La situación es propia de una historia de borrachos. Un joven en estado de ebriedad evidente caminaba por las calles de la ciudad de La Plata cuando se topó con una cervecería.

Como un goleador cuando se encuentra una pelota suelta en el área, aprovechó su oportunidad. Rompió un vidrio -lo suficiente para poder meter su brazo en el interior del local- se sirvió hasta el tope y tranquilamente se puso a beber.

Confiado o entorpecido por el alcohol no tuvo mejor reacción que saludar proponiendo un brindis en cuanto apareció la policía que había seguido sus movimientos por las cámaras de seguridad. Como era de esperar terminó detenido.