Autor de las más grandes comedias del cine moderno y reconocido como, quizás, el mejor dialoguista que la industria haya brindado, Allen también se destaca enormemente por su trabajo en la dirección de actores.
En la historia del cine encontramos varios casos de directores-actores, algo no muy recomendado por muchos docentes, aunque llevado a cabo de gran forma por grandes cineastas a lo largo de los años. Claro que Woody es uno de los que primero se nos viene a la mente cuando se busca a un referente.
Los actores que pasan por sus películas suelen quedar marcados por los personajes que interpretan y muchas veces son premiados por sus excelentes labores.
Si bien no existe un único método para dirigir a un actor, Woody sabe cómo sacar provecho de cada uno. Su fórmula se basa en la espontaneidad: el actor llega al set con los nervios de no saber bien qué pretende el director pero al mismo tiempo con la libertad de poder contar su propia lectura de cada situación. Allen odia los ensayos y repetir muchas veces las tomas. Habla lo justo y necesario entre toma y toma.
Además del excelente resultado que se aprecia en sus películas, avalado por 16 nominaciones y 7 premios Oscar conseguidos por sus actores y actrices, son sus mismos dirigidos los que elogian su trabajo. Naomi Watts, experimentada y exquisita actriz dirigida por David Lynch y González Iñarritu, entre otros grandes genios, se refiere a Allen como “el mejor director de actores con el que haya trabajado”.
No sabemos si se trata de confianza hacia sus actores o una claridad extrema en sus guiones, o una timidez inusual del director. Tal vez sea una mezcla de todo eso. Lo cierto es que su forma de dirigir le llega realmente a los actores. Todo parte de una premisa muy simplista: “menos es más”. Mientras menos se lo contamine al actor con información que determine “cómo es el personaje”, más rica será su interpretación y mejor se desenvolverá. Según Allen, ser invasivo en la mente del actor puede sobrecargarlo de información siendo definitivamente contraproducente. Allen lo tiene muy claro al haberlo vivido en carne propia cuando fue dirigido por otros.
Desde sus exmujeres Diane Keaton y Mia Farrow, hasta la musa de la última década Scarlett Johansson o Penélope Cruz, fueron bendecidas por Allen.
En “Blue Jasmine” su último film, se puede ver como continúa vigente su toque para la dirección de actores. Kate Blanchett y una interpretación dramática memorable de un personaje profundo y complejo que la llevó a coronarse como mejor actriz protagónica en los premios Oscar y a formar parte de la extensa lista de actores y actrices en cuya carrera hay un antes y un después de Woody Allen.

Autor de las más grandes comedias del cine moderno y reconocido como, quizás, el mejor dialoguista que la industria haya brindado, Allen también se destaca enormemente por su trabajo en la dirección de actores.

En la historia del cine encontramos varios casos de directores-actores, algo no muy recomendado por muchos docentes, aunque llevado a cabo de gran forma por grandes cineastas a lo largo de los años. Claro que Woody es uno de los que primero se nos viene a la mente cuando se busca a un referente. Los actores que pasan por sus películas suelen quedar marcados por los personajes que interpretan y muchas veces son premiados por sus excelentes labores. Si bien no existe un único método para dirigir a un actor, Woody sabe cómo sacar provecho de cada uno.

Su fórmula se basa en la espontaneidad: el actor llega al set con los nervios de no saber bien qué pretende el director pero al mismo tiempo con la libertad de poder contar su propia lectura de cada situación. Allen odia los ensayos y repetir muchas veces las tomas. Habla lo justo y necesario entre toma y toma. Además del excelente resultado que se aprecia en sus películas, avalado por 16 nominaciones y 7 premios Oscar conseguidos por sus actores y actrices, son sus mismos dirigidos los que elogian su trabajo.

Naomi Watts, experimentada y exquisita actriz dirigida por David Lynch y González Iñarritu, entre otros grandes genios, se refiere a Allen como “el mejor director de actores con el que haya trabajado”. No sabemos si se trata de confianza hacia sus actores o una claridad extrema en sus guiones, o una timidez inusual del director. Tal vez sea una mezcla de todo eso. Lo cierto es que su forma de dirigir le llega realmente a los actores.

Todo parte de una premisa muy simplista: “menos es más”. Mientras menos se lo contamine al actor con información que determine “cómo es el personaje”, más rica será su interpretación y mejor se desenvolverá. Según Allen, ser invasivo en la mente del actor puede sobrecargarlo de información siendo definitivamente contraproducente. Allen lo tiene muy claro al haberlo vivido en carne propia cuando fue dirigido por otros.  Desde sus exmujeres Diane Keaton y Mia Farrow, hasta la musa de la última década Scarlett Johansson o Penélope Cruz, fueron bendecidas por Allen.

En “Blue Jasmine” su último film, se puede ver como continúa vigente su toque para la dirección de actores. Kate Blanchett y una interpretación dramática memorable de un personaje profundo y complejo que la llevó a coronarse como mejor actriz protagónica en los premios Oscar y a formar parte de la extensa lista de actores y actrices en cuya carrera hay un antes y un después de Woody Allen.