Si la televisión fuera el barrio nadie lo llamaría a Melconián para consultarle nada, porque las vecinas dirían “Carlitos es simpático, pero qué chanta que es. Qué poco serio le salió a la santa de su madre…”

Si la televisión fuera el barrio nadie hablaría con Carrió. La gente la saludaría con un “buen día, Lilita”, y se cruzaría rápido de vereda para no escucharle sus pronósticos de desastres bíblicos, ni sus maledicencias al resto del barrio donde según ella “todos son unos ladrones”.

Si la televisión fuera el barrio Lanata tendría más cuidado antes de maltratar a un pibe. Porque el papá del pibe iría a tocarle el timbre a su casa y le pediría explicaciones, y le advertiría que en caso de que lo vuelva a hacer, la cosa no se va a resolver hablando.

Pero en la tele nada se resuelve como en el barrio, porque la tele es civilizada y sofisticada. Para que un grandulón persiga a un nene y le hable mal de sus padres y lo humille y lo insulte y lo maltrate, ese grandulón necesita guionistas. Y cámaras y maquilladora y vestuarista y escenógrafo y toda una parafernalia tecnológica que le permita que el país entero lo vea abusar del niño. La sofisticación, la ropa cara del abusador, el atril, el micrófono, el público feliz que lo festeja, no tienen nada que ver con el barrio donde la vida es barbarie, y un padre es capaz de defender a su hijo de la manera en que le parece. La tele repudia la violencia física que puede acaecer en el barrio, y en cambio fomenta otras violencias mediáticas que no solamente recaen sobre la víctima, sino que también adoctrinan a su audiencia sobre qué se puede hacer y qué no. Lecciones de violencia que violentan a toda la sociedad. Desde que Lanata abusa de niños (antes ya mandó a insultar a los hijos de unos camaristas que no habían hecho nada, pero que estaban por hacer algo que Lanata no quería) ahora se sabe que los adultos pueden maltratar, humillar, perseguir y abusar de los niños. Pero eso ocurre en la tele. En el barrio todavía están los padres, y están los timbres, y está la gente que sabe que nadie debe meterse con el hijo de un vecino. Aún cuando el pibe haya hecho algo muy malo, la regla de toda la vida es ir a hablar con el padre. Y esto cuando ocurren cosas que hacen a la convivencia, como que el pibe no te deje dormir jugando a la pelota, o te rompa una planta, o te raye el auto, o te rompa un vidrio. Pero en la tele el maltrato infantil ocurre por cuestiones políticas. El niño que habla de política es el blanco del abusador.

Pocas veces en la historia una facción política se metió con los niños, por lo general las agresiones se frenan antes. Y yo sé que plantear que esto es un modus operandis es demasiado, Lanata no es una facción en sí mismo, pero es la segunda vez que se mete con los niños cuando algo le molesta. Y a mí me preocupa porque tengo hijos chicos. Ojalá no se meta con ellos. Por las dudas les voy a pedir que no hablen de política hasta que sean grandes.