A los chicos no les falta nada. Si el Estado no entrega la comida, los jardines comunitarios igual les dan de comer. Si no giran los fondos para servicios, los jardines igual pagan hasta el último centavo de los tarifazos para que no falte ni la luz, ni el gas, ni el agua. También se hacen cargo de los sueldos de las maestras, pero lo cierto es que no dan abasto.

Hoy el salario básico de una maestra de sala inicial se ubica en alrededor de 12 mil pesos. Si bien tienen realidades variadas, los jardines comunitarios no pueden afrontar el pago total de los salarios. En muchos casos, tampoco alcanza para los coordinadores.

Pese a esta compleja realidad, en diálogo con Diario Registrado una maestra que vive en el barrio de Villa Fiorito y que hace catorce años que trabaja en jardines comunitarios asegura que se siente “orgullosa”. “Es diferente que los otros, es más familiar, hay mucho contacto con las familias”.

Los jardines comunitarios se sostienen con un bono contribución que pagan los padres. Son muy económicos en comparación con un jardín privado de estas características. En Fiorito no todas las familias pueden pagar la cuota pero los jardines comunitarios tratan de no dejar a nadie en la calle, por lo que los reciben igual. Es por esto que la ayuda del Estado es fundamental.

Desde 2014 hay una Ley de jardines comunitarios, pero nunca se implementó. “Si aplicaran la ley esto nos permitiría que nos reconozcan los sueldos (salarios complementarios) y los aportes jubilatorios” explica el coordinador Daniel.