Unánime e impiadosa: así fue la crítica de la prensa que -con total impudicia- se autodenomina independiente. El motivo parecería ser la recepción “complaciente” de Daniel Scioli en su primera visita a un programa ultraoficialista con una histórica hostilidad hacia la figura del ahora único candidato presidencial oficialista.

Entiéndase: el destacado de la adjetivación opositora en el párrafo anterior apunta a marcar la mancada fundante de tanto asombro indignado. Si las cosas fueran tan simples como las pintan, no habría margen para comentario alguno. Sin embargo, pasados dos días, la falange objetivista sigue batiendo el parche.

No faltan, en ese clamor, un espinel de especulaciones malintencionadas. Y dada mi condición de conductor del ciclo (tarea que comparto con Carlos Barragán) quiero empezar por disipar las dudas en danza. La alternancia de conductores y panelistas de 678 obedece a una rotación – mecánica y ascética – alterada únicamente en función de las agendas personales de cada uno. No hubo en la visita de Scioli (ni en ninguna otra ocasión) selección alguna en el staff ni decisiones personales de ausencia.

Por mi parte, quiero dejar en claro la certeza de que los ocasionales ausentes no hubiéramos hecho el programa mejor que lo que lo hicieron nuestros compañeros, tanto en términos de dignidad como de profesionalismo.

Esta afirmación cobra una importancia adicional respecto de la zoncera circulante que señala un perfil monolítico e invariable de los miembros del equipo. Para quienes así opinen tengo malas noticias. Si hay una fórmula que nos define cabalmente es la de unidad en la diversidad. El consenso sobre las políticas axiales del gobierno a lo largo de estos años no implica en modo alguno la disolución de nuestras respectivas identidades políticas de proveniencia.

Para los suspicaces que quisieron buscar en la visita de Scioli alguna clave oculta puedo ser más preciso.

En 678 convivimos armónicamente quienes vindicamos una clara filiación peronista con quienes han expresado una y otra vez su total ajenidad a esa doctrina. Ese punto en particular no ha dificultado jamás la coincidencia en el respaldo a las políticas que han modificado la historia de la patria en los últimos doce años.

Creo, además, que allí hay una pista interesante para quienes intentan entender el kirchnerismo. Y con ello, la revisión del movimiento nacional que empezó por afirmar aquello de “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”. Que luego supo parafrasearse diciendo que “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino. Y que tal vez ahora pueda proclamar, sin renegar de nada que para un peronista no hay nada mejor que otro argentino. Rescato, en este punto, la observación de Ricardo Forster en el sentido de que ninguno de nosotros (los de 678, Scioli, tantos otros) somos los mismos que éramos en el 2003. Algunos hemos reflexionado largamente en las contradicciones que habíamos cargado acríticamente durante largo tiempo. Hemos ido superando prejuicios y aguzando la percepción para las coincidencias fructuosas. Hemos crecido. Hemos madurado. Hemos rescatado la preeminencia de los acuerdos virtuosos por encima de las desconfianzas inmovilizadoras.

Es en ese sentido que tras toda una vida de ejercer la oposición en la medida de las cambiantes posibilidades, muchos de nosotros hemos optado por asumir un compromiso político sin la coraza de hipocresía narcisista que pretende un ascetismo objetivo e inquisitorio para el ejercicio profesional.

Eso, claro está, es otro tema. Para volver a nuestra preocupación de origen, quiero centrarme en los tópicos recurrentes de las reacciones tras la visita de Scioli a 678. Dos expresiones reiteradas fueron risa yvergüenza.

Son reacciones, cuando menos, curiosas. Porque basta un vistazo sobre el material de la visita para que hasta el más limitado de los observadores advierta los rasgos evidentes de ese encuentro.

Las preguntas formuladas por los panelistas fueron una réplica textual de las dudas expuestas varias veces sobre la relación del gobernador bonaerense con los puntos axiales del modelo.

Las respuestas de Daniel Scioli fueron una muestra contundente de la voluntad del candidato para disipar inquietudes y desconfianzas varias. Fue el comienzo de un diálogo con promesas de continuidad. Nadie se erigió en inquisidor de nadie. Nadie disfrazó sus convicciones. Nadie renegó de sus impresiones precedentes. En la seriedad de Edgardo Mocca y en las sonrisas de Nora Veiras alentaba la idéntica solidez de una coherencia insobornable. El diálogo tuvo el mismo tono respetuoso que se ofrece a todos los invitados al programa.

Con pocas horas de diferencia, en un ámbito más glamoroso que el estudio 5 de la TV Pública, se pudo ver una escena diferente.

Alberto Pérez, el hombre clave del sciolismo, respondía con calma los indignados reclamos de la señora Legrand por la incorporación de Carlos Zannini a la fórmula del FPV.

Ese cuadro no estimuló el pudor de nuestros detractores. Tal vez estaban inmunizados por la acumulación de sapos digeridos todos estos años sin permitirse jamás una retractación cuando la realidad pulverizaba sus aserciones y condenas. La campaña infame contra Víctor Hugo Morales, las groserías injuriosas contra Máximo Kirchner y las ulteriores operaciones vociferadas con descarada impunidad, la sostenida complicidad con los fondos buitres o las irresponsables especulaciones en torno del caso Nisman, desde el fogoneo de una marcha opositora disfrazada de homenaje hasta el fervor carroñero sobre cuestiones de la vida privada. La lista es interminable.

Respecto de la risa es llamativo que el obsceno intercambio de facturas entre la doctora Carrió y el doctor Castro no les haya causado hilaridad alguna. Tampoco la patética escena de apriete de Joaquín Morales Solá a Sergio Massa, o los babosos diálogos de tantos con Mauricio Macri en los últimos tiempos tras años de blindar sus muchas veces trágicos desatinos como Jefe de Gobierno.

En cuanto a Carlos Zannini se hizo hincapié en su pérfido protagonismo en la confección de proyectos de ley y políticas varias del Gobierno. Esto se deba quizás al desconocimiento de las funciones de un Secretario Legal y Técnico de la Presidencia.

Mauricio Macri se ha empecinado en nombrarlo como Jefe de Gabinete. Puede ser que Aníbal Fernández le suene más por el lado de Quilmes. O del hockey. Es comprensible: la capacidad inagotable de trabajo de algunos funcionarios puede ser, para otros, un misterio insondable.

Eso ya es harina de otro costal. La conclusión, en verdad, parece localizarse en el efecto desarticulador de la fórmula del FPV para operaciones y fantasías largamente acariciadas.

Hay quienes hubieran deseado ver al gobernador bonaerense sacar los pies del plato. Otros esperaban que las machaconas e insustanciales injurias sobre La Cámpora ocultaran los méritos de gestión de sus cuadros  o minaran el entusiasmo militante de sus bases. Los más pertinaces apostaron al efecto de algún cuento chino sobre Zannini. Puedo entender que toda esa impotencia los haya llevado a ensañarse con un humilde programa de televisión.

Mi voluntad, en estas líneas apresuradas, era ofrecer a colegas y profesionales preocupados por el presente y futuro de 678 las herramientas basales del ciclo y facilitar así el intercambio de opiniones. Me refiero a la crítica al poder real, la exhibición de la distinta vara, lo que otros no te cuentan y el resto de las secciones. También el rigor de nuestros cronistas, insultados o ninguneados por varios impresentables.

Y, sobre todo, la alegría de disfrutar en las calles la recuperación palpable de tantos derechos. Eso nos ayuda a ponerle un poco de optimismo a  las viejas coplas admonitorias de Jauretche:

“Les he dicho todo esto// pero pienso que pa´nada//

Porque a la gente azonzada // no la curan los consejos:

Cuando muere el zonzo viejo// la zonza queda preñada.

Ahora , pese a todo, ella (la zonza)  también disfrutará de su derecho a parir dignamente. No es poca cosa.