En el marco del sínodo de obispos, que reúne en el Vaticano desde hace una semana a más de 200 arzobispos y cardenales de todo el mundo, se debatió por primera vez un tema que ya venía en agenda desde hace años: la Iglesia y la homosexualidad.

Según la "Relatio post disceptationem", documento resumen de todas las intervenciones de la pasada semana de dicho sinodo, los reunidos consideraron que los homosexuales "tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana", y se preguntan cómo darles la bienvenida a quienes deciden desarrollar su sexualidad fuera de los cánones permitidos por la Iglesia.

Además del derecho a elegir con quién acostarse, la Iglesia debate a la familia moderna, ensamblada o divorciados. Algunas de las preguntas que los religiosos se hacen giran en torno al recibimiento que el establecimiento puede hacer a quienes durante siglos condenaron: "¿Estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades?, ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio?".

Respecto a las parejas del mismo sexo que tienen hijos, aseguran que "la Iglesia tiene atención especial hacia los niños que viven con parejas del mismo sexo, reiterando que en primer lugar se deben poner siempre las exigencias y derechos de los pequeños".

Aún así, aunque buscan integrarlos, no parecen querer permitir que se acomoden demasiado. "Las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre y una mujer", indica el documento.

Estos nuevos debates en la Iglesia Católica son o buscan ser revolucionarios dentro de una institución que desde hace décadas no modifica ni una coma en su "línea editorial". El documento final del Sínodo será entregado al papa Francisco, propulsor de todos estos cambios, a finales de semana.