En estos días en que pareciera que los publicistas son más consultados que los historiadores, he pensado mucho en Juan José Castelli, el orador de la revolución de mayo, el que fuera la voz de nuestro primer grito de Libertad, y que paradójicamente muriera de cáncer de lengua. ¿Hasta qué dolor alzó su voz Castelli? ¿En qué bandera, en qué himno, en qué frontera, en qué porvenir se habrá convertido su voz? ¿En qué joven militando, en qué docente enseñando historia, en que artista popular entonando los colores del pueblo?

En estos días en que el show periodístico pareciera reemplazar a los manuales de historia, confieso: Si a Dorrego no lo hubieran fusilado y a Mariano Moreno envenenado; si San Martín no hubiese muerto en el olvido en Europa y Belgrano en la pobreza; si al Chacho Peñaloza no lo hubieran decapitado y al gaucho condenado a pelear en la frontera con su hermano el indio; si a Yrigoyen, Illia y Perón no los hubieran derrocado; si no hubiesen bombardeado una plaza colmada de niños y civiles; si no hubieran asesinado, torturado y desaparecido a miles; si no hubiesen mandado al muere a centenares de pibes en Malvinas; si no le hubieran hecho un golpe de mercado a Alfonsín; si no hubiesen trabajado tanto para colonizarnos económica y culturalmente desde las corporaciones y medios poderosos, yo no hablaría hoy de política.

Sin embargo, y aunque los publicistas y los showman de tv insistan, la Historia no es un programa de televisión al que puedo cambiar con un control remoto. La Historia es la política de ayer, como la política de hoy, será la Historia de mañana.

Por tanto, cuando los publicistas insistan con los eslóganes, yo abrevaré en la siguiente frase de San Martín: “Los hombres no viven de ilusiones sino de hechos”

El pueblo no necesita encuestas para saber que salimos del infierno.