Debo reconocerlo.

Soy mal perdedor. De malo tirando a muy malo.

Pésimo les diría.

Se los confieso ahora, en confianza.

No es para menos. Fue una semana de terror.

Después de la derrota del domingo pasado frente a Huracán, las cosas no fueron mejor.

No se si me dolió más la derrota en si, lo conservador del Patón o la joda que me terminó haciendo el Colo.

Eso de llenar el bar del gallego con hinchas de Huracán camuflados para torturarme después del partido fue un exceso.

Una idea genial, si no fuera porque la padecí yo.

Encima el jueves nos vacunó Racing y quedamos afuera de la Copa Argentina.

Una semana catastrófica.

La verdad es que tenia cero ganas de ir al bar. Iba a ver el partido tranquilo en casa. No sea cosa que perdiéramos de nuevo, nos alejáramos más de la punta y terminara peleándome con todos porque iba a quedar de pésimo humor.

Pero viste como son las cosas, me llamó Richard y después de escuchar todas mis excusas me dijo –“Dale Nene, déjate de joder. ¿Dónde vas a estar mejor que con nosotros?” – Me dejó sin palabras. Richard aprovecho el silencio y me remató antes de cortar – “Te esperamos a las ocho y media. Va a venir Sergio” -.

Como el partido era a la noche hice un par de cosas antes de salir para le bar. Mientras caminaba para lo del gallego hice cuentas de cuántos años hacia que no veía a Sergio.

- “Fácil siete años” – me respondió Sergio mientras nos abrazábamos.

Toda la previa del partido se la llevo la charla para ponerlos al día sobre como era su vida en Miami, cuanto tiempo se iba a quedar y todas esas cuestiones que hablan los que hace mucho que no se ven.

Para cuando empezó el partido el cementerio de botellas que había arriba de la mesa era considerable, pero como amenizamos con la picada y las pizzas, la cosa se había puesto bien relajada pero sin desbordes.

La alegría del reencuentro con el loco de Sergio no empañaba el recuerdo de un detalle para nada menor, él era un fanático hincha de La Academia. Un fana de esos que lo seguían a todos lados, de local y de visitante, aguantando los trapos, cuando todavía se podía ir a la cancha.

El comienzo del partido fue por demás esperanzador, San Lorenzo era mucho más que Racing y eso me tranquilizaba bastante. Cada tanto miraba de reojo a Sergio, tratando de ver a ese hincha enfervorizado de otros tiempos. Pero para mi sorpresa, la tranquilidad de su rostro me hacia pensar si estábamos viendo el mismo televisor. Mientras yo vociferaba, me mordía los labios y parecía que tenia hormigas en el “tujes”, Sergio observaba con la serenidad de quien mira una transmisión de un partido de golf.

Debo reconocer que tanta tranquilidad me inquietaba sobremanera. Algo andaba mal. Muy mal.

El gol de Cetto llevó algo de respiro a mi ansiedad, pero el recuerdo de la Copa Argentina era un fantasma que aparecía a cada rato en mi mente. Lo miré a Sergio para ver como había asimilado el golpe y nada. Para él no había pasado nada. La vida transcurría con total normalidad. “Increíble. Este no es Sergio” me acuerdo que pensé.

Llego el entretiempo, momento oportuno para para ir al baño o para el relax después de tanta tensión, por lo menos para mi…

Si en el primer tiempo estuve inquieto, deberían haberme visto en el segundo. Racing se nos vino encima y Torrico empezaba a transformarse en San Torrico.

Fue en ese momento, cuando Iván Pillud marcó la igualdad con un golazo y los horribles recuerdos del partido anterior empezaron a aparecer con más fuerza en mi cabeza. Pensé que todo estaba perdido. Busqué instintivamente a Sergio, como para descubrirlo en un renunciamiento, como para poder desquitarme con alguien tanta mala fortuna y nada…. El tipo estaba ahí, inalterable.

Me desconcertó tanto que no pude ver el gol de Emmanuel Más. Quedé shockeado.

Cuando terminó el partido y el bar retomó ritmo habitual, aproveché para acercarme a Sergio. El se la vio venir y me atajó de una.

-   “No lo podes creer, ¿no?” – me dijo mirándome fijamente a los ojos.

-   “No, la verdad que no. ¿Qué te pasó?” – le pregunté sinceramente.

-   “Simplemente crecí, maduré. Sólo eso.” – me respondió sonriendo, y justo cuanto estaba tratando de acomodar mis pensamientos me remató.

- “¿Sabes lo que pasa? Es que, a veces, un poco de distancia ayuda a tomar la real dimensión de las cosas. ¿Qué es más importante una camiseta o tus amigos? ¿Qué vale, más pensar que ganaste una discusión y gastar al otro o celebrar y brindar hasta que cierren los bares? ¿Vos te pensás que no me moría de ganas de gritar el gol de Pillud hasta quedar disfónico? ¿Pero para qué? ¿Qué ganaba? Si ya veía todo lo que vos estabas padeciendo, te conozco. ¿Para que iba a hacerte más daño?. No Nene, eso ya fue. En mi vida hoy peleo sólo por cosas importantes. Para mi no hay más tiempo de revancha, ¿Me entendés?

Cuando me di cuenta, todos los muchachos estaban escuchando lo que me decía el “ex loco” Sergio.

Y la verdad es que creo que lo entendimos todos muy claramente.

Esa noche empezamos una hermosa caravana para homenajear nuestra la amistad y celebrar que estamos vivos.

Una caravana que se renueva en cada nuevo encuentro.