En la literatura Marcelo Birmajer consiguió su cuarto de hora cuando publicó un par de libros con cuentos picarescos sobre desventuras de hombres casados.

La fórmula se agotó y en la grieta -al igual que Andahazi- encontró el camino para ponerse nuevamente en el candelero, aunque desde otro lado.

Como el personaje es poco atractivo, su obligación es forzar la rutina seguido, buscando causar impacto aunque en el medio quede en ridículo, como en esta enloquecida fórmula que vincula al lenguaje inclusivo con un aumento de los femicidios.