La historia de Rufino Varela, el hombre que casi de niño sufrió abuso sexual en su casa, infligido por el albañil José Moreira, y también en su colegio, el Cardenal Newman, a manos del capellán irlandés Finnlugh Mac Conastair, conocido como "El padre Alfredo", conmovió al país.

Los hechos se conocieron el 29 de diciembre, al filo del nuevo año, a través de los medios. Pero este miércoles, Rufino escribió una extensa carta bajo el título de "El día más feliz de mi vida".

Aquí, la síntesis.
"Quiero cerrar el tema (…) Jamás pretendí que todos comprendan o acepten la decisión que tomé en soledad, pero con el apoyo de Mariu (su mujer), Camila y Matías (sus hijos), y el sostén incondicional de personas muy especiales".

"Me sigo preguntando por qué tuve que llegar a hacerlo, cuando la solución podría haber sido mucho más simple, como la que le propuse al Newman en mi primera reunión del 24 de mayo".

"Tan solo que pidieran perdón públicamente por mí y por otras víctimas que seguramente hubo en el colegio. Yo ya sabía de dos casos más…"

"En diciembre pasado, apenas terminadas las elecciones, La Nación publica una nota, creo que a Alberto Olivero, director del Newman, en la que se anunciaba el posible cambio del tradicional escudo del colegio: se le agregaría una corona dorada sobre la cabeza del león, en homenaje al presidente Mauricio Macri por ser ex alumno del Newman. Sin conocerlo, al leer esa nota, le escribí a Alberto Olivero un mensaje privado".

"Me alegró muchísimo el pedido del señor Mauricio Macri, flamante presidente electo, de no modificar el escudo del Colegio. Creo que habla de una humildad enorme e intenta enviar un mensaje: de nada sirven el exitismo o el orgullo egoísta".

"Agregarle una corona al histórico escudo porque un ex alumno alcance un cargo semejante, daría por sentado que también se le debería agregar al mismo escudo un símbolo… que represente a aquellos ex alumnos, profesores, sacerdotes y/o incluso hermanos de la congregación, por aquellos actos tristes y aberrantes de los que pudieron ser protagonistas, partícipes o cómplices".

"Tengo 50 años y fui alumno del colegio, igual que mis hermanos y varios sobrinos. Jamás, desde que lo dejara, tuve una actitud revanchista o vengativa para con el mismo, y casi inexplicablemente, guardo algunos buenos recuerdos".

"Cuando escuché la noticia del cambio del escudo, me pregunté cual sería el símbolo que habría que agregarle al lado del Certa bonum certamen (Nota: Lucha la buena lucha, lema del Newman, tomado de una carta de San Pablo a Timoteo, cristiano del siglo 1, y luego santo), si salieran a la luz los castigos corporales que a mí, a otro, y seguramente a muchos alumnos más, infligía el entonces capellán del colegio, en su habitación debajo de la Capilla, cuando apenas éramos alumnos de primaria".

"Boca abajo en su cama, sigo, a pesar de mis años, recordando mi miedo y el dolor de los diez cinturonazos en mi cuerpo desnudo".

"Hace pocos años, decidí 'trabajar' esto con mi mujer y mis hijos: un dolor que estuvo dormido desde el pacto de silencio entre el mismo obispo de San Isidro y algunos hermanos de la congregación, en el mismo momento en que a mis 15 años me presenté, en absoluta soledad, ante el obispo, para denunciar lo sucedido con el único propósito de 'luchar mi buena lucha'"

"Hace apenas dos meses, por primera vez, le conté con detalles mi historia a un periodista, y estoy trabajando en la edición de un libro, con la enorme convicción de ayudar a otros contra el abuso y los silencios macabros en mi propia iglesia".

"Pretendo que los hechos ocurridos en el Newman con el silencio cómplice del obispo de entonces, lleguen al Papa Francisco. Estoy trabajando en ello. En lugar de una corona, me reconfortaría más ver en el escudo un látigo o una corona de espinas, recuerdo de las aberraciones vividas en el Newman por mí y seguramente por muchos otros que, por temor y vergüenza, siguen callando ese dolor profundo que el abuso causa para siempre". 

Cinco meses más tarde, Olivero llamó a Rufino y le propuso una reunión "pidiéndome permiso para que estuviera algún miembro del Consejo". 

En la primera reunión de las seis o siete siguientes, "me preguntaron cómo podían ayudarme, si odiaba al colegio, a la iglesia, a mis padres (¿?), y si mal no recuerdo… ¡a Macri!"

"Quiero que el colegio pida perdón públicamente, ayude a otras posibles víctimas, y que me ayuden a ayudar contra el abuso y el maltrato".

Meses después, de hecho en la mañana del 29 de diciembre último, el director del Newman, Alberto Olivero, escribió una carta en nombre del colegio y a toda su comunidad pidiendo perdón y poniéndose a disposición de posibles víctimas. 

"Cumplí mi sueño. Me saqué esta mochila después de mucho tiempo de llevarla en soledad. El 2016 fue uno de los mejores años de mi vida. Gracias a todos los que me quieren, entienden y apoyan. Estoy muy aliviado, y en paz. Feliz 2017".

Fuente: Infobae.