No hay que jugar con fuego ni jugar con fechas infaustas que nos incluyen.  No hay que jugar con lo que no se juega.

Para qué  ensuciar el próximo 24 de marzo comparando muertos y muertes de forma pueril y caprichosa. Para qué un recurso de radical vileza en lugar de mantener la radical historia política. No se desairen a si mismos por juguetones.

Los muertos en la tragedia de Once, los muertos Qom, los todavía muertos de Venezuela y algunos que se atribuyen con entusiasmo y prejuicio a Milani, no los provocó la Presidenta.

Culpabilizarla por cada muerto sería un juego falsamente interminable. La Argentina de este tiempo no se merece ser tratada a destiempo desconociendo que resurgida de sus cenizas respeta las cenizas de sus muertos y restablece la plenitud de los derechos humanos y sin expectativa de límite o de olvido.

Últimamente es esto lo que se está haciendo. No jueguen al  juego pretérito que ya jugaron, y malamente. Corríjanse y desoigan instigaciones que no conjugan con sus pregones democráticos. Sean radicales en el razonamiento. No mezclen peras con manzanas ni accidentes y tragedias de la vida, con  arrasamientos totalitarios y letales.  Y no comparen un desastre en un andén con un campo de exterminio, ni mezclen muertos en un afiche inspirado en la desproporción rencorosa. Por treparse a un voto de las urnas, no jueguen a apropiarse  de un ámbito de cruces y de tumbas, o sin ellas por ausencia forzada de los cuerpos.

No jueguen con el 24 de marzo. Fecha en que la Argentina se duele y celebra, se culpa y se exculpa  del mayor duelo de la patria.

No sean  juguetones con la muerte. Jueguen a la vida, con nosotros.