a veces tienen más de un simbolismo, más de una definición. Que el nombre, en realidad, no define a las cosas.


— A simple vista uno podría pensar que tu personaje "autoficciográfico" es el de Tyrone , con sus autoexigencias y sus anhelos ¿es así?; ¿podemos encontrarte también en el resto?



G.S. — Tyrone es una parte de mí. Es el ego. Es ese ser que no pudo escaparse de la generación exitista, pero que paralelamente tiene una relación honesta con su vocación. Es el artista perdido.


Pero dentro mío es tan importante como el resto de los personajes. Son parte de mí. Y en el presente lo entiendo más que nunca. Hay uno de los personajes, Chester. Lo veo en escena, en la obra, y veo una parte de mí que existió hace unos años. Una etapa de mi vida. Y la recuerdo con nostalgia, pero sonriendo. Y hasta de Amanda, el personaje femenino de la obra, tengo cierto porcentaje. Hay una dualidad que ella y yo compartimos.


— ¿Cuántas de tus lecturas se filtran en tu escritura?; ¿A quiénes leés?; ¿Qué te inspira a la hora de escribir?



G.S. — Encontré mi manera de escribir, leyendo. Bukowski, Easton Ellis, Fitzgerald, Herman Hesse, John Kennedy Toole, y todos esos que me hicieron entender que no está mal sentirse incómodo en este mundo, son de alguna manera para mí, como mis maestros.


Pero son las personas las que me inspiran. Y hay personas que me inspiran más que otras. Esas personas son muy peligrosas, pero muy divertidas.

— Los vacíos, las vulnerabilidades y la necesidad de encontrarse a uno mismo ¿pueden funcionar como punto de contacto entre "Tiernas criaturas" y "Semen en los ojitos"?; ¿qué las separa?



G.S. — Nada las separa. Están completamente unidas. En una obra que es a su vez más grande y ocurre dentro de mi cabeza.


— Algo que quieras agregar...

G.S. — No. Me gustó responder a esas preguntas. Creo que también me las respondí a mí mismo. Gracias por hacérmelas.

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SEMEN EN LOS OJITOS
Jueves a las 22.30 hs.
En el Teatro No Avestruz, Humboldt 1857 / Info – Reservas: 4777-6956 / Entrada $120.- /

Ficha Técnica: Dramaturgia: Gonzalo Senestrari; Intérpretes: Nicolás Albamonte, Demian Bello, Martín Crespo, Manuela Fernández Vivian y Claudio Garófalo; Asistente de Dirección: El Fiero; Arte y Vestuario: Patricia Iglesias; Iluminación: Ricardo Sica; Colaboración Musical: Blakk; Dirección: Gonzalo Senestrari