La curiosidad mató al gato es una frase del argot británico que, en sus inicios en realidad, decía "care kill the cat" (El cuidado mató al gato) y que con el tiempo derivó en "Curiosity kill the cat" (La curiosidad mató al gato). La primera de las frases nos quiere mostrar que el excesivo cuidado y precaución; por las diferentes situaciones por las que atravesaba dicho gato terminaban matándolo. Lo cierto que el complemento a esta frase, es la que dice que el gato tiene 9 vidas y, viviéndolas con cuidado, podía hacerce cargo de todas ellas.

Todos, y desde ya ofrezco mis disculpas por la generalización, sentimos curiosidad de como somos a la hora del sexo. Los que tenemos cierta edad, más precisamente los que cuando adolescentes no teníamos filmadoras portátiles o celulares de última generación por el solo hecho de que no existían, evacuábamos esas ganas de "sabernos como somos" cuando en alguna noche de hotel ligábamos habitación con espejos en alguna pared. Las imágenes quedaban en la retina o en nuestro disco blando (cerebro) y ya. Hoy, sin dudas, las cosas han cambiado. No solo las cosas físicas o el acceso a ellas sino también la forma de vivir el sexo, o mejor dicho la forma en la que se mide la intensidad de como se vive el sexo. Llegamos entonces a que, entre otras tantas cosas que Rampolla nos cuenta por tv o que mi amigota Paola Kullock enseña en su Escuela de Sexo, tenemos que las filmaciones de sesiones amatorias entre la pareja ayuda a mantener la graduación alcoerótica. No es que si no te filmás se cae todo, pero evidentemente hay personas a las que les sirve, o simplemente les divierte.

Hace dos días, ponele, empezaron a circular (se hizo viral viste?) unas fotos de Ezequiel Lavezzi con su novia Yanina Screpante. Lucen entre divertidos y terriblemente con las hormonas a mil. Los casos anteriores, en éstas circunstancias, convierten las cenizas en fuego de nuevo. Fátima Flores, Florencia Peña, Silvina Luna, Wanda Nara, o la foto de Silvina Escudero son algunos de esos casos.

Más allá de como reaccionaron cada una de ellas, o como vayan a reaccionar el Pocho y Yanina; y sin importar si fue la curiosidad de saber como es que son a la hora del amor, o si el solo hecho de divertirse con sus parejas fue lo que las llevó a registrarse, la cuestión es que tecnología y viralidad mediante las imágenes trascendieron,  y de golpe, gran cantidad de gente sabe como es que son estas chicas y chicos cuando sus hormonas están en rojo. Ya deja de ser un juego de 2 para pasar a ser de miles. Y cuando ésta clase de juegos pasa a ser de miles, para los protagonistas, pierde gracia y se torna peligroso.

La primera reflexión que surge del imaginario popular es que esas imágenes son subidas y/o brindadas a los medios por los mismos protagonistas en virtud de ganar minutos/artículos de tv o de diarios o portales de internet y así hacerlos concordar con lanzamientos artísticos personales. Aunque suene petulante me permito hablar del lado del mostrador de la gente más o menos conocida, o que trabajamos hace un rato largo en tv, radio, etc.. les puedo asegurar que si tuvieran la posibilidad de preguntarle en forma directa a los/las protagonistas de las imágenes mencionadas, si serían capaces de divulgar como son en la intimidad para apoyar publicitariamente un lanzamiento artístico; como respuesta van a obtener que preferirían hacer la gira más monstruosa por los programas más pedorros de la radio y de la tv en lugar de dejarse ver como se las/os han visto. No conozco ni al Pocho , ni a su novia, ni a Fátima, ni a Florencia, ni a las Silvinas ni a Wanda, digo sé quienes son y las he cruzado personalmente y nos hemos saludado, pero no son mis amigas ni mucho menos;  pero estoy seguro que de poder volver el tiempo atrás hubieran preferido que esas imágenes nunca su hubieran conocido ni que se estén por conocer. Uno puede inventar una pelea, una gresca dialéctica, elegir un enemigo o incluso arreglar con algún conocido para hacer un acting de pelea en los medios y llorar al aire y demás, pero mostrar lo que se hace para alimentar la pasión interna, puedo asegurarles, es dificilísimo. Tan difícil como no ceder a la tentación de echar mano a una cámara y fotografiarse y filmarse y sucumbir a la curiosidad como tanta gente anónima que nada dando vueltas.