No nos hagamos esto. Se los pido por favor. Si fuera El Diego se los pediría por el Benja y las nenas, pero no lo soy. Se los pido por lo que más quieran, por lo más importante que tengan. Si ya hemos pasado por esto, si ya conocemos las causas y los resultados. Si ya sabemos que no sirve de nada, sólo daña. Sólo sirve para ponerle de punta los pelos una vez más a muchos miembros de nuestra sociedad que perdieron todas las capas de piel y son intolerantes a esos intentos de luces momentáneas que aparecen cada tanto pretendiendo encandilar desprevenidos, un rato. Y lo logran, porque, ya sin piel, absorben cualquier cosa, sin el sano filtro de la epidermis abdicada en pos de la comodidad. La comodidad de no tener que analizar las cosas por sí mismos.

No nos hagamos esto, no entronicemos a un incapaz de todo, como Ivo Cutzarida, que hace pistolita con la mano y mata. Se los pido por favor. No escuchemos a un hombre que olvidado en su trabajo quiere reaparecer para obtener algún contrato y busca nuestros puntos débiles (aun más debilitados en aquellos que perdieron su piel) y aprieta esos botones para que salte sangre.

No nos sumemos a la murga de la mano dura que baila al ritmo de los tambores que tantos medios y periodistas que mienten al llamarse independientes tocan, como batucada siniestra que resulta el preludio de la hoguera en la que arrojarán a quienes no dancen esos pasos de la muerte, de bala y fuego, y ahorcados en la plaza pública si hace falta.

No nos hagamos esto, muchachos. Esperen un poco, piénsenlo dos segundo, prénsenle atención cuando habla, ¿oyen lo que dice? ¿Lo ven esconderse en las cuevas de los lugares comunes, como yo? No es necesario leer entre líneas, porque lo invitan a los programas de TV para que hable directamente, los eufemismos no son lo suyo. ¿No sienten la tomadura de pelo, la mojada de oreja? Me desespero. Construyamos ya un filtro de ignorantes para que Ivo quede atrapado como una mosca. Porque es eso, una mosca que ronda la bosta. Se alimenta de bosta y atrae a muchas moscas más. Todas esas moscas zumban fuerte, hacen mucho ruido y cuando esa caca se seque, buscarán otros montículos de basura donde posar sus patitas livianas y comerán hasta el hartazgo, atrayendo a sus hermanas en oleadas.

No nos hagamos esto, que no nos planten a cualquier resentido necesitado de segundos de fama para que nos diga cómo pensar, qué hacer, qué votar, cómo vivir. Somos mucho mejores que eso, que ellos. O, al menos, podemos ser mucho mejores, si queremos. ¿Queremos?

Habría que aprender lo más importante: a tener una opinión propia. A no amanecer en una vereda para irse a dormir en la de enfrente. Habría que aprender a tener una opinión propia, aunque sea endeble, aunque te la quieran pisotear, exorcizar, transformar en beneficio de otro. Habría que aprender a tener una opinión surgida del conocimiento no de la impresión ajena. Aunque esa opinión del otro encandile, con el reflejo de lo absoluto, pero momentáneo.

Habría que aprender a que no importe quien está hoy en los medios, a quien iluminan los faroles y ante quien se posan los micrófonos hambrientos de rating. Si pensás de una manera, respetala, respetate. Sos mejor que eso: no mutes para adaptarte a su forma, que es cuadrada, como la TV. Porque ese otro que hoy está ahí, evangelizando con su llamado a la violencia de hoy, puede quedarse o irse, pero tus ideas deben convivir con vos hasta que te mueras. Habría que tener una opinión propia, a pruebas de balas, se esas que se disparan cuando hacen pistolita con los dedos y dicen corta la bocha. Se me ocurre.