"Cuando entré estaba dormidito, caidito, levantó la cabecita y me miró y me dice 'no llores, mi mamá, no quiero que llores, yo ya no quiero llorar'", le dijo Fernando a Claudia, su mamá, días atrás cuando fue autorizada por la Justicia argentina por 30 días a acompañar los últimos cinco días de vida de su hijo, diagnosticado con una enfermedad terminal.

Claudia se arriesgó a la travesía del transporte ilegal de cocaína desde Bolivia y cayó víctima de un sistema que pena 'perejiles' pero que lejos de golpear al narcotráfico en serio, muchas veces termina complejizando las problemáticas derivadas de la pobreza.

"'Estoy bien, ¿no me ves bien? Estoy tranquilito'. Eso fue lo que me dijo. Me da mucha pena. Y yo me puse mal. Pero estoy tranquila. No imaginaba que iba a poder estar acá, estaba rezando y pidiendo que respondiera el juez", comentó Claudia en declaraciones a Infobae sobre cómo vivió la angustiante espera de ver a su hijo, después de casi un año detenida en Salta.

"Acaba de caer un gran luchador contra el cáncer, un guerrero valiente", comentó la médica María Estela Coleoni Suárez, del Instituto Oncológico del Oriente Boliviano, que supervisó el tratamiento y el difícil proceso del joven de 13 años, lejos de su madre.

El tumor en su pierna derecha le fue diagnosticado en septiembre de 2017, en octubre Claudia -que trabajaba de empleada de limpieza- tomó coraje por la vida de su hijo y se lanzó a la suerte del negocio narco: a bordo de un remís con poco más de un kilo de cocaína escondida en dos valijas, cruzó hacia la Argentina para entregarla en el barrio de Liniers y cobrar 500 dólares. El dinero con el que pensaba costear el tratamiento de quimioterapia.

El 27 de octubre la detuvieron en la ciudad jujeña de Ledesma y efectivos encontraron la droga, por lo que quedó detenida acusada del delito de transporte de sustancias, que tiene una pena de hasta 15 años de prisión.

A pesar de revelar las nobles intenciones de salvar a su hijo, incluso habiendo demostrado con los certificados médicos correspondientes que era consciente del ilícito pero que lo hacía por una causa mayor, el juez interviniente dictó su prisión preventiva. Y aquí el triste dato: el 41% de la población carcelaria femenina permanece en prisión acusada de narcotráfico, pero no es anrcotraficante, sino el eslabón más bajo de una cadena perversa, las llamadas 'mulas'.

A las pocas semanas de su detención, Claudia se enteró de que el cuadro que sufría Fernando -osteosarcoma de fémur derecho, cuya rápida progresión provocó metástasis pulmonares múltiples y gigantes- era irreversible. La mujer llevaba meses en la angustiante espera de que la justicia la autorizara a acompañar la muerte de su pequeño hijo y, si bien lo logró, en pocos días volverá a la torutra del encierro por hacer lo humanamente posible para intentar salvar lo más preciado que un ser humano puede tener.