Luego de las canonizaciones de Juan Pablo II y Juan XXIII, unos 150 invitados especiales se reunieron en la terraza de la prefectura vaticana de Asuntos Económicos para celebrar. Según trascendidos, la fiesta costó alrededor de 18.000 euros.

Como se sabe, desde su asunción Francisco ha impuesto en el Vaticano una política de austeridad que contrasta con lo que históricamente ha ocurrido, cuando la sede de la Iglesia parecía más una corte imperial que un sitio de reflexión y devoción a Dios.

"No puedo revelar lo que ha dicho el Papa", dijo el cardenal Giuseppe Versaldi, presidente de esa prefectura, respecto de la cuestionada fiesta. "Le he informado y sólo puedo decir que no quedó muy contento, por usar un eufemismo", afirmó el funcionario vaticano.

Tan eufemísticamente "poco contento" quedó el papa argentino con esa nueva manifestación de la ya célebre y fastuosa ostentación vaticana, que el cardenal añadió: "Puedo asegurar que estos episodios no volverán a producirse".

Además y a pesar de realizarse en su prefectura, Versaldi deslindó responsabilidades y afirmó que desconocía la celebración de la fiesta en su propia terraza; es decir, ante sus narices.