Investigadores de los Estados Unidos y Sudáfrica descubrieron que, aparentemente, nuestros antepasados no dormían mucho más –ni menos– que nosotros, tras un estudios realizado entre tres pueblos que aún conversan hábitos de hombre primitivo.

Los científicos observaron y analizaron la conducta en el dormir de tres pueblos que llevan un modo de vida más o menos primitivo; es decir, que conservan hábitos similares a los de la antigüedad: los chimanes, de Bolivia; los hadza, de Tanzania, y los san de Namibia.

Aunque las creencias hasta ahora imperantes eran que el hombre actual duerme muchos menos que los de la antigüedad, se observó que los miembros de esas comunidades duermen un promedio de entre 6 y 7 horas.

"Los cortos ciclos de sueño que tienen estas poblaciones desafía la creencia de que se duerme mucho menos en el mundo moderno", explica el autor principal del trabajo replicado en The Washington Post, Jerome Siegel, de la Universidad de California.

Además de descubrir que esos pueblos se acostaban 3,3 horas después de la puesta del Sol y no tras el crepúsculo, como se creía, también se determinó que el periodo de sueño aumentaba en invierno en comparación con el verano; conclusión: la temperatura tiene más influencia que la luz a la hora de irse a dormir.