“El Sagrado Corazón de Jesús nació en el 2001. En plena crisis había que salir a cartonear y los padres no tenían con quién dejar a los hijos. Entonces empezamos a organizar a las madres para que se quedaran a cuidar a los chicos. Ellos mismos plantearon juntar unas monedas para las que se quedaban a cuidar. Así arrancamos en un local partidario donde armábamos también las ollas populares. Después se fue dando hasta que se transformó en un jardín”, cuenta el coordinador Daniel Cetta.

Si bien todos los jardines comunitarios tienen su historia particular, la de Daniel los representa en espíritu. Detrás de la creación de cada uno de estos centros de educación está la necesidad de quienes menos tienen, la vocación solidaria y la falta de respuestas del Estado.

Antonia, de 69 años y un corazón enorme, tiene también una historia fuerte. “Cuando arranqué, serruché las patas de mi mesa y las sillas para poder sentar a los nenes”, cuenta la coordinadora del jardín Mi Futuro, que arrancó en 1981, hace 37 años.

Empezó con un puñado de niños y hoy recibe unos 250. Les enseñaba en el comedor de su casa, pero hoy casi todo el terreno está dedicado a las distintas salas y espacios del jardín. Cada vez que un hijo crecía y se mudaba, inauguraba una nueva salita. Su hogar quedó restringido a apenas un pedacito. Todo lo demás está en función del jardín y hay que decir que es un lugar hermoso que respira amor.

“El jardín no cierra nunca, a veces cuando mi hija se toma vacaciones yo me pido una semana”, dice Antonia a la que las mamis llaman ‘Beba’. “Este jardín es mi vida, por eso estoy sola. Cuando me dieron a elegir entre el matrimonio y el jardín, me quedé con el jardín”.

En cambio Ricardo González, que coordina el Jardín Piedritas, no tiene un predio propio, sino que alquila. Eso no le impide hacer todos los años una obra nueva para mejorar la institución. Lo bien que se encuentra el edificio deja ver el amor con el que está gestionado.

Cuando el Estado se retira, la sociedad apela a la creatividad, la solidaridad y el esfuerzo para organizarse. Eso es lo que pasa en localidades como Villa Fiorito, una localidad olvidada por la gestión de Lomas de Zamora, donde los jardines comunitarios resuelven los problemas de muchos.

Los jardines comunitarios están conectados entre sí. Esa misma conexión que tienen con las familias del barrio, las aplican entre ellos. “Acá lo que le pasa a uno le pasa a todos. Si alguien consigue algo, enseguida lo comunicamos. Por ejemplo, ahora estoy haciendo una nota para pedir un sistema de alarma para los jardines. Les aviso al grupo de Whatsapp los que se quieren sumar. Siempre que conseguimos algo lo hacemos para todos”.

Comunitario no significa que sea gratuito. Los jardines comunitarios son estatales porque trabajan con la currícula del Estado, “pero somos de gestión privada”, aclara Daniel. “Modalidad comunitaria significa que trabajamos más con la familia”.