"Quiero amputarme la pierna, no aguanto más el dolor", le dijo Eliana Toro a Infobae mientras contaba su situación desde aquel 17 de abril de 2016, cuando un taxista cruzó en rojo cuando ella iba manejando su moto, lo que le dejó un corte profundo en su frente y varias fracturas en su rodilla izquierda. 

En su relato, Eliana cuenta que tenía que llegar al trabajo cerca de las seis de la mañana. "Los domingos a esa hora hay que ir con especial cuidado. Está lleno de borrachos que cruzan los semáforos en rojo y otros que van a toda velocidad sin importarles nada. Y bueno, yo miré  en todas las esquinas menos en esa...". A la que hace referencia es a la esquina de las calles 9 de Julio y Godoy Cruz cuando un taxi que cruzó en rojo la chocó. Si bien iba con casco -lo que le salvó la vida-, sufrió un corte profundo en su frente y una lesión con varias fracturas en su rodilla izquierda. 

Desde aquél día ya pasaron dos años y Toro cuenta a Infobae que perdió movilidad, hasta a sus mejores amigas de la infancia y empatía de una gran parte de su familia. Lo que más la acompaña es el dolor insoportable de su rodilla que quedó demasiado dañada para una joven de 34 años. 

"Ya no soporto más el dolor. No lo aguanto más. Quiero amputarme la pierna, realmente es lo que deseo. Tengo la rodilla de una persona de 90 años y no quiero vivir más con este sufrimiento",cuenta conmovida Toro a Infobae en diálogo telefónico.

"Desde hace un tiempo sigo páginas de amputados en las redes. En noviembre del 2017 empecé a considerar la idea de amputarme la pierna y comencé a estudiar sobre el tema. Así, llegué a la historia de una joven británica que decidió amputarse la pierna después de seis años de un accidente y sentí que estaba leyendo mi historia", afirmó.

Después de meditarlo desde hace unos cinco meses, la joven periodista mendocina decidió relatar el calvario que vive por las secuelas del accidente sufrido hace dos años. Así, publicó una desgarradora carta en una red social titulada: "Por qué pienso en amputarme la pierna".  Hasta el momento de la publicación de su carta, solo su marido Cristian estaba al tanto de su deseo. "Lo peor es que cuando mi familia se enteró, lo llamaron a mi marido para que me recomendara ir a un psicólogo. Me trataron como una loca antes de preocuparse por mi vida y mi salud física", se lamentó.

Eliana entendió que con la exposición de su deseo, decidió cuestionar ciertas apreciaciones establecidas respecto a las amputaciones en la Argentina: "En nuestro país, como en gran parte de Sudamérica, el tema de las amputaciones es algo tabú. Se las relaciona directamente con la guerra o con enfermedades muy graves. Lo de la amputación electiva no está ni en la cabeza de la gente".

"Lo que nadie entiende es que los que buscamos la amputación electiva ya digerimos todo el proceso psicológico de perder un miembro. No es como el caso de los que sufren un accidente y al otro día no tienen un brazo o una pierna. Es otra historia", afirmó. Y agregó: "Esta chica británica llegó a hacer hasta una fiesta para despedir a su pierna. Eso sería impensado acá. En parte se puede explicar porque en el hemisferio norte hay un acceso mucho más fácil a las prótesis biónicas, que prácticamente las manejás con el teléfono celular. Son como robots", le dijo a Infobae. 

Eliana cuenta que no tenía ningún colectivo directo que la llevara a su trabajo  " y la verdad que no me gustaba mucho caminar sola por el centro de Mendoza a esas horas", por lo que decidió comprarse una scooter. 

El domingo 17 de abril miró a todas las esquinas del centro, menos a una: la de 9 de Julio y Godoy Cruz. "Estaba por cruzar y vi que se venía un taxi a toda velocidad y en rojo. Apenas atiné a doblar a la derecha para que no me embista y pegué con mi parte izquierda en la puerta del acompañante. Eso es lo último que recuerdo. Cuando me desperté, ya estaba tirada en el piso".

La joven mendocina reaccionó unos minutos más tarde: "Me estaba ayudando un chico que trabajaba en un hotel de ahí, es el día de hoy que todavía no lo pude volver a ver para agradecerle. Cuando desperté, me dolía toda la parte izquierda y la cabeza. Yo sentía que estaba viviendo una pesadilla, no podía creer que me había pasado a mí. Estaba esperando que sonara el despertador para levantarme e ir a trabajar como cualquier día, pero ese momento nunca llegó", le dijo a Infobae.

La lesión más grave se produjo en su rodilla izquierda y apenas ingresada al hospital, fue derivada al quirófano para que se le operase la pierna. "Había sufrido múltiples fracturas en el fémur, que es algo rarísimo. Y también sufrí una luxación de la rodilla, eso significa que todos los cartílagos, ligamentos y meñiscos se desprendieron. El golpe fue justo entre el fémur y la rodilla".

Si bien la primera operación salvó la pierna, también dio inicio a un infierno de casi dos años de dolor constante, con analgésicos, nuevas cirugías, imposibilidad de movilidad y la pérdida de una vida como la que conocía hasta entonces. "Me pusieron un total de 24 clavos, ocho de ellos solo en la rodilla. Con el hueso no hay drama porque se regenera, pero los cartílagos no. Entonces hasta el día de hoy, cuando camino, se me choca hueso con hueso, y eso representa un dolor inimaginable", aseguró. 

En menos de 24 meses, Eliana debió someterse a cuatro operaciones en su pierna por lo que inició una vida habituada a los períodos postoperatorios prolongados y sesiones de dos horas diarias de fisioterapia ininterrumpidas durante más de un año y medio. 

"Con el paso de los meses, empecé a desarrollar una adicción a los opiáceos. Especialmente uno que se llama Tramadol. Yo lo llamo opio en gotas. Llegó un momento en el que lo tenía que tomar hasta cuando no me dolía la pierna. La abstinencia era terrible: te da frío, calor, náuseas, diarrea, ira", se lamentó.

"Lo tenía que ir mermando hasta tomar una gota por día, pero después de cada operación terminaba volviendo a él", añadió. El consumo de los opiáceos generó incluso que Toro sufriera de hepatomegalia, comúnmente llamado "hígado agrandado". 

Tal fue su cambio total en su vida, que sus grupo de amigas de a poco se fueron alejando  al no saber cómo llevar adelante la situación. "Toda mi vida tuve un grupo fuerte de amigas de la infancia. Éramos cuatro o cinco. Hoy solo me queda una de ellas. Las demás fueron desapareciendo de a poco. Por el accidente perdí a casi todas mis amigas. Una cosa es que te pase algo, dure unos meses la recuperación y ya está. Pero con cada operación se fueron alejando un poquito más. En un punto, yo no las puedo culpar. A veces, la gente no sabe qué decir o cómo actuar con alguien que está sufriendo dolor constantemente. Y terminan alejándose", describió.

El drama también condujo a un hartazgo ante el sentimiento de condescendencia por parte de terceros: "Ya me cansé de que me sigan diciendo que luche, el 'vos sos fuerte', como si no hubiera estado luchando hasta ahora. Lo mismo les pasa a los enfermos de cáncer, que les hablan de la lucha, de la valentía y demás. Yo me harté de ser fuerte. No quiero ser más fuerte, solo quiero dejar de sentir dolor".

"Cuando me estoy muriendo del dolor, viene mi marido, me agarra la mano y se queda sentado mirándome. Eso es un montón. A veces, no queremos que nos digan que seamos fuertes, queremos que nos ayuden a ir a pagar una factura o a comprarnos algo en una farmacia, cosas como esas".