Hay muchas formas de encarar un tema tan complejo como la educación pública. Puede hacerse desde lo curricular, desde los niveles de exigencia, desde los sueldos de los maestros o desde la infraestructura edilicia.

Antonio Laje mezcló todo, hizo una gran ensalada y terminó sosteniendo sin nada que lo demuestre, que el Gobierno prefiere embrutecer a los menores para lograr de esa forma que los voten, como si hubiera una relación lógica en eso, como si estar más formado educativamente llevara irremediablemente a votar contra el peronismo.

Para terminar su editorial de puro gorilismo y prejuicio antipopular, hizo un pedido público a toda la clase política para que se de por vencida y se aparte, aunque no aclaró quienes deberían -a su entender- ocupar esos espacios.